Este artículo se publicó hace 4 años.
Efectos pandemiaLos estragos de un curso sin actividades extraescolares
Ante el año en el que menos actividades extraescolares se llevarán a cabo, los profesionales inciden en la importancia de no perder los hábitos saludables, no caer en el sedentarismo y cuidar la alimentación de los más jóvenes.
Madrid-
El siguiente curso escolar será el primero en el que muchos chavales no puedan practicar más deporte ni actividad que la impartida en la asignatura de Educación Física. Los efectos: falta de socialización más allá del núcleo familiar en las edades más tempranas, sobrepeso y, otra vez, cambio de hábitos. Los profesionales de la psicología, pedagogía y nutrición advierten que las consecuencias se pueden aminorar con cierta creatividad y la consciencia los adultos, que deberán buscar aliados entre unos y otros para que toda la carga no vuelva a caer sobre ellos de forma constante.
Como en todo, una pesada duda sobrevuela en torno a las actividades extraescolares, el comodín para los trabajadores del turno partido, en el primer año escolar que empieza con una pandemia mundial tocando a las puertas de las UCI. El deporte es la alternativa que más destaca en este tipo de actividades, por ello, Andrés París, pedagogo especializado en coaching educativo y deportivo, remarca la importancia de sus funciones en un periodo en el que se pueden ver alteradas: "La transmisión de valores es esencial; también la función educativa más allá del aula; pero el confinamiento nos ha hecho ver que un deporte es sobre todo para adquirir una serie de rutinas y responsabilidades en los más jóvenes que les viene muy bien para afrontar su día a día".
En este sentido, Yurema de la Fuente, psicóloga y presidenta de Sumando, una asociación dirigida a proteger la infancia, añade que "lo importante no es la restricción como tal sino qué se puede hacer para compensarla". Pese a que existirán algunas ofertas de extraescolares enmarcadas fuera de los colegios, como las que ofrecen los servicios municipales de cada localidad o centros vecinales, todo indica a que la mayor parte de los niños y adolescentes que las realizaban tendrán que dejar de hacerlo. "El efecto psicológico se produce al restringirles la actividad. Cuando no existe el contacto hay un daño en los mejores. Los chavales, a partir de los 6 años, necesitan contacto social y aprender una serie de habilidades que se interiorizan con otros chavales, como el saber relacionarnos fuera de la familia. Se necesita vivir, experimentar, tener conflictos y sentir apoyo hasta que se resuelven", concretiza la psicóloga.
"Nos vamos a encontrar chavales que desde las tres de la tarde hasta las diez de la noche que se duermen van a estar sin hacer prácticamente nada, lo que equivale a mucho móvil y ordenador de forma desestructurada", según opina de París. Al respecto, De la Fuente añade que las pantallas también han servido para satisfacer ciertas necesidades provocadas por la emergencia sanitaria; además, "hay que ver qué hacen cuando juegan a la consola, porque muchas veces están interactuando con otros chavales", en sus propios términos.
Biosíntesis entre deporte y nutrición
La diestista y nutricionista especializada en sobrepeso y obesidad, Laura Jorge, prevé que los índices de sedentarismo aumentarán durante el curso escolar. "Por lo que hemos visto durante los meses de confinamiento, los hábitos se han descontrolado por la situación estresante y la ansiedad que sentían tanto los niños como los adultos". De esta forma, "los niños están comiendo lo mismo pero no lo queman", apunta la nutricionista. Preguntada por qué recursos tiene un padre y una madre para cuidar la correcta alimentación de su hijo o hija, la especialista responde que "antes de cambiar los niños y los adolescentes tendrían que cambiar los adultos, ya que es muy difícil que un chaval entienda que le exijas que coma o haga algo cuando tú no le acompañas".
Laura Jorge señala que "cuando vivimos una situación de nerviosismo e incertidumbre" se crea el hambre emocional
Ella misma señala un concepto que se ha materializado en multitud de personas a lo largo del confinamiento y que se podría repetir en el caso de que el sedentarismo adquiriera más protagonismo en la vida de los jóvenes: el hambre emocional. Lo define como aquél apetito ansioso, que pide un producto en concreto, con más grasa, sal o ultraprocesado. "Se da cuando vivimos una situación de nerviosismo e incertidumbre. No es un hambre real, sino emocional ya que viene desencadenado por nuestro estado anímico. Aunque normalmente aparece al final de la jornada, hay mucha gente que lo sufría durante todo el día", aclara Jorge.
