regulación contra la comida basura
El Gobierno contra la comida basura, una batalla que llega tarde
El nuevo Ministerio de Consumo ha dejado entrever que quiere legislar contra la comida rápida. Los agentes sociales más implicados en la materia proponen medidas para que el Gobierno tome como referencia.
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madrid, Actualizado:
En un Burger King del madrileño Barrio del Pilar, un grupo de menores engulle el habitual menú whopper con patatas y bebida, mientras a sus pies descansan unas bolsas verdes que ocultan, sin mucho éxito, botellas de ron y de vodka. Su conversación les delata; las hamburguesas son el tentempié previo al botellón que van a realizar en el parque de La Vaguada, el más grande de la zona, con recovecos para esconderse de las autoridades.
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Seguro que, más o menos incisivos, los padres de los muchachos les habrán advertido sobre los riesgos del alcohol, pero es menos probable que haya habido una charla en torno a las casi 1.500 calorías que han ingerido en cuestión de minutos, sin contar los aditivos y conservantes de propina.
Desde que se creó, el Ministerio de Consumo no ha dejado de ocupar portadas gracias a sus promesas y proyectos. La cartera de Alberto Garzón tiene entre ceja y ceja regular las apuestas online, para las que ya ha limitado su espacio publicitario en televisión, pero también ha dejado entrever su intención de encorsetar la comida basura y las bebidas azucaradas. Pese a las expectativas, aún no se ha oficializado ninguna medida, ya que necesitan "que avance un poco más el trabajo del gabinete". La legislatura será larga.
La comilona de la pandilla que se prepara para exprimir la tarde-noche es conocida como "hambre emocional". Llega el fin de semana y una pizza con amigos o una cena en una hamburguesería suelen ser planes habituales. Gominolas en el cine o perritos calientes en un partido de fútbol. Cuando la comida insana se mezcla con el ocio, el problema se agrava.
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"El ramen tiene tanto glutamato que a algunas personas les da dolor de cabeza"
Lo peligroso de la comida basura –también llamada por especialistas comida chatarra– es que es difícil mantenerse al margen de su consumo. No se evita solamente dando esquinazo al McDonals o al Telepizza. "La bollería industrial, la comida china, el pan de molde, la bebida azucarada... El ramen, por ejemplo, es la comida basura de los japoneses. Tiene tanto glutamato que hay gente que, al terminar de comerlo, tiene dolor de cabeza", asegura Raquel Frías, dietista consultada por Público. Andrea Calderón,nutricionista y secretaria de la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación (SEDCA), añade: "Hay productos camuflados como los light, los 0%..., con publicidades confusas, que son igual de insanos, pero que no lo parecen".
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Junto a ese grupo de jóvenes, una madre merienda con su hijo, que negocia con insistencia la posibilidad de un helado de postre. Un estudio de The Economist encontró que los párvulos de familias pobres tienden a la obesidad más que los de familias pudientes, idea que confirma que la malnutrición tiene un componente de clase; es más grave en los barrios con rentas bajas. La obesidad en los barrios obreros es de un 22,37% frente al 9,29% de las familias con mayores ingresos, según el INE.
Del IVA a impuestos disuasorios
Los agentes sociales quieren servir de antorcha que guíe al Gobierno y por ello proponen algunas de las necesidades primordiales a regular. Además, muchas de ellas "apenas tendrían coste", advierte Javier Guzmán, director de Justicia Alimentaria.
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"No puede ser que el chocolate tenga el mismo IVA que una manzana"
"No tenemos una fiscalidad alimentaria alineada con el objetivo de salud pública. La comida saludable cada vez es más cara y eso tiene impacto en la salud", analiza Guzmán, que propone un sistema de impuestos para gravar los productos insalubres y así evitar que su precio sea inferior al de la comida sana. "Cien por cien vacuno dice el Burger King... pero a ver qué parte del vacuno, qué féculas, qué almidón...", se pregunta Frías.
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Establecer regímenes tasativos es una medida que la SEDCA toma con algo de recelo. ¿Dónde estaría el límite? "Hay muchas cadenas que tienen comida insana, pero hay otros productos que no, por lo que habría que analizar los productos, luego puede haber hamburgueserías alejadas de las cadenas que tengan mejor calidad, que tal vez no merecerían una subida de impuestos", dice Calderón.
