sevilla
Actualizado:La masa de refugiados que el médico canadiense Norman Bethune narraba en febrero de 1937 en la famosa desbandá por la carretera de Málaga a Almería se multiplicaba en otros espacios y fechas durante la guerra civil, aunque la mayoría son desconocidas en la historiografía reciente. "Una muchedumbre de personas ocupaba todo el ancho de la carretera... La llanura se extendía tan lejos como la vista podía alcanzar y por ella serpenteaba una hilera de 30 kilómetros de seres humanos…".
Entre aquellas otras desbandás, prácticamente inéditas, se encuentra la que arrancó en la cuenca minera de Rio Tinto (Huelva) dirección Castuera (Badajoz), o la de los miles de refugiados que llegaron con gran desesperación a suelo inglés en Gibraltar, sin olvidar los refugiados de la República que llegaron a Barrancos, (Portugal) y volvieron de nuevo a la Tarragona republicana en el barco Neyssa, que los trasladó por mar en octubre de 1936.
La columna de los ocho mil refugiados que huían de Badajoz
"Yacían hambrientos en los campos, atenazados, moviéndose solamente para mordisquear alguna hierba. Sedientos, descansando sobre las rocas o vagando temblorosos sin rumbo". Esta estampa también la vivió la desconocida columna de los ocho mil en septiembre de 1936. Cecilio Gordillo, coordinador del grupo Recuperando la historia social de CGT Andalucía relata a Público cómo en septiembre de 1936 los últimos enclaves del suroeste de Extremadura estaban a punto de ser tomados por tropas del ejército sublevado. "Ante esta situación, un grupo formado por miles de personas intenta escapar de la muerte huyendo de manera organizada hacia zona republicana". Muchos huían de sus pueblos por sus ideas políticas; otros, simplemente por miedo. El historiador Francisco Espinosa relata cómo estos refugiados "provenían de cincuenta pueblos diferentes de las provincias de Badajoz, Huelva y Sevilla".
La caída de Badajoz inicia la columna. "Fue el 15 de agosto, de 1936 cuando una serie de población de la zona norte de Sevilla, de la provincia de Huelva y de Badajoz, intentan huir a Portugal, pero muchos conocen la noticia de que las fuerzas militares los devolvían. Ven como la matanza es sistemática y comienzan a huir despavoridos". Las noticias eran estremecedoras. Las tropas de regulares arrasaban con el 1% de la población de cada municipio. "Si había siete mil vecinos, por aplicación de bando de guerra, directamente mataban a setenta y así en cada pueblo".
Francisco García Girol era vecino aquellos días de Fuente de Cantos y miliciano en la República, tal y como narra el documental La columna de los ocho mil. Tras huir de su pueblo se convirtió en soldado republicano. Se uniría a la columna de mineros que quería defender Madrid desde Río Tinto. "El pánico era total cuando entraban los regulares que arrasaban con todo. Nadie se quedaba en su casa. La gente se marchaba porque sabía que eran salvajes y nosotros teníamos muy pocas escopetas".
De aquella columna, la más conocida fue la Espartaco, formada por anarquistas. "Marchan dirección a Castuera y querían llegar a Madrid". Poco se conoce de ellos, salvo testimonios orales. Miguel Santa Sánchez era vecino de Segura de León y se vio obligado a formar parte de la columna y convertirse en soldado republicano. "Va sumando poco a poco gente. Eran mineros cargados de fusiles, de ametralladoras, de bombas en mano. Éramos gente de la comarca de todos los alrededores".
A medida que avanzaban, la columna se dividía ante el acecho de los golpistas. En aquel intento de huida "varios cientos, quizá más de mil perdieron la vida en Llerena, quien sabe... Incluso el poeta Miguel Hernández menciona la matanza en una de sus obras". Los vecinos recordaban la ametralladora en el cementerio, a las víctimas de la columna esperando el fusilamiento, sin saber a día de hoy cuántos asesinaron y sin datos en el registro civil de aquellos trágicos momentos.
La huida de los republicanos y su vuelta a bordo del Neyssa
La investigadora Dulce Simoes habla de los refugiados que llegaron hasta Portugal y se instalaron apenas con lo puesto en el municipio portugués de Barrancos. "No tenemos una cifra oficial del número de republicanos que se refugian en Barrancos, pero podría llegar a más de dos mil víctimas que procedían de Extremadura y Andalucía".
La brutal represión en Badajoz forzó a miles de personas a buscar asilo en Portugal y trasladarse en masa ante el terror de las matanzas que encontraba a su paso. No sabían que les depararía el futuro con otro dictador al mando, Salazar, pero quedarse en España era una muerte segura. "Se sabía que no acoger a aquellas personas era condenarlas a fusilamientos sumarios", destaca la escritora y periodista lusa Dulce Simoes a Público.
