Este artículo se publicó hace 8 años.
Mechones Solidarios: cuando el pelo sirve para fabricar sonrisas
Más de 800 peluquerías, repartidas por toda España, envían pelo que donan sus clientes a esta asociación de Málaga donde fabrican pelucas para mujeres y niñas tratadas con quimioterapia. La mayoría se entrega gratuitamente
Lucía Martín
-Actualizado a
Desde la peluquería Are you Ready? envían religiosamente, cada mes, varias cajas con unas 180-200 coletas a Málaga. Es el pelo que han donado los clientes que pasan por esta céntrica peluquería de Madrid, la que más pelo dona de toda España a la asociación Mechones Solidarios. ¿Por qué salen de allí tantas donaciones? “Quizás porque llevamos con la asociación desde que empezaron y porque la peluquería está situada en el centro de la capital”, dice su dueño, Leo Tobachi.
Hay donaciones de adultos (mujeres mayoritariamente, pero también hombres) y de niños. El precio simbólico del corte cuando se va a donar es de 5 euros: “Se les hace una coleta (se necesitan al menos 20 cm para donar) y se les corta en seco. Se mete en la caja y se hace el envío a Málaga”, añade. El envío, así como el coste de las cajas, o de los vinilos haciendo mención a la asociación, corre por cuenta de la peluquería solidaria.
En Mechones Solidarios viven entre pelo proveniente de todas partes de España: por algo hay 850 peluquerías que pertenecen a esta red solidaria. Más de 800 y creciendo. Empezaron en Málaga en 2013. ¿De dónde viene la idea de confeccionar pelucas para mujeres y niñas tratadas con quimioterapia y que no se pueden costear una? De una idea de la madre de Estela Guerisoli, al frente del proyecto. Su madre tuvo una fábrica de pelucas en Argentina.
Cuando se instaló en España le detectaron un cáncer de mama y ella misma se confeccionó su propia peluca cuando perdió el pelo tras el tratamiento con quimio. Y no dejaba de llamarle la atención la cantidad de mujeres que veía en el hospital, con el cráneo calvo, porque no podían costearse una. Esa idea se quedó ahí hasta que su hija Estela la puso en marcha, gracias a la primera donación de una clienta.
“Las peluquerías interesadas en pertenecer a la red nos contactan y nosotros le enviamos un protocolo a seguir en el tratamiento del pelo y en su posterior envío. Las peluquerías adquieren las cajas para enviarlo (cada una cuesta 50 euros), el vinilo de pertenencia a la asociación, la regla para hacer las mediciones, pulseras solidarias que pueden vender.. Con todo eso conseguimos algo de dinero para mantener el proyecto”, cuenta su portavoz, Rocío. El pelo se envía en coletas o en trenzas: se hace a través de Seur, con cuya Fundación han conseguido un acuerdo para que los envíos salgan más baratos. Todo ayuda.
“Estamos recibiendo unos 5/10 kilos semanales, la media de donación es de 90 gramos por coleta. Cuando llega el pelo se clasifica por colores y largo. Somos seis personas, 4 encargadas de fabricar las pelucas y una trabajadora social que gestiona los pedidos y los envíos”, añade.
Están haciendo unas 30 pelucas mensuales, un verdadero trabajo artesanal porque se confeccionan mechón a mechón (el proceso puede verse en la web de la asociación). Se necesitan entre 6 y 15 coletas para confeccionar una y es que en el proceso se pierde mucho pelo: hasta un 40%. “Cuando llega un pedido nos ponemos a hacer la peluca, siempre de acuerdo con lo que el cliente ha pedido”, comenta. El coste medio de fabricación es de 300 euros.
Si la persona carece de recursos económicos o los ingresos no superan los 400 euros, la peluca es gratuita. Lo máximo que una persona pagaría por una de estas pelucas, si dispone de medios económicos, son 500 euros, cantidad muy alejada de los 1.000 o 2.000 euros que se paga en el mercado por una peluca de pelo real. Y las niñas menores de 14 años las reciben siempre de forma gratuita.
¿Algún caso que les llegara más al alma? “Sí, el de la primera niña que nos llegó, los de los niños son siempre más duros. Era una cría de 16 años, gitana. Cuando perdió su cabello estaba muy deprimida, así que toda la familia se cortó el pelo para donarlo. Le quedaba muy poco tiempo de vida, de hecho se marchó a las 3 semanas, pero el verle la sonrisa cuando se puso la peluca… Su muerte fue muy dura, nuestra labor es muy bonita pero también muy dura. Fue tan duro que de hecho nos planteamos si seguir o no pero nos acordábamos de su sonrisa y así es como surgió nuestro eslogan: fabricamos sonrisas”.
Sonriendo aparece en la foto Amparo, de Málaga, luciendo su peluca de Mechones Solidarios porque esta historia quedaría coja si no apareciese quienes dan vida y sentido a la asociación: las mujeres y niñas que lucen con orgullo sus pelucas. Amparo fue a hacerse una revisión ginecológica en noviembre del año pasado: no se había notado ningún bulto en el pecho, la ginecóloga, palpando, tampoco lo había notado. Pero la ecografía vino a darle un giro imprevisto a su vida. Llegó la biopsia y la entrada en quirófano. Y la temida quimioterapia, por la que está pasando ahora mismo: “Los oncólogos me dijeron que el pelo se me caería con toda seguridad en la primera semana. Yo siempre he tenido el pelo largo, así que fui por distintas peluquerías a probarme pelucas, tanto de pelo natural como sintéticas. Me veía rara con todas y las única que me podía permitir, porque estoy separada y no tengo ingresos, eran las sintéticas”, comenta.
Amparo toma aire y sigue contándonos su historia: “Me entró depresión, imagínate, ya aparte de la propia enfermedad y le decía a mis hijas que me iba a ver toda la enfermedad encerrada en casa. Mis hijas me decían que indagase en internet, que buscase. Y así encontré Mechones Solidarios. Justo mi hija acababa de cortarse el pelo, siempre lo llevó muy largo, por debajo de la cintura. Con su pelo me hicieron la peluca, no toda pero sí es su pelo el que está en contacto con mi piel. Nadie a mi alrededor se ha percatado de que es peluca. Me da ánimos, cuando me siento mal, me miro en el espejo y el hecho de ver que es el pelo de mi hija me anima”, comenta.
Amparo solo tiene buenas palabras para la asociación: “Les dije que haría por ellos lo que me pidiesen, me han tratado tan bien, con tanto cariño, con tanta complicidad, me he sentido tan bien. Y sin cobrarme nada”, añade. Dice esta malagueña que hablar de cáncer es pensar en muerte, que da vértigo: su principal miedo es el sufrimiento, que sus hijas la viesen degradarse. “Pero lo estamos llevando bien”, finaliza. Y nos sonríe desde su foto, en la que luce orgullosa el pelo de su hija.
Para más información sobre cómo colaborar con Mechones solidarios, pinche en este enlace
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