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Celia Blanco y el sexo. Parece que su voz lleva penetrando nuestros oídos desde la posadolescencia, pero apenas han pasado tres años en antena: Contigo dentro, las madrugadas del domingo al lunes, en la Ser. Antes, la tele.
Madrid, 1972, aunque se crio en Getafe, hija de milico y maestra. “Se me nota mucho en todo. Incluso a la hora de respirar, con la espalda firme y mirándote a la cara”. Su padre trabajaba en la base aérea. Su madre daba clase en los escolapios. Siempre habla de ello: ¿marca? “Y tanto, porque son los dos únicos sitios donde pasan lista. La educación determina la persona que vas a ser, si bien no me supuso ningún trauma. No me incomoda la disciplina ni el orden, porque luego ya soy lo suficientemente caótica como para dejarme llevar en otras cosas”.
Luego están el Patillas, su marido, y el Moco, su hijo. “Me empeñé en no tener familia hasta poder elegir la que quería”. Escogió a un fotógrafo alto, fornido, de manos gruesas y, claro, patillas pobladas. “Mi chico quería ser padre, pero yo no quería ser madre. Me dejó, volvimos y me preñó. Todo en la misma tarde. El paquete completo”.
Antes de asentir, puso tres condiciones. La tercera: “No me puedes ver como la madre de tus hijos, yo tengo que ser tu chica”, le dijo. Ha hecho del Patillas el padre de su hijo y un personaje de Mordiscos y tacones, su blog en El País. Ella, la protagonista, es La Tana. En redes sociales, @Latanace.
Acostumbrada a socializar durante su trabajo —aunque ello implique documentarse en orgías o sesiones de sadomaso—, cuando deja de ser periodista criba: relaciones, momentos, personas, ocio… Vive en la plaza Mayor de Madrid, donde extiende su compás y traza una circunferencia vital cuyo radio no abarca más de dos kilómetros: el territorio de La Tana.
Cita en un café de los Austrias que ha perdido el nombre, aunque siga saliendo en las guías. A veces, en su centro, el paisaje permanece inalterable, pero el paisanaje parece desdibujarse. “Yo navego sobre la gentrificación y la turistificación. He alquilado mi antiguo piso de Huertas por 250 euros menos de los que podría cobrar, porque no me apetece contribuir a que se disparen los precios. Prefiero tener a alguien de confianza que lo cuide. Y el propietario de mi casa piensa igual que yo”.
Nacer en un lugar concreto es algo circunstancial. A ella le tocó en el antiguo Hospital del Aire de la calle Arturo Soria, pero su vida transcurrió en Getafe hasta que, mediada la carrera de Periodismo en la Complutense, su madre se separó y se fueron a vivir juntas a la calle Cervantes, en el hervidero del barrio de las Letras. Luego se compró un apartamento en la calle Echegaray, aunque el Moco estaba de camino y se fue a vivir a “un sitio infecto”, una urbanización en medio de la nada, cuando la nada empezó a vestirse de ladrillo.
“Me fui de allí y, tras instalarme en la plaza Mayor, me apunté a la asociación vecinal. Hay cientos de balcones, pero sólo nos asomamos a ellos una treintena de vecinos”. El resto es atrezo, gente de paso, turistas. “Hay que implicarse y ejercer de vecinos. Nos tenemos que proteger unos a otros”. Luego hablará de cuando llegaba de noche sola a casa —y de que quiere seguir ejerciendo su derecho a llegar sola—, de lo importante que es conocer al prójimo —una protección social que se va perdiendo—, de tejer humanidad.
¿Por qué radio y por qué sexo?
Jamás había hecho radio. Yo caí en la tele y me quedé. Hacía prácticas en La Voz de Almería, pero me dieron una beca de verano en TVE y luego empecé a trabajar en una productora que vendía contenidos al ente publico. El programa Paralímpicos me permitió viajar por todo el mundo. Tenía veinticinco años y era feliz.
Trabajó en casi todas las cadenas, hasta que un día no le renovaron como reportera del programa Fabricando: Made in Spain. Usted ha dicho que la tele la ha escupido. “Tienes 41 años”, le reprocharon. ¿Así de cruel?
Aprovecharon un error ajeno para no renovarme el contrato, aunque la verdadera razón era mi edad. Y que no me callaba, claro. Por suerte, una de las personas a las que más respeto en esta profesión me dijo: “¿Por qué no aprovechas tu voz y te inventas un programa de radio?”. Entonces me encierro cuatro días, guionizo Contigo dentro y se lo mando a Antonio Hernández-Rodicio, el director de la Cadena Ser, quien me encarga un piloto. El programa se emitió durante el verano de 2014 y, ya en abril de 2015, regresó los domingos después de El Larguero.
