Migración El 'Juego de Tronos europeo' que decidirá hoy el futuro de la crisis migratoria
Dieciséis de los líderes de la UE se reúnen hoy en Bruselas para buscar una salida a una crisis migratoria a la que Bruselas sigue sin encontrar respuesta
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BRUSELAS, Actualizado:
De los 28 Estados miembros que componen la Unión Europea, solo 16 han confirmado su asistencia a la reunión informal de este domingo en Bruselas, convocada por el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, para tratar de encontrar una solución europea a la crisis migratoria que dura ya más de tres años. Analizamos las diferentes posiciones en la mesa de negociación.
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En 2015, tras la muerte de 700 personas en un naufragio en el canal de Sicilia, Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, convocó una cumbre extraordinaria. Italia llevaba años haciendo frente a las muertes en el Mediterráneo sin ayuda. La situación requería una solución europea. “No podemos aceptar que cientos de personas mueran cuando intentan cruzar el mar hacia Europa,” decía en aquella convocatoria.
Aquella cumbre derivó en las operaciones de lucha contra el tráfico de personas que se han sucedido en los últimos años en el Mediterráneo, pero ninguna de salvamento. Pocos meses después, los líderes acordaron un sistema de reubicación y reasentamiento para aliviar la presión sobre los países de llegada – Italia y Grecia- que tampoco ha funcionado. Y el discurso del presidente del Consejo, más preocupado por “frenar la migración irregular” y aumentar la seguridad en las fronteras que por la emergencia humanitaria, también.
Con el acuerdo con Turquía, la formación de los guardacostas libios con dinero europeo y los diferentes fondos de ayuda a países de origen y tránsito principalmente en África a cambio de control migratorio, los flujos se han recudido notablemente. En 2015 llegaron a Europa más de un millón de personas, mientras que apenas 40.000 en lo que va de 2018. Sin embargo, la migración se ha convertido de golpe en un problema clave para el futuro de la Unión Europea.
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La cumbre de hoy responde más a un intento de salvar a Angela Merkel, contra las cuerdas con tres años de retraso por su política de puertas abiertas; de calmar los ánimos en Italia, que ha cerrado sus puertos a barcos de rescate extranjeros; y, por qué no, de aprovechar el posible cambio de aires que trae Pedro Sánchez.
Sin embargo, el margen para el éxito es escaso. Empezando porque la Europa a varias velocidades es imposible si hablamos de fronteras y al menos cuatro Estados miembros se niegan a sentarse a la mesa.
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Italia, Malta y Grecia, la primera línea de batalla
La minicumbre de hoy es en parte consecuencia de la decisión del recién estrenado Gobierno italiano de cerrar sus puertos a los barcos de rescate extranjeros en el Mediterráneo. Y de Malta de negarse a acoger a los que Italia rechace.
Italia es el Estado ha propuesto la creación de un sistema de desembarco de personas rescatadas en el Mediterráneo en países fuera de la UE
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Aunque la política de persecución contra las ONG en Italia no es nueva, el rechazo hace unas semanas del Aquarius con 630 migrantes a bordo y ahora del Lifeline con más de 200 supone una flagrante vulneración del derecho internacional y pone en serio riesgo la continuación de las operaciones de salvamento en la zona. Aún con ellas, más de mil personas han muerto en lo que va de año en el Mediterráneo.
Aquí Italia es el Estado más beligerante y ha propuesto la creación de un sistema de desembarco de personas rescatadas en el Mediterráneo en países fuera de la UE. La propuesta ha sido recogida por la Comisión e incluida en el borrador de las conclusiones del Consejo Europeo del próximo jueves, al que ha podido acceder Público.
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Grecia, por su parte, apenas sufre la presión migratoria desde que el acuerdo con Turquía llevara al cierre casi definitivo de la ruta del Mediterráneo Oriental. Atenas, tras el fracaso del sistema de reubicación de 2015, espera una salida a la reforma de Dublín. Este sistema establece que las personas que pidan asilo en la UE deben hacerlo en el primer país de llegada. De lo contrario, serán enviadas a éste de vuelta desde un segundo Estado miembro.
El Parlamento Europeo puso sobre la mesa una propuesta para establecer un sistema de reparto obligatorio de la responsabilidad y evitar así que la carga recaiga sobre los países en primera línea –España, Grecia e Italia-. Sin embargo, el Consejo sigue sin ponerse de acuerdo para iniciar las negociaciones.
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Los cuatro de Visegrado, los ausentes
Orban aprobó esta misma semana una ley que pena con cárcel la asistencia a personas migrantes, incluida la legal
Hungría, Polonia, Eslovaquia y República Checa no estarán hoy en el edificio Berlaymont en Bruselas, ni se les esperaba. El grupo de Visegrado, como se conoce a estos cuatro países, tiene una posición clara respecto a la migración: tolerancia cero. Los cuatro tienen procedimientos de infracción abiertos por negarse a acoger refugiados y no ocultan ni matizan su discurso racista.
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Sin ir más lejos, el gobierno del húngaro Viktor Orban aprobó esta misma semana una ley que pena con cárcel la asistencia a personas migrantes, incluida la legal, y persigue a las ONG que prestan ayuda humanitaria en este ámbito. La Comisión se limitó a confirmar que sigue “con preocupación” los acontecimientos y que procederá a examinar la legislación por si esta violara el derecho europeo. Algo que parece a todas luces evidente.
