Este artículo se publicó hace 4 años.
Félix López Rey OrcasitasGuerra contra las infraviviendas y las drogas: Félix López Rey, el hombre que llevó la revolución al sur de Madrid
El histórico activista de Madrid y concejal hoy por Más Madrid, celebra medio siglo de lucha social en Orcasitas.
Madrid-Actualizado a
A escasas horas de que el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, encendiera la semana pasada las 10,8 millones de luces LED que componen la iluminación navideña de la ciudad este año (un refulgente despliegue de color en el que el Consistorio ha invertido, en plena pandemia, 3,17 millones de euros —cifra que incluso supera los 3,08 millones del año pasado—), Félix López Rey, concejal del Ayuntamiento por Más Madrid, tomó un megáfono.
Lo hizo con la idea de denunciar, en mitad de la euforia navideña, la oscuridad en que se ven sumidas día tras día algunas calles de Orcasitas, su barrio en el sur de la capital desde hace más de 60 años. Acompañado por Nacho Murgui, vocal de varias comisiones en el Ayuntamiento y concejal del distrito Centro, no le costó demasiado conseguir que se le unieran unos 200 vecinos y vecinas que, linterna del móvil en mano, recorrieron con él algunas de las calles más emblemáticas de Orcasitas, como la del Rancho, Pradolongo o la del Encierro. Mientras lo hacían, de cuando en cuando se detenían en la vivienda de alguno para demostrar con vídeos colgados en las redes sociales que para llevar a cabo gestos tan cotidianos como encajar la llave en la cerradura de sus casas era necesario iluminar con una linterna.
"No me cuesta nada reunir a 200 vecinos. Estamos acostumbrados a pelear juntos", explica López Rey algo menos de una semana después, sentado en un banco de la plaza de la asociación. No muy lejos de allí, recuerda, estaba la chabola a la que llegó en octubre de 1956 desde el toledano pueblo de Polán, cuando Orcasitas era apenas una zona más del pueblo de Villaverde —la capital de España quedaba tan lejos que desde ahí "se viajaba" a Madrid— sin asfaltar, sin agua, sin electricidad, sin alcantarillado y llena de infraviviendas construidas mal y rápido, pues era sabido entre los vecinos que, una vez plantado el techo de uralita, ya era muy difícil que la Guardia Civil desalojara a la familia.
"Hacíamos nuestras necesidades en cubos, y por la noche, porque nos daba vergüenza, las mujeres iban a un par de descampados a tirarlas. Ellas siempre se han llevado la peor parte, por eso pedí que se les hiciera ese homenaje", explica López Rey mientras señala la escultura de mujer que acompaña la fuente que preside la plaza. Cada esquina de Orcasitas le trae a la memoria el recuerdo de una lucha, una protesta, una reivindicación vecinal. "Desde que me despierto, mi obsesión siempre ha sido cómo mejorar las cosas", resume López Rey. Todas estas batallas están ya reflejadas en un libro de memorias de más de 500 páginas escritas por Javier Leralta, un proyecto que le propuso en su día la exalcaldesa Manuela Carmena bajo la promesa de sacar al menos una primera tirada de 1.000 ejemplares para repartirlos gratis entre los vecinos. Pero Carmena perdió la alcaldía, y, por ahora, el actual Ayuntamiento se resiste a culminar la idea aduciendo falta de presupuesto.
Marido, padre de tres hijos, maestro artesano, librero, efímero trabajador en la fábrica que Chrysler tenía en Orcasitas —apenas un año, hasta que descubrieron sus vínculos con el PCE—, López Rey entró en la lucha vecinal casi de casualidad. Lo hizo a principios de los 70, cuando, en un arrebato de indignación, se le ocurrió llamar al programa de radio Madrid protagonista: "El hombre ha llegado a la Luna, pero en Orcasitas seguimos cagando en latas", protestó López Rey con su habitual capacidad de síntesis. La frase y su autor se hicieron célebres en el barrio. Así, cuando en 1970 unos representantes de Canal de Isabel II se acercaron a Orcasitas para hallar el modo de acercarles agua potable y preguntaron por algún representante vecinal, todos lo tuvieron claro: "Hablen con el hijo de la Tomasa".
La revolución que empezó con un barrendero
Aprovechando el escaso margen que les daba una ley de 1964 de asociaciones familiares, los vecinos de Orcasitas constituyeron su asociación en 1971 con sede en la casa de López Rey. Concretamente, en su cocina, un habitáculo de escasos 12 metros cuadrados que también hacía las veces de bañera para sus hijos y de habitación para su suegra.
Pero si hubo alguien que cambiaría para siempre la suerte de Orcasitas, ese fue Agustín Sánchez Corriendo, barrendero que en 1973 se acercó a López Rey con un documento oficial que se había encontrado. En él, se detallaban unos planes para expropiar las chabolas del barrio y construir pisos. Fue el inicio de una durísima batalla legal en la que, asesorados por abogados de izquierdas como Cristina Almeida o Manuela Carmena, y por arquitectos como el marido de ésta, Eduardo Leira, 2.300 familias batallaron durante años para que los gerentes de urbanismo, por aquel entonces autoridades militares, les dieran garantías por escrito de que podrían acceder a esos pisos. Finalmente, gracias a la intercesión de Eduardo García de Entrerría, considerado uno de los juristas españoles más importantes del siglo XX, lograron en el Tribunal Supremo, en 1977, la llamada sentencia de la memoria vinculante, que cambiaría sus vidas para siempre.