Contigo dentro desplazó a Los Toros, de Manuel Molés. Algunos taurinos se mosquearían, pero otros quizás se engancharon a su programa.
Ojalá. Cuando se presentó la nueva temporada, escribí mi mejor tuit hasta ahora: un selfie con Manuel Molés anunciando a “Los de las corridas de la Ser”. Ir después de El Larguero da mucho tirón, porque supongo que algunos del fútbol se quedarán en el sexo.
La reinvención.
Absoluta. Aunque antes ya había escrito sobre sexo. De hecho, La Esfera de los Libros me propuso publicar Con dos tacones a raíz del blog Cuando dejamos de soñar con ser princesas, donde contaba lo que me daba la gana con total honestidad. O sea, que me ponen las cicatrices, cómo me gustan las manos de mis amantes, que soy bisexual…
A ver esas manos…
Un día descubrí una mano melindrosa en mi teta izquierda y no me gustó nada que no fuese firme, que pareciese que no quería tocarme, que tuviese los dedos tan delgados, que resultase muy infantil, que perteneciese a un hombre extremadamente delicado… Desde el primer día, he competido con mis parejas, y una de las competiciones que más me gustan es ver quién agrada más.
¿Pero cómo le gustan las manos?
Me gustan los hombres con las manos firmes y los dedos gruesos, que parezcan muestrarios de pollas y los utilicen como tal. Tengo la suerte de llevar trece años con un tío que tiene las manos más grandes que he visto en toda mi vida. Yo voy bien servida.
Ese hombre se habituó a escuchar comentarios sobre la del sexo de la Ser, al tiempo que presumía de la periodista que terminó convirtiéndose en su pareja. Porque Celia, antes de hablar de sexo en la radio, durante veinte años había ejercido en la tele de reportera, guionista, redactora, tertuliana, presentadora y enviada especial. Si a Blanco se la tragó la edad, como también sucede en el cine con las actrices, afortunadamente nos la devolvieron las ondas. Tiene voz de radio, una voz que sale de adentro y apuntala el silencio, que lo llena todo.
“No me interesa nada ser sexóloga. Yo, además de periodista, soy divulgadora. Si volviese a la universidad, lo que más me gustaría estudiar sería Políticas o Historia del arte”, deja claro. “Mi referente es Angels Barceló, la presentadora de Hora 25. La venero, la admiro y no me pierdo sus editoriales, que son para escucharlos en bucle”.
Aunque su programa y los bolos le consumen el tiempo —el 5 de junio se sube al escenario del Teatro Alcázar con Diario vivo, en el que también participan Iñaki Gabilondo, Mar Cabra, José Antonio Guardiola o Pilar Urbano—, rumia una novela. “No me interesa el género erótico. Me gusta la gente que escribe con sexo”. Sonríe, vertical.
¿Vivimos en tiempos de amor o de desamor?
De amor, porque hemos empezado a querernos más a nosotros mismos, de forma que ya estamos capacitados para cortar relaciones que no nos satisfacen. No es que haya desamor, sino que cada vez nos conformamos menos y nos cuidamos más. Por ejemplo, yo no tengo ninguna amiga que siga con el padre de sus hijos.
Bajo cierta pátina de modernidad, ¿aún somos un país conservador y casposo?
Claro, fíjate en quién gobierna y en la derecha postiza y recalcitrante que le resta votos. Lo que pasa es que la gente de izquierdas no es capaz de unirse frente a un conservadurismo que quiere hacernos mucho daño.
Esta sociedad santifica a los mártires, es decir, hace santos a los que sufren. A Santa Águeda, por ejemplo, le amputaron los pechos porque no se dejó violar. El terror sexual se fabrica desde todos los frentes, incluidas las personas que ven los programas que diseccionan los crímenes. Una de las experiencias más gratificantes de Contigo Dentro es haber conocido a Nerea Barjola, quien ha escrito el libro Microfísica sexista del poder (Virus), en el que explica cómo el crimen de Alcàsser marcó la educación sexual y el miedo de una generación.
Aquello dio con una clave personal muy determinante en mi carrera profesional, porque a principios de los noventa yo hacía prácticas en una televisión local de Almería y tenía que hacer dedo de Roquetas a Aguadulce [las niñas Miriam, Toñi y Desirée hacían autostop para ir a una fiesta del instituto cuando una noche de 1992 fueron secuestradas, violadas, torturadas y asesinadas].
