El refugio del padre Carlos contra el terror desatado por el Estado Islámico
El cura palestino Carlos Khalil Jaar acoge a doce familias iraquíes en su casa de Amán y atiende a miles de refugiados sirios en el campo de Zaatari, el segundo mayor del mundo
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MADRID.- El padre Carlos tiene prisa por volver a Amán. No quiere dejar solas a las doce familias iraquíes que han encontrado cobijo en su casa. Dos de ellas duermen en su despacho, que ahora ocupa el pasillo de la vivienda. Todas ellas dejaron atrás Mosul cuando la ciudad fue tomada por el Estado Islámico en agosto de 2014. “Siempre les digo que no tienen que sentirse humillados cuando les doy algo, porque yo también soy hijo de refugiados”.
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Carlos Khalil Jaar (Belén, 1953) estudió Filosofía y Teología. También se doctoró en Historia, su pasión. Habla italiano, francés, inglés, árabe y hebreo. Su voz es pausada, como si cada palabra arrastrase una vida. Fue secretario del arzobispo de Jerusalén, pero el cuerpo le pedía calle. “Lo más urgente es servir a mi pueblo”. Educación burguesa, discurso de cura progre: “No hay que ayudar por caridad sino por justicia. El hambriento aguanta hasta que un día se rebela contra todo”.
El padre Carlos viste de riguroso negro y su alzacuellos apenas asoma, como un caracol blanco retraído en su concha. Está de paso por Madrid y los fieles de la iglesia de San Antón lo interrumpen para saludarlo. “Aquí me siento en mi patria”, afirma, aunque su pasaporte remite a Honduras y Jordania. También ha servido en Israel, donde tendió puentes con Palestina: organizó un equipo de fútbol con adolescentes israelíes y jordanos, cristianos y musulmanes, para demostrar que “sólo con la educación” es posible solucionar el conflicto. “Hay que saber respetarnos y aceptarnos unos a otros. Árabes y judíos somos primos hermanos”.