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¿La pregunta de Broncano conciencia o banaliza el machismo? Expertas analizan la reflexión de Paz Vega en 'La Revuelta'

Como casi todo lo que ocurre en el programa, su nueva pregunta ha generado una oleada de reacciones y debates, desde la risa incómoda hasta la reflexión más espinosa.

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Paz Vega, en 'La Revuelta'. — RTVE

madrid,

¿Qué responderías si te preguntaran si eres más racista o más machista? Parece que la cuestión se ha convertido en uno de los temas de la semana y ya forma parte de las clásicas preguntas lanzada por David Broncano en La Revuelta. Como casi todo lo que ocurre en el programa, el nuevo interrogante ha generado una oleada de reacciones y debates, desde la risa incómoda hasta la reflexión más espinosa.

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En un contexto de humor, parece que la pregunta claramente descoloca y provoca, al mismo tiempo que hace emerger algunas verdades incómodas que subyacen en nuestra sociedad. ¿Por qué hay quienes se sienten más cómodos admitiendo actitudes machistas que racistas? ¿Qué dice esto sobre lo que consideramos 'normal' y lo que preferimos ocultar?

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El debate –que se ha reavivado con la respuesta de Paz Vega durante su visita este lunes–, más allá de lo anecdótico, nos sitúa frente a un espejo donde se reflejan unos sesgos que a menudo preferimos ignorar, y nos invita a reflexionar sobre la forma en que, en cualquier caso, tanto el patriarcado como el colonialismo siguen moldeando la realidad cotidiana.

¿Trivialización o un canal para llegar a más gente?

Para algunas personas, como Lidia Núñez, miembro de Ideas en Guerra, el hecho de que esta pregunta se haya formulado en un programa de humor no es necesariamente negativo. La politóloga argumenta que, aunque la comedia pueda parecer un espacio algo controvertido para exponer este tipo de debates, también puede ser un vehículo para llegar a un público más amplio. "Huir de reservarlo a lugares serios e intelectuales puede hacer que más gente se sienta interpelada y se haga preguntas", comenta Núñez en una conversación con Público. 

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A su juicio, este enfoque puede facilitar que la audiencia se cuestione sus propias actitudes más allá de lo individual y contribuya a la identificación del problema como algo estructural. Además, añade, "podría generar una aproximación con quienes han visto en los avances del feminismo un agravio o un ataque". Ver que "no eres el único machista", por ejemplo, puede hacer que "te sientas menos avergonzado y, así, menos atacado".

Sin embargo, Carmen Ruiz Repullo, socióloga y experta en coeducación, advierte sobre la trampa que puede implicar en sí la formulación de la pregunta. Preguntar si alguien es "más machista o más racista" introduce una jerarquía problemática, como si una actitud fuera más aceptable que la otra (una postura en la línea a lo que comentó Paz Vega). "Parece que se puede ser más una cosa que otra y, cuando se plantea así, es porque una está más permitida que la otra", señala. En este sentido, cuestiona la idea de que estos asuntos se contrapongan, "cuando ambas deberían rechazarse de forma contundente". Para Ruiz Repullo, el humor, en este caso, puede acabar trivializando temas que requieren un abordaje profundo.

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La diferencia en cómo la sociedad percibe el machismo y el racismo es central en este debate. ¿Está más normalizado el machismo que el racismo? O, en cambio, ¿ha logrado el empuje del feminismo afear las conductas machistas en mayor medida y el racismo es más difícil de reconocer? La respuesta, desde luego, no es sencilla. De hecho, si en algo coinciden ambas especialistas es en que los comentarios misóginos y xenófobos se escuchan más de lo que debieran y se toleran con bastante comodidad. Si bien, por suerte, cada vez menos.

Esto nos lleva a otra de las cuestiones más relevantes: la importancia de reconocer que todas las personas, en mayor o menor medida, tienen actitudes que reflejan estas estructuras discriminatorias. En este sentido, Lidia Núñez subraya que aceptar esta realidad "no significa culpabilizar al individuo, sino entender que el machismo y el racismo son problemas sociales que necesitan un cambio sistémico". "Hasta la mujer más feminista tiene actitudes machistas", apunta, resaltando la necesidad de asumir esta autocrítica sin caer en la autoflagelación, pero sin trivializar el problema. La consciencia es el primer paso para el cambio, y la autocrítica permite que las personas tomen decisiones más comprometidas sobre sus acciones.

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El papel de la educación

La educación, por consiguiente, será una de las grandes protagonistas en la formación de estas percepciones. Entendida en un sentido amplio, no solo en el ámbito escolar, sino también en los espacios mediáticos y de entretenimiento, apunta Carmen Ruiz Repullo, puede contribuir a una sociedad más consciente y comprometida con la igualdad de todas. Es decir, que reconocer nuestras propias actitudes es el primer paso hacia un cambio real y duradero, pero es imprescindible que ese reconocimiento se dé en un entorno que promueva la reflexión.

Al mismo tiempo, este tipo de preguntas nos obligan a reflexionar sobre los límites del humor y la responsabilidad de los medios en la forma en que abordan temas tan sensibles. Aunque el debate es complejo, lo que parece quedar claro es que cualquier avance pasa, primero, por el reconocimiento de nuestras propias contradicciones y la disposición para cambiarlas.

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