El tratamiento informativo del crimen de Alcàsser creó un terror sexual brutal a las jóvenes de entonces: “No llegues tarde”, “no te vistas así”, etcétera. Se cuestionó a la víctima, lo que provocó que fuésemos una generación que no denunciamos cuando nos partieron la boca contra un cabecero para encularnos la primera vez o cuando el típico jefe nos apalancó contra la pared. Generó miedo, como si la culpa fuese tuya.
“Algo habrás hecho”.
Algo habrás hecho para que esto suceda. Aquello inició una pelea constante y, pese a todo, yo siempre he vuelto sola a casa y he sido independiente. Sin embargo, hay tíos que de noche siguen acosando a las mujeres, incluso sólo para ver cómo se atemorizan.
Todo ello ha comenzado a visibilizarse a raíz del movimiento #MeToo.
Ahora las mujeres exigimos que se nos trate de una determinada manera. Hay que educar a nuestros hijos en el respeto y en el feminismo.
Usted ha criticado la falta de educación sexual en los colegios. ¿Cómo le explicó a su hijo que era bisexual?
Me lo preguntó a los siete años cuando iba a dar una charla sobre bisexualidad. Le dije: “A mamá le gustan mucho las mujeres y, a veces, ha estado con mujeres. Pero a mamá también le gustan mucho los hombres y, en especial, tu padre, por eso está con él. Mamá es bisexual”. Cuando terminé de explicárselo, su padre añadió: “A papá le gustan mucho las mujeres y, no sabe por qué, está con tu madre y es feliz. Papá abraza y besa a sus amigos, aunque nunca va a tener un novio porque no le atraen. Papá es heterosexual”. Mi hijo siguió andando tan tranquilo, lo asimiló y, cinco pasos más adelante, dijo: “Mami, a mí ahora me gustan mucho las niñas, pero hay algún niño de quinto que me parece que está bien. ¿Soy bisexual?”. Y le respondí: “Tú no te preocupes, cariño, que ya te lo contestarás a ti mismo”.
No me lo ha vuelto a preguntar. Sin embargo, para mí es importante que entienda que, si algún día dejo de estar con su padre, a lo mejor la siguiente persona con la que comparto mi vida no es un hombre, sino una mujer. Para él no es extraño porque, desde que era pequeño, ha visto chicos con novios, chicas con novias, niños con dos padres y niñas con dos madres. Sin duda, le resulta más extraño a mi hermana o a mi madre.
Después de Con dos tacones, publicó Aquí se viene muy bien follado (LeTour 1987), ilustrado por Gustavo Otero. Los dibujos del argentino ya habían acompañado los textos de Joaquín Sabina y Juan José Millás en Interviú, la revista con la que usted se crio. Siempre ha dicho que le hubiera gustado ser la chica de portada.
Claro. No tengo un físico de portada de revista, pero también es una reivindicación: ¿por qué una tía de lo más normal no va a ser portada de Interviú? Durante los últimos años, todas las tías eran recauchutadas de la tele y yo echaba de menos una teta buena, de verdad.
Feminista, a su manera.
Respeto ese feminismo que dicta que yo no me puedo exhibir como me da la gana, pero yo nunca criticaría a alguien que se exhiba. El egocentrismo lo sufrimos muchas personas, mujeres y hombres, y cada uno lo canaliza como quiere. Interviú ha sido una revista mítica que estaba presente en mi casa, porque mi padre la compró toda la vida. Aprendí mucho con el semanario, donde vi por primera vez a una mujer desnuda y a una transexual, Bibiana Fernández, entonces Bibi Andersen.
¿El amor existe o lo inventaron unos grandes almacenes?
Claro que existe. Yo me he enamorado y estoy enamorada hasta las trancas.
La vida en pareja provoca roces. ¿El deseo se marchita? ¿Lo doméstico es el demonio?
Cuando convives con alguien, tienes que compartir tu espacio, porque hay que dejar claro que la intimidad es tuya. Los roces son inevitables, pero no creo que el deseo se marchite, sino que se manifiesta de otra manera. A mí me siguen metiendo mano todos los días y llevo trece años con la misma persona.
En Con dos tacones, varias mujeres confiesan sus fantasías sexuales. ¿Cambian con los años? ¿Se simplifican o, al contrario, se sofistican? ¿Tienen fecha de caducidad?