También se ausentaran de la cumbre Portugal, Reino Unido, Irlanda, Lituania, Letonia, Rumanía, Estonia y Chipre.
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Los halcones del norte
Dinamarca, que fue uno de los principales países receptores en 2015 y 2016, ha dicho basta y lleva tiempo endureciendo la legislación en particular en lo relativo al asilo
No es solo el este. Países Bajos, que vio de cerca el ascenso de la extrema derecha en las elecciones de 2017, ha adoptado un discurso muy duro respecto a la migración. Bélgica, con un polémico secretario de Estado para el Asilo y la Migración, justifica las devoluciones en caliente y apoya el discurso de Salvini.
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Dinamarca, que fue uno de los principales países receptores en 2015 y 2016, ha dicho basta y lleva tiempo endureciendo la legislación en particular en lo relativo al asilo. Austria, que toma la presidencia rotatoria de la UE en julio y cuyo gobierno está formado por los democristianos y el partido ultranacionalista FPÖ, apoya el cierre definitivo de las fronteras y amenazó incluso con mandar tanques a Italia. Holandeses, daneses y austríacos han iniciado negociaciones con la idea de crear fuera de la UE campos para los demandantes de asilo cuya petición hubiera sido rechazada, aunque tienen derecho a recurrir.
El Comisario Europeo de Migración, el griego Dimitris Avramopoulos, se mostró en contra de un “Guantánamo Bay para migrantes”. La propuesta, sin embargo, está sobre la mesa.
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La líder contra las cuerdas: Alemania
Angela Merkel, Alemania y su política de puertas abiertas fue un símbolo de la gestión de la crisis migratoria, no sin críticas desde dentro y fuera de su partido. Pero no ha sido hasta ahora, tres años después de la crisis, cuando Merkel se enfrenta a las consecuencias políticas de su decisión.
El ministro de Interior y líder bávaro (CSU), Horst Seehofer, ha dado ya un ultimátum a Merkel
El batacazo en las elecciones y el ascenso de la extrema derecha, que tras la formación de la gran coalición es la segunda fuerza en el Bundestag, ya fueron una muestra. Pero los mayores problemas le vienen a Merkel desde dentro.
Su ministro de Interior y líder bávaro (CSU), Horst Seehofer, ha dado un ultimátum a Merkel. O cierra un acuerdo europeo sobre la gestión de la migración antes del 1 de julio o Alemania empezará a expulsar a todo demandante de asilo que haya pasado previamente por otro Estado miembro y cerrará su frontera con Austria. Esto pone además muy difícil una reforma de Dublín, que ya parecía casi imposible.
Pero la gran coalición cuenta con un tercer socio, el SPD. Su líder calificó al ministro de Interior de “peligro para Europa”. Incluso aunque salvara los muebles en Bruselas, Merkel podría ver puesto en tela de juicio su liderazgo después de 13 años al frente del gobierno, justo cuando más la necesita Europa.
El frente francoespañol
Esta de junio tenía que ser la cumbre de la reforma de la Unión Económica y Monetaria en la que Emmanuel Macron se coronaría como líder de una nueva Europa. Pero la crisis política en torno a la migración le ha aguado la fiesta al liberal francés.
La decisión de Pedro Sánchez de acoger el Aquarius y liderar un cambio en la política migratoria europea ha sido bien recibida por Bruselas
Aunque Francia estaba más cerca de la posición del barco de Aquarius, Macron tardó dos días en reaccionar al cierre de los puertos italianos y malteses, y no fue para acoger el barco, aunque aplaudió el gesto del Gobierno español.
La decisión de Pedro Sánchez de acoger el Aquarius y liderar un cambio en la política migratoria europea ha sido bien recibida por Bruselas. “La decisión del Aquarius ha cambiado en cuestión de horas el debate de la crisis migratoria, recordando su dimensión humana”, dijo Frans Timmermans, vicepresidente de la Comisión Europea, durante un acto en Bruselas hace unos días.
Los presidentes francés y español se reunieron ayer en París. Sánchez y Macron proponen crear centros cerrados de desembarco para gestionar las solicitudes de asilo, sí, pero en Europa y bajo supervisión de la ONU. E insisten, necesariamente, en avanzar en la reforma de Dublín para que una vez tramitadas las demandas, quienes tengan derecho a protección internacional puedan ser trasladados a otro Estado miembro. Pero también, claro, acelerar las expulsiones de los que no. “Todo es admisible menos las soluciones estrictamente nacionales, es decir, el cierre de fronteras”, subrayó el presidente francés.
En los próximos días, Europa se enfrenta a la enésima crisis existencial. Los 28 deben buscar el equilibrio entre asumir sus responsabilidades en base al derecho internacional, un liderazgo en la promoción de los derechos que se les presume, y hallar al mismo tiempo una solución que satisfaga a los halcones de este y norte que se niegan a acoger. Esto, con el fantasma de la caída del Gobierno alemán y sobre todo, un cierre de fronteras que acabaría con Schengen y la libertad de movimiento en la UE, una de las bases de la integración europea. Nada más y nada menos.