Este artículo se publicó hace 5 años.
Crisis climáticaEl despertar de la emergencia climática en la sociedad civil aspira a consolidarse en 2020
Pese a los escasos compromisos de la Cumbre del Clima celebrada en Madrid, las organizaciones ecologistas cerraron un año con el optimismo de haber conseguido aumentar su presencia en las calles y con el reto mantener la presión a los gobiernos para que aumenten la ambición climática en este 2020.
Alejandro Tena
Madrid-
En 2019 los coches continuaron dominando los espacios urbanos y hoy en día el humo sigue siendo un elemento más del atrezo de las ciudades. Los mares no se conseguieron librar de la epidemia de los plásticos y los suelos, otro año más, fueron arrasados por el fuego y la deforestación. En ese contexto de crisis climática, la clase política se ha mantenido, a grandes rasgos, impasible. Mientras, parte de la sociedad civil, cada vez más consciente de la coyuntura de emergencia, parece haber despertado para reclamar un cambio de rumbo que salve al planeta del colapso.
Pero, casi de repente, surgió la movilización climática con la que empezaron a cambiar mucas cosas. La sociedad parecía dormida, pero despertó, llenó las plazas y consiguió poner a la crisis climática en el centro del debate político y mediático. “Sólo hay que comparar la movilización de septiembre de 2018 y la de diciembre de 2019. No sólo ha crecido exponencialmente el número de participantes, sino que aparecen actores importantes como la juventud, que marcan un claro giro que se articula en torno al concepto de emergencia climática”, expone a Público Javier Andaluz, portavoz de Ecologistas en Acción, uno de los colectivos más veteranos en el activismo medioambientalista.
“Parte de la culpa de la consolidación del movimiento climático la tiene Fridays For Future, que ha conseguido sacar a las calles a personas que antes no tenían preocupación por estos temas”, argumenta Héctor de Prado, portavoz de Amigos de la Tierra. El aliento de Greta Thunberg, que inició un huelga escolar por el clima hace un año, llegó a España, donde la juventud ha articulado un movimiento ecologista potente capaz de convocar sentadas frente a las instituciones y manifestaciones multitudinarias por todo el país.
En ese sentido, tres fechas fueron claves a nivel de protesta social: el 15 de marzo (primera huelga estudiantil por el clima), el 27 de septiembre (protesta mundial por el clima) y 6 de diciembre (manifestación masiva en el marco de la Cumbre del Clima de Madrid). El clamor de la juventud climática, sustentado por la participación activa de las clásicas organizaciones ecologistas, ha derivado en la aparición de otros colectivos vinculados a la lucha por la salud y el medio ambiente como Madres por el Clima o Profes por el Clima, que apuestan por la educación ecosocial como motor de cambio.
Conquistas
Para Javier Pamplona, portavoz de Juventud por el Clima-Fridays For Future, la gran victoria ha sido, precisamente, "el boom de las movilizaciones". Tanto es así, que 2019 se inició con pequeñas concentraciones estudiantiles, en cierta medida irrelevantes para los focos mediáticos, y concluyó con convocatorias masivas, como la marcha del 6 de diciembre que congregó a medio millón de personas en el Paseo de la Castellana de Madrid.
Esta forma de concluir un año es una conquista para el ecologismo y su capacidad de convocatoria, pero también sirvió para "visibilizar que hay una gran distancia entre sociedad civil, clase política y corporaciones empresariales", manifiesta el joven activista, apuntando directamente a los escasos compromisos internacionales para aumentar la ambición climática que salieron de la COP25.
Sin embargo, a nivel nacional sí se han conseguido ciertos progresos políticos que, según De Prado, empiezan a poner a España "a la par que Europa". En ese sentido, los planes en materia energética han avanzado lo suficiente como para que las renovables comiencen a ser una realidad palpable y sin fisuras, aunque todavía queda por conseguir "un marco que favorezca más el autoconsumo y los proyectos de energía comunitaria".
Según manifiestan desde Ecologistas en Acción, el fin al "tasazo" solar, el proceso de cierre de plantas de carbón o la Estrategia de Transición Justa aprobada por el Gobierno son algunos de los puntos verdes del último año. Pese a ello, el borrador del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) no ha conseguido ser lo suficientemente ambicioso como se reclama desde la sociedad y la ciencia. Tanto es así, que mantiene una reducción de emisiones del 21% respecto a 1990 en los próximos diez años, mientras que las recomendaciones científicas de la ONU son del 50%, es decir, una rebaja del 7,6% cada año durante la próxima década.
Madrid Central, por otro lado, ha sido un ejemplo de cómo la movilización ciudadana ha conseguido vencer a los postulados reaccionarios. Cuando Martínez-Almeida se hizo con la alcaldía de la capital hizo valer su poder para imponer una moratoria que devolvía el centro de la ciudad a los coches contaminantes. Pero no duro mucho. Siquiera una semana. "La presión ciudadana y las denuncias en los juzgados de los grupos ecologistas sirvieron para frenar ese absurdo de revertir Madrid Central", comenta Pamplona.
Ese mismo clamor popular ha servido para que instituciones públicas, ayuntamientos, comunidades autónomas e, incluso, el Congreso aprueben declaraciones oficiales de emergencia climática. El problema, según De Prado, es que estas medidas, en la mayoría de los casos, son simbólicas y están vacías de contenido. "Es necesario que estos gestos empiecen a venir acompañados de hojas de ruta y pasos a seguir para poder combatir esa situación de emergencia", comenta.
2020 se agenda en el calendario como un año clave para conseguir aumentar la ambición climática y arrancar compromisos a los dirigentes políticos, en cuanto a descarbonización de la economía y reducción de emisiones. "Seguiremos vigilantes", espeta De Prado. Así, con la COP26 de Glasgow en el horizonte, la sociedad civil arrancará esta nueva etapa bajo el reto de "mantener las mismas dinámicas" de presión y lucha.
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