Teresa Saez Barrao "Los machirulos deben abstenerse de venir a sanfermines"
Se cumplen 10 años desde que José Diego Yllanes Vizcay asesinara a Nagore Laffage en la primera noche de sanfermines. Él tenía 27 años y era licenciado en Medicina. Ella tenía 20 años y era enfermera. La asociación Lunes Lilas, fundada por Saez Barrao, lleva saliendo a las calles cada semana desde entonces para luchar por que las calles "también sean nuestras".
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pamplona,
Esta semana, el 7 de julio, se cumplirán diez años del asesinato de Nagore Lafagge en el primer día de los sanfermines. Decir “no” a tener relaciones sexuales le costó la vida. La Justicia lo calificó de homicidio; el movimiento feminista, de asesinato. La asociación Andrea Lunes Lilas, que nació esos días, sale desde entonces todos los lunes a la plaza más céntrica de Pamplona, La del Castillo, para recordarla y gritar todos los nombres de las mujeres asesinadas por el terrorismo machista. Mañana será homenajeada en Pamplona. Teresa Saez Barrao, una de las fundadoras del movimiento, habla de las próximas fiestas de San Fermín, de La Manada y del evento que mañana se rendirá en nombre de Nagore.
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El asesinato de Nagore marcó un antes y un después en cuanto a la movilización de la gente, pero nada comparado con el de La Manada. ¿Qué ha pasado? ¿Ha cambiado el contexto?
Sí, hace diez años al movimiento feminista le faltaba la comprensión y participación de la ciudadanía. Fíjate que el caso de Nagore no fue ni calificado de asesinato. Se entendió que fue un homicidio. Se justificó la confesión del delito, que él estaba borracho, la reparación del daño, el arrebato de él…
Eso es lo que el movimiento feminista califica como “cultura de la violación”. Es decir, que si no te dejas la piel en defenderte, si estás borracha, si te has besado con el agresor… te lo mereces.
Exacto. Esa cultura de la violación es la que habla de marcarnos espacios para que no seamos libres de hacer lo que queramos. De alguna forma te dicen, si sales y vistes así, te puede ocurrir. Hay que repetir que la calle y las fiestas también son nuestras. Tenemos ese derecho, y eso implica derecho a una seguridad, a unos recursos y una legalidad.
Y eso es lo que venimos trabajando en Navarra desde hace años. Hemos tocado el transporte (con rutas nocturnas que antes no había), la iluminación, puestos de seguridad… Antes nadie miraba las fiestas con perspectiva de género y es absolutamente necesario.
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También pareciese que antes, hace años, no se daban esas escenas de agresión, esas imágenes durante el chupinazo de hombres levantando las camisetas y tocando las tetas a mujeres. ¿Es así?
Las agresiones han ocurrido siempre, aquí, en Málaga, en Helsinki y en Castilla - La Mancha. Lo que pasa es que antes la fiesta no era nuestra: estamos pagando el precio de la libertad, con camiseta –y en medio de la fiesta– o sin ella; bebidas o no. Hemos irrumpido en esos espacios y nos agreden. A esas pandas de machirulos no les gusta que estemos.
Hay distintas posiciones por parte del movimiento feminista sobre las fiestas que empiezan el sábado: algunas hablan de boicot, otras de cambiar la camiseta blanca por una negra, otras por llevar un pañuelo morado, en vez del típico rojo…
Nosotras lo tenemos muy claro, si quieres y te apetece, hay que venir a sanfermines. La noche y la fiesta también son nuestras. Los que deben abstenerse son los machirulos. Y respecto a cómo venir, todas iniciativas nos parecen bien. Nosotras, por nuestra parte, vamos a llevar una chapa roja que dice “Stop a la violencia de género” y el pañuelo será morado.
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No compartimos el mensaje de no venir. No tenemos que renunciar a la fiesta. Lo que hay que hacer es poner medidas contra las agresiones sexistas, como lo viene haciendo Navarra desde hace años. Porque aquí y en todas partes, nos agreden, y eso hay que contarlo y poner las medidas y la cabeza para cambiarlo. No puede ser que seamos objetos sexuales; somos seres sujetas de Derecho, en fiestas y sin ellas.
Sí, hay avances y Navarra ha sido pionera en muchos de ellos, pero luego nos encontramos con sentencias como la de La Manada, acusada solo de abusos sexuales, para indignación del movimiento feminista.
Sí. Es la violación institucional. La Justicia es una de las instituciones que más alejada está de la ciudadanía. Pero aquí quiero poner en valor los cambios que se están dando: de los tres magistrados que decretaron la libertad condicional de ellos, uno estaba con nosotras. Y también lo está la Fiscalía y otros jueces y juezas.
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Pero sí, falta formación en género para quienes juzgan, para quienes valoran, para los jurados populares, etcétera. Además, hay que avanzar para que el código penal asegure recursos para las víctimas, para que haya una ley específica de violencia sexual.
¿Qué vais a reivindicar este lunes?
A las 19 horas y en la Plaza del Castillo, vamos a decir: en tu ausencia, Nagore, y diez años después, seguimos diciendo que te asesinaron y cada vez somos más. Vamos a gritar también que merece la pena ser constantes y fuertes. Queremos remarcar también la importancia de tener al movimiento detrás. La unión hace la fuerza.
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¿Qué le dirías a la víctima de La Manada?
Le diría gracias por ser tan valiente a pesar de todas las dificultades del proceso. Le diría gracias por dejarnos poner su voz para gritar “basta”. Gracias por reconocer que nos has dejado tu testimonio. Gracias, hermana, porque tu valentía nos ha servido a todas nosotras, a las que hemos sido violadas y las que no. Gracias porque has demostrado que se puede decir “no” a esa justicia patriarcal. Gracias.
Culpable: el asesino. La culpa no está en decir “no”
Hace ahora diez años, en los sanfermines de José Diego Yllanes Vizcay asesinó a Nagore Laffage. Él tenía 27 años y era licenciado en Medicina. Ella tenía 20 años y era enfermera. Trabajaban juntos y se encontraron en las calles de Pamplona. Ambos estaban presuntamente ebrios. Él la llevó a su piso y cuando ella se negó a tener relaciones sexuales, Yllanes le rompió la ropa, la violó y la mató a golpes. La autopsia halló hasta 38 heridas en su cuerpo.
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Tal y como dice la ley, después de cumplir poco más de nueve años de cárcel, el homicida confeso de Nagore Laffage disfruta de un régimen de semilibertad. A finales del año pasado, en plena tormenta mediática sobre el caso de ‘La Manada’, se supo que Diego Yllanes sólo iba a dormir a la cárcel y trabajaba en un clínica psiquiátrica privada durante sus permisos. Esta información desató la indignación de las redes sociales. La fotografía del autor del asesinato de Nagore desapareció de la página web del centro clínico y, poco después, Yllanes dejó de colaborar con la clínica.