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Insultos machistas y amenazas hacia una joven por vestir pantalón corto

Una joven murciana denuncia el ataque de un agresor que la escupió, insultó y amenazó por vestir pantalón corto. Tras la denuncia del caso, no se ha podido identificar al individuo porque la policía no acudió a tiempo para hacerse con la única prueba: las cámaras que grabaron la escena en una gasolinera.

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Mika, una joven que sufrió un ataque de un agresor que la escupió, insultó y amenazó por vestir pantalón corto.

madrid,

Todo empezó a finales de julio cuando Mika, una joven de 24 años, iba a casa a las 10.30 de la mañana. El lugar no era un espacio abandonado, sino una avenida de Murcia por la que suele pasar gente, y más a esas horas.

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“Iba tan tranquila, en un día de calor con 34 grados. Ya estaba cerca de la gasolinera cuando, a lo lejos, empiezo a escuchar gritos de ‘puta, zorra, asquerosa’, y de todo lo que te puedas imaginar”, explica la joven. Al principio, ella pensaba que iban dirigidos a otra persona, pero escuchaba cada vez los insultos más cerca y más fuertes.

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“Me giré, -relata, Mika-. Miré a dos chicos que iban detrás y, de pronto, se me acerca un hombre montado en bicicleta, que era el que insultaba, y que me increpa cada vez con más intensidad”. El agresor tira con fuerza la bicicleta al suelo y escupe a Mika. “Ya no me acuerdo bien ni lo que dije porque estaba muy nerviosa y me puse a llorar, mientras intentaba avanzar. Solo recuerdo preguntar por qué, por qué me hacía eso. No me salían las palabras. Los chicos, que lo habían visto todo, me ignoraron. Hablaban entre ellos tan tranquilos”.

El tipo se acercó más y “me dijo que me insultaba porque yo llevaba pantalones cortos. Él decía que se me veía casi el culo y que tenía el derecho de insultarme. No era el caso, pero hasta si hubiese ocurrido así, nadie tiene derecho a insultarme por cómo me visto. Él era imparable. Seguía con una retahíla de palabrotas y amenazó con partirme”, describe la joven.

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Imagen de su vestimenta aquel día.

Mika decide enfrentarse a su agresor, fuera de sí, y le indica que va a llamar a la policía. La respuesta del individuo es escupir sobre ella por segunda vez y responderle que “cuando la policía llegue, yo ya estaré en mi casa”. Acto seguido, coge la bicicleta, pasa con ella por la gasolinera y sigue por la avenida sin parar de insultarla. Nadie salió en su apoyo, nadie la defendió en aquel momento.

Mientras él se alejaba, y tras unos segundos de parálisis en los que tiene que asimilar lo ocurrido, la ansiedad invadió a Mika mientras hablaba con la policía. “Me dicen que los de la patrulla iban a buscarlo. Me ayudan por teléfono a tranquilizarme, aunque me costaba mucho. Me dicen que tengo que denunciar porque es la única manera de localizar a ese hombre. Así que, de camino a casa, llamo a mi marido para decirle lo que había ocurrido”.

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En aquel trayecto no podía olvidar la cara de aquel hombre que la acababa de insultar: alto, de unos cuarenta años, muy moreno, español, le faltaban algunas piezas dentales, vestía camiseta naranja y llevaba una bicicleta de color claro.

Asegura que en comisaría dos agentes la atendieron con amabilidad, la apoyaron y le aconsejaron llevar un spray de pimienta para protegerse. También le preguntaron que si, cuando la policía se lo pidiera, ella podría identificar al agresor. “Respondí que por supuesto. Aquello me dio mucha seguridad porque me daba la certeza de que iban a buscarlo”.

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Al día siguiente, de camino al trabajo, Mika entró en la gasolinera. Informó a la empleada de que había realizado una denuncia y que la policía vendría en busca de las cámaras de grabación, para poder identificar al individuo. Algunos contactos ya le habían indicado a Mika que tuviese cuidado y preguntase en qué plazo se destruían esas grabaciones. “Había personas que comentaban que, según la empresa, las imágenes se borran en 48 horas y que otras tardan más días. La empleada de la gasolinera me respondió que, en su caso, eran dos días. Después, de forma automática, se borrarían las imágenes”.