"Logramos lo que jamás imaginamos, fue una verdadera revolución. Nos pagaron a 3.000 pesetas el metro de chabola, y pagamos a unas 8.000 pesetas el metro de vivienda en propiedad, que podíamos pagar a 35 años". El resultado, calcula el concejal, es que, a cambio de unas hipotecas por las que han pagado unos 30 euros al mes, muchos en el barrio adquirieron en propiedad un piso con el que luego han podido pagarse una residencia cuando ya no podían valerse por sí mismos. Los logros no quedaron ahí: a través de maquetas a tamaño real, las familias pudieron además elegir por votación popular cómo querían que fueran sus futuras casas.
Pero no todos en el barrio vieron aquello como un triunfo. Los miembros del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP), organización terrorista de carácter antifranquista, entendieron que aceptar la expropiación era una rendición, y que todo lo que no fuera conseguir 40.000 pesetas por metro de infravivienda era una derrota. El resultado fue que durante años, López Rey, convencido militante del PCE, estuvo amenazado de muerte por el FRAP, que lo consideraba un traidor a la clase obrera.
Bailar en política
"Yo nunca leí a Marx ni a Engels. A mí me hicieron comunista las condiciones en que crecí. Un día pensé que si querer ducharme todos los días era ser comunista, pues vale, yo era comunista", explica López Rey, un hombre considerado siempre un verso suelto por el aparato del PCE, donde, como en la mayoría de partidos, se premió antes la obediencia al partido que la obediencia a las convicciones personales. La buena fama de la que goza López Rey entre los vecinos del sur y del este de Madrid, el cinturón rojo de la capital, obligaron sin embargo a encontrarle sitio: fue concejal de Madrid entre 1987 y 1999. "En el 91 me dijeron que no se fiaban mucho de mí. Les dije que me parecía bien, que yo tampoco me fiaba de ellos", recuerda.
Parte de estas reticencias derivaba del hecho de que López Rey estuvo dispuesto a entenderse con fuerzas políticas diametralmente opuestas a la suya si con ello conseguía arañar a la Administración algo para Orcasitas. Notoria fue durante años su buena sintonía con Agustín Rodríguez Sahagún, el centrista que, aliado con Alianza Popular, desbancó al socialista Juan Barranco de la alcaldía de Madrid.
Esta buena relación, según se relata en las memorias de López Rey, se tradujo, por ejemplo, en una visita de Rodríguez Sahagún a Orcasitas en los peores años de la droga, a finales de los 80, cuando tomar el transporte público cada mañana significaba esquivar camino al autobús una buena cantidad de jeringuillas. Obsesionado con esto, como miembro de una comisión contra las drogas organizada en el Ayuntamiento, López Rey preparó al entonces alcalde una visita guiada por el barrio.
La tarde acabó con el alcalde bebiendo champán con personas drogodependientes que le hablaron de cómo la adicción a todo tipo de sustancias había destruido su vida. "Félix, cualquier iniciativa que te bloqueen en la comisión, ni te molestes en discutirla. Te vienes a mi despacho directamente y lo hablamos", dijo el alcalde antes de irse. Fue el principio de una sucesión de fuertes campañas contra la drogadicción que, con el paso de las décadas, lograron que Orcasitas volviera a ser un lugar apto para pasear en familia."Yo siempre digo a todo el mundo lo mismo, que vengan y vean las necesidades que hay", explica el concejal.
Con la llegada del nuevo siglo, López Rey abandonó las instituciones, pero no la lucha vecinal. En los años sucesivos, lideraría, entre otras muchas, campañas contra unas torres de luz cuyo magnetismo contribuía a que la tasa de cáncer de mama fuera en Orcasitas cuatro veces más alta que en el resto de Madrid; llevó una muestra de miles de cucarachas a la Junta Municipal de Usera en protesta por la inacción de las autoridades ante las plagas que invaden el barrio en verano; o luchó por desmontar los muchos techos de uralita, que contienen el amianto —nombre comercial del asbesto, culpable de la asbestosis, un tipo de cáncer de pulmón— que aún campa a sus anchas en el barrio. En definitiva, siguió luchando por su Orcasitas de toda la vida.
En 2019, en una comida informal, Manuela Carmena, candidata a la reelección para ser alcaldesa por Más Madrid, le dejó caer:
–Félix, quiero que vuelvas y vengas en mi equipo.
–Manuela, tengo 72 años y tomo nueve pastillas diarias —respondió él.
–Bueno, de eso no te preocupes. Yo soy todavía más vieja y tomo más pastillas —le contestó ella.
Pocos se han sorprendido más que él, hombre de consensos, con la actitud beligerante de la nueva derecha en Madrid: "Son mucho más agresivos que hace 30 años. Entonces se podía hablar. Ahora gritan, mienten y envenenan todos los debates para crear desafección política entre la gente".
La estrategia, por ahora, resulta exitosa: en las últimas elecciones a la alcaldía, solo el 60% de los electores de Villaverde votaron, mientras que este porcentaje se disparó hasta el 76% en el acomodado Retiro. Inasequible al desaliento, López Rey espera ayudar a dar la vuelta a estos datos en las próximas elecciones. De presentarse a alcalde, como sugieren ya algunas voces, no quiere saber gran cosa, pero los ojos se le iluminan con otros proyectos: "A mí lo que me hace ilusión es contar a los jóvenes lo que ha sido Madrid, igual que hago con mis nietos. Por eso tengo tanto interés en sacar mis memorias, para que la gente recuerde lo que hemos luchado aquí". Será su siguiente batalla.
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