"Se sabía que no acoger a aquellas personas era condenarlas a fusilamientos sumarios"
Aquellos refugiados llegaron el 21 de septiembre de 1936 y tardarían menos de un mes en abandonar Barrancos. "El 8 de octubre camiones militares condujeron a 1025 vecinos a Lisboa, donde tomaron un barco, el Nyassa, rumbo a Tarragona, bajo control de la República" como una orden directa e impropia del gobierno de Salazar.
Francisca Agudo, la "tía Xica" recordaría a aquellos miles de vecinos con lo que tejieron lazos de solidaridad que no olvidaron de por vida. Sus padres eran pastores en Coitadinha, una de las localidades donde se recuerda la existencia de aquellos campos de refugiados. "Las mujeres, los niños llegaban pidiendo caridad. No podían regresar a aquel infierno".
"Hasta ese momento, la práctica habitual en Portugal era la de devolver a España a los refugiados civiles que cruzaban la frontera, lo que en realidad era casi como condenarlos a muerte". La ayuda de los tenientes Antonio Agusto de Seixas y Oliveira Soares permitió que los falangistas no cruzaran la frontera para acabar con este grupo de refugiados que logró llegar a territorio republicano en Tarragona.
El 13 de octubre de 1936, el periódico La Vanguardia informó de la llegada de 1.445 republicanos al puerto de Tarragona. "Provenían de Extremadura (en su mayoría), andaluces y refugiados gallegos en Portugal".
Simoes declara a Público como el cabo Fermín Velázquez Velllarino, de Oliva de la Frontera, era uno de aquellos refugiados que testimonió como "después de desembarcar fuimos recibidos por la población con gran alegría y llevados a grandes comedores". Otros como Manuel Méndez declaran que, tras su llegada a Tarragona, acabaron como voluntarios en el frente del Ebro, aunque después de la guerra tuvo que vivir la represión del nuevo régimen con su paso por el campo de concentración de Alicante.
"Salían a nado, escondidos en camiones de pesca"
Gibraltar jugó un papel fundamental como refugio de los vecinos del Campo de Gibraltar desde el mismo día del alzamiento militar. "Familias enteras llegaron a cruzar a nado, por frontera terrestre, en barcos de pesca en huida de las columnas de regulares que tomaban Algeciras, la Línea, San Roque en el verano de 1936".
El historiador José Manuel Algarbani considera que la cifra es incierta. Entre cinco mil y ocho mil estuvieron refugiados en campos improvisados que los propios vecinos del Peñón, sobre todo obreros, crearon para refugiar a los españoles.
El mismo 20 de julio el Gibraltar Chronicle (periódico oficial de la guarnición inglesa y oficioso órgano del gobierno) informa que son unas "1.000 personas eran los refugiados españoles y residentes británicos en La Línea y alrededores que se han cobijado en Gibraltar".
Algarbani declara que "los refugiados no solo llegaron a Gibraltar en 1936; este flujo, aunque en menor cantidad, continuaría durante la Guerra Civil y los primeros años de la posguerra. En junio de 1939 todavía había 1380 refugiados que ocupaban viviendas en la colonia".
Las condiciones de vida de la mayor parte de los refugiados eran precarias y duraron poco tiempo, ya que las autoridades gibraltareñas veían como el Peñón se hacinaban sin apenas espacio ni viviendas de acogida. "Crearon una serie de legislaciones y decretos para sacarlos fuera". El gobierno republicano quería también que los más jóvenes volvieran de nuevo a España para ser reclutados en el Ejército.
Los refugiados que alcanzaban Gibraltar "tuvieron que encontrar albergue en los barracones del puerto, los ya poblados barrios más pobres e, incluso, las grutas del interior del monte, además de los escasos metros de playa de la zona externa a la bahía" , aclara Algarbani.
Se improvisaron tiendas de campañas pero duraron apenas unos meses. "Se construye un Campo de Refugiados en los Jardines Victoria cerca de Puerta Tierra. El 1er batallón del King's Own Yorkshire Light Infantry erigió las tiendas de campaña". La solidaridad de los vecinos del Peñón permitió que los refugiados tuvieran "comida caliente gracias a la ayuda desinteresada de un gran número de voluntarios civiles".
La frontera quedo sitiada por los militares ya en los primeros días del golpe. "Todas las comunicaciones telefónicas y telegráficas con España fueron cortadas", aunque alguno de los heridos de La Línea pudieron ser admitidos en el hospital colonial". A pesar de las amenazas de Queipo para que los refugiados volvieran, muchos de estos refugiados intentaron llegar a suelo republicano, coger un barco hasta Marruecos o tomar rumbo a Marsella para no ser acorraladas por las escuadras de militares golpistas que esperaban a la salida del Peñón.
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