“Me atiende una señora y me dice que el policía que lleva el caso está de vacaciones"

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Pasó otro día, y Mika y su marido acuden a comisaría para decir que ya mismo se agota el plazo para localizar la grabación. El policía le comenta que a la mañana siguiente debe llamar a un teléfono y proporcionar su número de atestado. Así lo hace Mika nada más levantarse. “Me atiende una señora y me dice que el policía que lleva el caso está de vacaciones. A mí, como excusa, no me vale porque otro compañero podría hacerse cargo. Le recuerdo que está agotado el plazo para las grabaciones y me dice que, de todas formas, en un caso de injurias y vejaciones como el mío, no pasa nada. Que conforme llega al juzgado, se archiva. Y me indica, además, que si me hubiese agredido o pegado, o me vuelve a pasar, entonces sí podrían hacer algo”, comenta Mika. La joven se siente indefensa, no se esperaba esa contestación. Le recuerda a la señora que ella debe coger ese camino al trabajo cada día y que se lo puede volver a encontrar.

Dos horas después la llaman de nuevo de comisaría y preguntan por el horario en el que el suceso ocurrió. “Me lo preguntaron porque me dijeron que irían a por las grabaciones, pero tras mi respuesta, este señor me indica que yo no metiera más presión, que había delante mía casos igual de importantes. Y yo no estaba metiendo presión-aclara-. Me da igual el tiempo que luego tardaran en resolver o investigar, pero solo les quería informar que en la gasolinera, a las 48 horas, las imágenes se borran. Solo quería informar que era nuestra única prueba para identificar al agresor y que la íbamos a perder”. Cuando la policía llegó a la gasolinera, ya fue tarde. Estaban borradas. Sin imágenes, no habría identificación del individuo. La denuncia caía en saco roto.

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Para Mika, “aquella mujer que me atendió me desarmó con tanta franqueza. Hay maneras de decir las cosas. Que un caso se archive no exime que dejen de investigar o que no vayan a por una prueba. Ha sido todo un cúmulo de dejadez”, comenta.

“Hay gente que dice que lo mío no es una agresión machista pero se me ha atacado por ser mujer”

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A pesar de que apenas usa Twitter, Mika decidió compartir su historia en redes, hasta que se hizo viral. Primero, con mucha gente apoyándola, pero horas después empezaron a llegar personas que dudaban de su historia. “Era algo que no me esperaba porque yo contaba la verdad y no pensaba que se pusiera en duda, nunca pensé que alguien fuera tan retorcido. Me han dicho que incluso buscaba retuits, cuando yo apenas lo uso. Twitter no me da de comer. Tuve hasta que compartir el audio en el que estaba llorando, mientras se lo contaba a mi marido. Algunos comentarios fueron muy duros e incluso pensé borrar el hilo, pero es justo lo que quieren que hagas y no van a ganar. No voy a dejar que me supere”, comenta decidida.

No se arrepiente de cada paso dado porque sabe que, con su caso, ayuda a que se conozcan este tipo de agresiones, a que otras mujeres cuenten su propia experiencia idéntica y a que otras personas sepan que esto sigue ocurriendo.

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Ahora, cuando sale tarde de su trabajo, se suele pedir un taxi o los compañeros del trabajo la llevan en coche a casa. ¿Y la ropa? “Al principio pensé en cambiarme de pantalón para ir a la policía, pero luego me pregunté por qué. No voy a cambiar. Yo me sigo poniendo pantalón corto o vestidos porque entonces no sería coherente con lo que denuncio”.

Y antes de terminar quiere dejar una cosa bien clara: “Hay gente que dice que lo mío no fue una agresión machista. Sí que lo fue porque los dos hombres que iban detrás llevaban pantalón cortos. Los dos. ¿Por qué no se insultó a ellos y a mí sí? Por ser mujer e ir sola. A ellos no les dijeron puto, ni zorro, ni guarro, ni marrano. Se me dijo a mí. Se me ha atacado por ser mujer”.

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