Justicia Alimentaria, en cambio, propone que se implementen sobre los alimentos insanos impuestos especiales que sirvan como elemento disuasorio. Ponen como ejemplo Catalunya, que tras dos años con este tipo de gravámenes en las bebidas azucaradas –Coca Cola, Pepsi, etc– en vigor ha logrado que descienda su consumo. Entre otras medidas, estaría la regulación del IVA en aquellos productos que se quieren potenciar. "No puede ser que el chocolate tenga el mismo IVA que una manzana, que debería tener el IVA al 0%", insiste Guzmán.
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Como con las apuestas online y los negocios del juego, la organización considera necesario limitar los anuncios de este tipo de comida, que además hacen sus apariciones en horarios y canales donde el público es, en su mayoría, menor de edad.
Inspirarse en otros países
España no sería, ni de lejos, un país pionero en la materia. Portugal tiene un impuesto especial para los alimentos cargados de sal, como las patatas fritas. En Francia hay una tasa especial para la comida basura desde 2016 que depende de la cantidad de calorías del alimento y hasta Berkeley (California) estipuló una carga disuasoria en las bebidas azucaradas que logró una reducción en su consumo de hasta el 50%.
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Chile también serviría de inspiración gracias a su etiquetado, sistema que ayudaría a las familias a la hora de hacer la compra y saber qué productos son más sanos que otros. En el país latinoamericano funcionan con un hexágono de color negro, que se imprime en los productos más insanos; algo así como las advertencias que aparecen en las cajetilla de tabaco. Es un sistema público que alerta al ciudadano, le sube el precio y limita su publicidad en televisión. "Nosotros creemos que habría que abordarlo como hacen allí, que es un modelo claro y estricto", valoran desde la SEDCA.
Objetivo: colegios y hospitales
La mala dieta provoca una de cada cinco muertes en el mundo, según un estudio publicado en la revista The Lancet, eso sin contar los millonarios gastos médicos que supone la ingesta de comida basura o una malnutrición crónica. El sobrecoste médico –inversión del Estado que, de primar en la sociedad una dieta sana, se podría evitar– alcanzó en 2016 los 1.950 millones de euros, un 2% del presupuesto sanitario español, según una investigación publicada en Revista Española de Cardiología.
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"En los hospitales hay muchos procesados y es donde más se tendría que cuidar la calidad"
El 75% de las escuelas de cero a seis años de la Comunidad de Madrid dependen de caterings externos para dar de comer a los estudiantes, lo que supone un problema a la hora de controlar su alimentación. Muchas organizaciones e instituciones piden que, al menos, la comida basura esté totalmente marginada en los lugares públicos. "En el Ejército, los hospitales y los comedores de colegios tendrían que tener una alimentación basada en productos ecológicos y de proximidad, que además favorecería nuestro mercado. Quizás una croqueta es lo más sencillo, pero no lo más sano", apunta Montse Escutia, ingeniera agrónoma y secretaria de la organización Vida Sana. El SEDCA va más allá e incluso valora la creación de una asignatura en los colegios para instruir sobre los valores nutritivos.
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Su organización pretende evitar el desperdicio de alimentos y reducir el uso de plásticos, cuestiones que van ligadas a las formas de consumo derivadas de la comida rápida. "Trabajamos para que las escuelas que lo adaptan disminuyan la proteína animal y la sustituyan por proteína vegetal. Habría que poner el ojo en los hospitales, porque hay muchos procesados y es donde más se tendría que cuidar la calidad", arguye Escutia.
El Gobierno se ha cargado con la responsabilidad de aliviar un problema totalmente insertado y naturalizado dentro de la sociedad española. Así como en su momento fue el tabaco en espacios cerrados o las gigantescas campañas contra el alcohol al volante, la nueva década tiene como objetivo regular la comida basura y extraerla de lo común, de lo cotidiano, de lo natural. Montse Escutia resume la necesidad de algún elemento que acote la libertad de los alimentos insalubres: "Cada vez hay menos tiempo y es poco común lo de ir al mercado con la lista de la compra. Ya no sabemos ni lo que tenemos en la nevera".