Depende de las personas. En el libro, la mujer de mayor edad confiesa que nunca le habían hecho sexo oral, por lo que era lo que seguía demandando. Las señoras de setenta años no se han permitido disfrutar de muchos aspectos del sexo.
¿Las fantasías hay que materializarlas o dejarlas tal cual para que sigan siendo fantasías?
Es una cuestión muy personal, pero yo sí que las materializo. Entonces dejan de ser fantasías porque se convierten en realidad y te tienes que inventar otras. Por eso me gustan. Siempre las vas a necesitar, aunque sólo sea para masturbarte.
¿El cuerpo le pide una novela?
Sí, desde hace mucho tiempo, si bien necesito un ritmo más bajo. Contigo dentro está siendo la experiencia más salvaje de mi vida. Estoy dispuesta a escribir, pero también a que me lo paguen.
¿Historia, trama, temática?
Me gusta abordar las relaciones personales, por lo que me enredaría en una telaraña bonita, que espero tejer bien. Los autores que me gustan van por ahí: Siri Hustvedt, Guillermo Arriaga, Hanif Kureishi…
¿Qué le gustaría hacer en el futuro?
Escribir, aunque reconozco que me costaría mucho imaginarme mi vida sin la radio. Ojalá que esté presente durante el resto de mi carrera profesional. Me encantaría escribir novelas y hacer colaboraciones puntuales en radio y prensa escrita. Quiero ser Soledad Gallego-Díaz, pero sin sus responsabilidades como analista política. Déjenme analizar el sexo a ese nivel y, al mismo tiempo, ser ella. Si de mayor me dejaran ser como Soledad, sería muy feliz.
Laureano Oubiña le ha exigido a la productora de la serie Fariña un millón y medio de euros por el “daño moral” que le han provocado unas escenas sexuales protagonizadas por los actores que lo encarnan a él y a su difunta esposa. Es como si los delitos de narcotráfico no tuvieran importancia, pero el sexo ni tocarlo…
¿Qué ven con peores ojos los gallegos: el sexo o el narco? Pues hay mucha gente que sigue viendo con peores ojos el sexo que el narco. Y, frente a esa visión, fíjate lo que está haciendo Rafael Cuíña en Lalín con la Festa do Orgullo. ¿El hijo del exconselleiro del PP Xosé Cuíña llenando el pueblo de maricones? Yo hago pico y pala con la educación sexual, pero el alcalde de Lalín la está taladrando. Llena el pueblo de jugadores de rugby que se dan besos y arrumacos como los osos de Chueca, de hombres y mujeres transexuales, de gais y bisexuales… Y, en esa labor de visibilización, consigue que una niña de quince años se suba a un escenario y, delante de sus compañeros de instituto, diga cómo se llama y que es lesbiana.
Es muy fácil expresarse cuando vives en Madrid y en otras grandes ciudades, donde a veces nos creemos que todo es así. Sin embargo, ¿por qué no se habla de la emigración LGTBI de los pueblos a las ciudades? Recordemos que se les escupía, se les perseguía y se les pegaba. En mi instituto de Getafe, el único chico visiblemente homosexual fue maltratado hasta límites insospechados.
Es muy selectiva con la televisión. No ve las privadas, excepto El Intermedio.
Yo pago por ver buena tele. No quiero que me embrutezcan. He trabajado mucho en ese medio y sé perfectamente cómo se manipula. Lo que está pasando ahora en TVE sucedió antes en Telemadrid. Sin embargo, nosotros no nos vestimos de negro porque no fuimos tan valientes y porque había un montón de gente que vivía de puta madre haciendo esas mierdas.
¿Se imagina a Podemos acostándose con Ciudadanos?
Pactando políticamente, no; pero en la cama, sí. Me imagino perfectamente a cualquier miembro de Podemos con otro de Ciudadanos. Desgraciadamente para mi currículo político, me he acostado con tíos de derechas. Ahora bien, no podría tener una pareja de derechas. No creo que fuese posible una relación larga.
¿Son mejores personas los de izquierdas o, al menos, mejores amantes?
No, en absoluto. Sin embargo, es muy probable que esté más a gusto con alguien de izquierdas. Porque a mí se me folla primero por el coco, lo que provoca que sea muy difícil que me sienta atraída hacia alguien de derechas.
¿Cuál es la mejor hora para escuchar sexo?
El domingo por la noche. Llevarlo a la práctica ya es otra cosa, pero no soy quién para decirle a nadie a qué hora tiene que follar. Afortunadamente, yo lo hago a cualquier hora, aunque eso no significa que tenga una vida sexual desaforada.
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