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Otra manera de acoger refugiados: encuentros semanales para enfrentar el día a día

La ONG BarcelonActua pone en contacto a un migrante y un voluntario local que le acompaña en su empoderamiento

Mamadou, María José y Tito, que se han unido al proyecto de la ONG BarcelonActua. ESPERANZA ESCRIBANO

“A mí me gusta mucho el fútbol y quiero jugar en el Barça”, dice Tito a un lado de la mesa. “Fútbol, fútbol y fútbol, está que no para”, responde desde el otro María José. Podrían ser madre e hijo, pero son referente y refugiado. Los pone en contacto BarcelonActua, una ONG de Acción Social que desde hace unos meses impulsa un programa de encuentros entre un usuario y un voluntario. Un proceso de acompañamiento personal para superar el lío burocrático cada vez más complejo en que se ha convertido residir en España sin tener pasaporte.

La idea se le ocurrió a Griselda Bereciartu, responsable de ámbito ‘refugio’ de la ONG. Cuando un migrante llega a España, puede solicitar protección humanitaria y es entonces cuando empieza la Fase 0. Pueden pasar hasta meses hasta que la petición se procese o incluso ser denegada. En ese período, lo que Bereciartu llama la “fase indecente”, los refugiados peregrinan entre hostales o casas de acogida y es cuando su vulnerabilidad aumenta. En esa etapa es en la que la responsable quería incidir impulsando encuentros entre quienes son de aquí y quienes han venido a serlo.

María José, médica de profesión, lleva años dedicando parte de su tiempo libre al voluntariado y cuando Bereciartu le comentó su idea, se apuntó enseguida. Los encuentros con Tito comenzaron en marzo y al principio fueron difíciles. “Él se empeñaba en que su español era muy bueno, pero yo no le entendía, ahora ya entiendo mejor su castellano y él el mío”, comenta frente a un té. Tito llegó de Guinea Conakry a Barcelona hace 9 meses y todavía no se siente capaz de hablar de su proceso de emigración. Cuenta sólo que entró al Estado español a través de Ceuta y que su pasión por el fútbol le hizo llegar a la capital catalana. Ahora juega en 4 equipos diferentes y ya está pensando en el quinto.

El fútbol, la cocina o la informática son herramientas de integración que BarcelonActua pone en marcha para aliviar el proceso de acogida que debilita la salud mental de los solicitantes de asilo. Y sobre todo, clases de castellano. “Cuando estás pendiente de dónde vas a poder vivir o de cuánto falta para que te concedan un permiso de trabajo, puedes acabar muy mal”, afirma la responsable de refugio. Tito cuenta muy emocionado cómo gracias a la ONG pudo asistir becado a un torneo de fútbol en Olot al que acudían ojeadores. Lo hace sonriendo porque probablemente fue uno de los mejores momentos que ha pasado desde que llegó a Barcelona.

Un Estado arbitrario

Los encuentros están diseñados para ser semanales durante 3 meses, pero Tito y María José son ya casi familia y siguen quedando en una cafetería de Sant Gervasi. Cuando hay que hacer papeleos, quedan en otro sitio, pero si no, se ven allí porque quedar para hablar de la vida “también es muy importante”, advierte María José. “Es mi tía madre”, dice él.

A las quedadas se ha unido Mamadou, otro usuario del que María José ha empezado a ser el referente. “Su caso es muy diferente, porque mientras Tito llegó solo, Mamadou lo hizo con su mujer embarazada y una niña”, explica. Mamadou huyó de Guinea Bissau y antes de llegar a España vivió en cerca de 10 países. Malí, Senegal, Gambia, Libia o Italia. Cuando vivían en Libia alguien que daba trabajo a Mamadou le amenazó de muerte: o se iba en barco, o lo pegaba un tiro. Se subieron a una embarcación él y su mujer embarazada de su primera hija y llegaron a Palermo. Pero al cabo de unos meses, el centro de acogida en el que estaban cerró y alguien les consiguió un billete para llegar a Barcelona, donde se hizo cargo de ellos Cruz Roja.

María José les ha echado una mano a los dos para entender la burocracia a la que deben enfrentarse los inmigrantes, muchas veces arbitraria. Tito está a punto de obtener su segunda tarjeta roja, el último paso antes de conseguir el permiso de trabajo, con el que podrá buscar un empleo. Lo importante será después conseguir el padrón para acceder a la tarjeta sanitaria, pero María José comenta que es el paso más difícil y cada vez tiene más requisitos. Vive de momento en un hostal en Poble Sec, va a clases de español y entrena al fútbol. “Es importante tener rutina”, comenta.

Mamadou enseña en este encuentro las fotos de apartamento que por fin les han concedido a él y a su familia, que tiene tres habitaciones. No cabe en sí de la felicidad. Ha salido de la Fase 0 y ha entrado en la 1, de acogida temporal. Dentro de la arbitrariedad del sistema de acogida, para él fue fácil conseguir una tarjeta sanitaria con la ayuda de María José y sin tener aún el padrón en Barcelona.

Cada caso es un mundo y en 2019, el éxito o no de un proceso de integración sigue en muy pocas situaciones los pasos reglamentados y todavía depende mucho de la suerte, las ganas o la simpatía de poder. Es en esa arbitrariedad donde reside el poder de un Estado que se muestra en la mayoría de ocasiones, reticente ante la llegada de migrantes del sur. El gobierno de Pedro Sánchez decidió en junio de 2018 acoger a los pasajeros del Aquarius, el barco de rescate de Médicos sin Fronteras en el Mediterráneo, ante la negativa de la Italia de Salvini a aceptarlos. Sin embargo, esta semana pasada ha amenazado a la ONG catalana Open Arms con multas de hasta 900.000 euros si sale a rescatar vidas en el mismo mar.

María José ha aprendido a tomarse la vida con mucha más filosofía desde que conoció a Tito y a Mamadou. “Con todo lo que viven ellos, ¿voy a amargarme por tonterías yo? ¿me voy a enfadar porque se estropee la lavadora? No merece la pena”, opina. La idea es que una lavadora rota llegue a ser el máximo problema que tengan algún día Tito y Mamadou.

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