París, el pedagogo deportivo y educativo, incide en la canalización de energía que suponen las actividades extraescolares. "Si vienes con una trayectoria de algunos años practicando deporte, entrenando, con una rutina, hábitos saludables, ahora mismo se verá trastocado. A ello se suma que el niño tiene energía 'per se', por ser niño, y que canaliza cognitivamente en el colegio o en el recreo. Esa ausencia de gasto de energía se paga con que el niño esté inquieto y no paren de moverse", desarrolla el profesional.
No caer en la apatía
En relación directa con ello es lo que aporta De la Fuente al hablar sobre qué perderá la chavalería que este año no podrá ir a ninguna actividad extraescolar: "Cuando tenemos menos estímulos, solemos tener una situación de mayor apatía, más desgana, menos iniciativa, que es lo observado durante el confinamiento. Si reprimimos algunas necesidades básicas para los menores les acabará causando un daño, aunque aún desconocemos los efectos finales porque los profesionales también estamos viviendo una situación totalmente incierta y novedosa".
Coartar el desarrollo de las habilidades y ciertas capacidades durante el desarrollo infantil pasará factura a los más jóvenes al no saber cuándo las podrán retomar. "A nivel psicológico, los efectos de la incertidumbre son los más difíciles de llevar, incluso una mala noticia se asimila mejor. Así, las explosiones emocionales son mayores en este estado de inseguridad que genera multitud de emociones contrapuestas y ambivalentes entre sí, además de cierta tristeza por no poder recuperar la vida que se tenía hace unos meses", señala De la Fuente.
Sobre el estado de los chavales en los meses de confinamiento, cuando sabían que habría fecha límite para que se levantaran las restricciones, la psicóloga apunta que estaban "invernando, en letargo"; es decir, en un estado muy plano por su superviviencia psicológica. En esta nueva realidad, la situación cambiará ya que "hay niños a los que las actividades extraescolares les funcionan casi como intervenciones terapéuticas debido a que para ellos supone una experiencia reparadora lo que viven a nivel social", agrega la especialista en infancia.
La emoción añadida
A todo ello se le suma el componente emocional, otro factor que se verá truncado. Pequeñas acciones sin apenas relevancia hace meses y que parecía que nunca terminaría, como el partido del sábado, el recital de música y el aprender o reforzar un idioma por las tardes en vistas a poder estudiar fuera en los próximos años. "La mayoría de los casos en que un chaval realiza un deporte por las tardes es porque él lo ha elegido así, algo voluntario que gusta y emociona. Si ahora suprimimos los entrenamientos y los ensayos, también quitamos la parte adictiva de competición, incluido la que tiene uno consigo mismo, así que los chavales también sentirán esa ausencia", desarrolla el pedagogo especializado en coaching deportivo y educativo.
La creatividad será la respuesta para las alternativas. París, por ejemplo, invita a buscar otro tipo de maneras de llevar a cabo ciertas actividades, como unirse con otros chavales de la misma urbanización y que un entrenador les guíe en actividades de multideporte en conjunto con todos los críos. Jorge, la dietista, incide en que es esencial marcar una rutina activa con los más jóvenes, como salir a montar en bici, caminar, o hacer alguna tabla de ejercicios de Youtube para practicar en familia, además de acudir a profesionales en el caso de que los adultos vean que no pueden controlar la situación.
De la Fuente, por su parte, opta por el apoyo entre iguales: "A una familia le ayudaría tejer lazos con otras, sobre todo ahora que la mayor parte de las tareas relacionadas con las necesidades básicas recae sobre ellas, lo que supone una sobrecarga. Al fin y al cabo, se trata de tejer eso que nos falta desde hace mucho tiempo, una especie de crianza en tribu, lo que también favorecerá a la situación emocional de los adultos, también dañada por la situación".
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