Este artículo se publicó hace 2 años.
La recuperación de las fiestas del barrio de Gràcia reabre el debate sobre el turismo en Barcelona
Con las primeras fiestas sin restricciones desde 2019, la masificación vuelve a las calles de Gràcia y la aparición de pintadas contra el turismo incomoda al mismo tiempo que constata el malestar de toda la ciudad por los impactos que tiene sobre el vecindario, especialmente los altos precios de los alquileres y la pérdida de espacio público.
Emma Pons Valls
Barcelona-Actualizado a
El barrio de Gràcia ha recuperado estos días las fiestas, que no se habían celebrado con normalidad desde 2019 por la pandemia. Calles decoradas y música van de la mano de masificación y presencia de turistas, y unas pintadas aparecidas en el barrio con consignas contra los visitantes extranjeros han hecho reemerger el debate sobre el modelo turístico, no sólo en el barrio sino en la ciudad. Además del clásico Tourists go home (Turistas marcharos a vuestra casa) hay otros como Si hay más turistas que vecinas, ¿son fiestas de barrio? o Turistas fuera, migrantes bienvenidos.
En las barras de las calles, gestionadas por los vecinos, hay opiniones de todos los colores. La mayoría comparten que las fiestas ya no son lo que eran hace 15, 20 o 30 años, pero reconocen que esto no es cuestión del barrio sino del conjunto de la ciudad e incluso global: "Cuando eran las fiestas de los vecinos, de los amigos y de la familia era cuando valían la pena. El consumismo y tener más ingresos lo ha cambiado todo, pero dar la espalda al turista es una tontería", resume Sergi, presidente de la calle Joan Blanques de Baix.
En medio de la semana de fiestas, las calles están llenas de visitantes que hacen cola para ver los adornos callejeros, especialmente, los que han sido premiados esa misma tarde. El Quijote de la calle Verdi del Mig se ha llevado el primer premio, y el Oriente de la calle Tordera y el Progrés Park, de Progrés, el segundo y el tercero, respectivamente. Todos están llenos de visitantes del barrio, de la ciudad y del extranjero: "Barcelona es turística ahora y lo ha sido siempre, todo se va masificando y que vengan turistas a las fiestas es normal", señala Dani mientras sirve una cerveza tras otra en la barra de Verdi.
Dani añade que lo que ocurre en Gràcia no es diferente de lo que ocurre en la Patum de Berga o en las fiestas de la Mercè, y reconoce que le parece "magnífico" que gente de lugares lejanos se interese por la cultura popular catalana. Sin embargo, el turismo es una cuestión que preocupa al barrio desde hace años y eso se percibe en algunos de los adornos. En la calle Progrés, una lápida que reza Tourists go home y una pancarta en un edificio miniatura que dice Stop gentrificación lo certifican.
Lejos de una reconversión, tras la pandemia el turismo masivo ha vuelto con fuerza a Barcelona y repitiendo los mismos esquemas de crecimiento sostenido que en 2019. Tras el parón por la covid se ha hecho aún más patente un malestar vecinal, extendido a la mayoría de barrios, por la masificación y la pérdida de espacio público. Esto ha impulsado medidas políticas como la regulación de los cruceros, la posibilidad de empezar un decrecimiento turístico y otras decisiones como limitar las visitas de grandes grupos, reducir los horarios de las terrazas en puntos tensionados y la prohibición de los bicitaxis, por ejemplo.
30 años de la transformación de la ciudad
En la barra de Verdi, Dani está indignado con las pintadas porque cree que dan mala imagen de los gracienses: "Me parece vergonzoso que me venga un turista y me diga '¿qué quiere decir que me vuelva a casa?'". Esto le ha pasado y asegura que no ha sabido qué decir. Tanto él como Sergi se preguntan si quien ha hecho las pintadas es del barrio y sabe lo que se hace para gestionar esta realidad que ha cambiado el día a día del conjunto de Barcelona desde hace años.
"El turismo cambia la estructura social del barrio"
Carles Peris, también de la calle Verdi, reconoce que hay "debate en el barrio" sobre el turismo, pero lo desvincula de las fiestas en sí. "El turismo cambia la estructura social del barrio, lo cambia todo y es un problema". Peris, activista histórico del barrio, apunta al modelo impulsado en los Juegos Olímpicos de 1992 como punto de inicio de esta transformación de Barcelona. Las principales consecuencias, asegura, son la privatización del espacio público y la gentrificación que expulsa al vecindario, especialmente a los jóvenes, con unos alquileres por las nubes: "No molesta al turismo, molesta todo esto".
Pese a la masificación, la mayoría de vecinos explica que siguen existiendo espacios reservados exclusivamente para reencontrarse. Sin embargo, Núria Garcés, que está poniendo música en la plaza Rovira, explica que las fiestas no son lo mismo que cuando ella era una niña, hace 20 años. "Es igual que en todas partes, y entiendo que pueda molestar. Para mí el problema principal son los alquileres", explica entre las interrupciones de gente que le pide que ponga alguna canción.
Sergi explica que para mantener el ambiente del barrio, algunos días cierran la calle para hacer una comida de fiambrera: "Cada calle tiene su espacio, y quien no lo tiene es porque no quiere", apunta contundente. Esto implica, sin embargo, que ese día no se hace caja, ya que las consumiciones de la barra van directas a los fondos para hacer el decorado del año siguiente y el presidente reconoce que los turistas son los que más gastan. En conjunto, Sergi explica que la gente del barrio ha cambiado en las últimas décadas y enmarca las visitas de personas de otros lugares en un fenómeno global.
En la plaza del Raspall tienen lugar las fiestas alternativas. Sergi y Gerard, de la Comisión de las Fiestas Populares, explican que, como cada año, se oye hablar en inglés, francés e italiano, aunque tal vez en la plaza se mantiene un poco más el ambiente del barrio que en otras calles más visitadas. Para ellos, el problema no se relega a cuatro pintadas ni a las fiestas, sino al "modelo turístico de la ciudad que expulsa al vecindario", sobre todo con el aumento de los precios de los alquileres. En este sentido, la solución sería un cambio estructural porque desde el barrio poco se puede hacer para evitar la masificación actual, concluyen.
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