Este artículo se publicó hace 4 años.
TráficoNo cruces la calle con el semáforo en rojo: ¡hay niños delante!
Expertos en seguridad vial advierten de la "irresponsabilidad" que supone ignorar las normas de tráfico en presencia de menores. Un "mal ejemplo" que socava la educación de los padres y madres, quienes se quejan de una actitud "frecuente" en muchos adultos.
Madrid-Actualizado a
Javier espera pacientemente junto a su hijo en un paso de cebra a que se ponga el semáforo en verde cuando, de repente, un adulto cruza la calle haciendo caso omiso no sólo al disco rojo, sino también a la presencia del niño.
- Papá, ese hombre está cruzando mal.
"Le hemos insistido desde pequeño que eso no se hace. Sin embargo, cuando alguien atraviesa la calle indebidamente está echando a perder nuestra enseñanza y, además, pone en peligro su vida y la de los demás. Porque, en alguna ocasión, el impulso de mi hijo al presenciar esa actitud ha sido cruzar, por lo que debemos estar muy atentos", se lamenta este madrileño, cuyo niño tiene cinco años.
Javier reconoce que antes de ser padre también lo hizo. "Pero cuando escuchaba a un niño decir que yo estaba haciendo algo malo, me sacaba los colores. Por supuesto, ahora no se me pasa por la cabeza, porque entendí que no sólo tengo que educar a mi hijo, sino también a los demás críos", razona. "¿Qué le importa a un adulto esperar un momento? Nada, pero en esta sociedad falta educación y respeto cívico, porque resulta frecuente".
El hijo de Elena todavía no es consciente de que muchos adultos rompen las normas de convivencia pública. Faltan unos meses para que cumpla tres años y siempre lo lleva de la mano, no vaya a ser que le dé por atravesar la calzada en un descuido. "Desde que empezó a hablar le he inculcado que no se cruza con el semáforo en rojo, pero a veces la gente lo hace delante de él. Al menos, por ahora no se da cuenta", critica esta madre valenciana.
"Me parece fatal, porque cuestiona la educación de los padres, pero es una práctica habitual cuando no vienen coches. Yo no lo hago cuando camino sola, porque soy un poco miedica, pero los mayores suelen hacerlo", añade Elena, quien nunca le ha llamado la atención a nadie porque cree que la bronca caería en saco roto. "La gente sabe perfectamente que está mal y yo no voy a arreglar nada con decírselo. Aunque si los multasen, quizás…".
Ana Novella, presidenta de Stop Accidentes, reprende el gesto porque contrarresta la educación vial que reciben en la escuela y en su hogar. "Incluso hay niños que, cuando los padres van a cruzar en rojo, les tiran del brazo y les dicen que el semáforo todavía no se ha puesto en verde", añade la responsable de una asociación que asiste a las víctimas de siniestros en la carretera. Ella misma perdió a un hijo, atropellado cuando tenía cuatro años.
Novella también se plantea la posibilidad de multar a los infractores, aunque algunos expertos en seguridad vial consideran que los castigos económicos inhiben los comportamientos, pero no los modifican. "Esas personas deben saber que están haciendo algo indebido no sólo porque el reglamento de tráfico lo establece así, sino también porque su conducta es insegura", explica Álvaro Louro, director de la consultora Fisegvi.
Son, a su juicio, unos irresponsables y dan mal ejemplo. "Por ello, los padres deben decirles a sus hijos que ese señor está cruzando mal, porque la educación consiste en inculcar hábitos positivos, pero también en enseñar lo que es incorrecto", añade Louro, quien deja claro que la conducta correcta debe ser asimilada por niños, mayores, peatones o ciclistas. "Al final, los críos van a hacer lo que nosotros hagamos, por lo que debemos obrar bien".
El experto en seguridad vial subraya que el aprendizaje debe comenzar a una edad muy temprana, pues cuando crecen los chavales ya no hacen tanto caso a sus referentes. Y pone como ejemplo a su propia familia para apuntalar la tesis: "Cuando nos subimos al coche, mis hijos saben que no arrancaré hasta que no se ajusten los cinturones, porque lo han mamado desde pequeños".
Las herramientas para que calen las enseñanzas, subraya, también deben adaptarse a los tiempos para que sean más comprensibles. Cuando imparte charlas sobre seguridad vial en colegios, algunos adolescentes argumentan que cuando van en bicicleta no se ponen el casco para evitar despeinarse. "Yo entonces cojo un martillo, golpeo un casco con todas mis fuerzas y les digo: esto es vuestra cabeza".
Por el aula de Gema, maestra de infantil en Leganés, se pasan cada curso policías locales que les transmiten a los pequeños la importancia de respetar las normas de circulación, ponerse el cinturón o cruzar la calle correctamente. "Luego ven cómo algunos adultos no siguen las reglas y son los primeros en darse cuenta. A mis dos hijos incluso les llama más la atención que a nosotros, porque les hemos insistido mucho".
Gema complementa los contenidos impartidos por los agentes con alguna enseñanza básica. Como madre, les indica a sus retoños cómo y por dónde cruzar, aunque es inevitable encontrarse con algún adulto que hace lo opuesto delante de ellos. "Creo que, si ven que hay niños, en general suelen ser más respetuosos. Y quienes no lo son demuestran una falta de civismo". Todo pasa, según ella, por reeducar a los mayores.
La maestra madrileña tampoco cree que las medidas coercitivas sugeridas por Javier —imposición de multas, asistencia a cursos o realización de trabajos sociales— funcionen con los infractores. Elena, en cambio, estima que el castigo sólo es efectivo cuando afecta al bolsillo: "El resto no vale para nada". Tampoco es una solución, según el consultor Álvaro Louro, reprobar su comportamiento. "No se trata tanto de llamarles la atención, como de indicarles a los niños que están haciendo algo malo para que no los imiten".
A veces son los hijos de Carlos quienes advierten la acción y le dicen: "¡Papá, ha cruzado!". No le gusta que lo hagan, por lo que respira hondo y vuelve a explicarles lo que ya les ha contado una y mil veces: eso no se puede hacer. "Razono con ellos para no generarles dudas", explica este gaditano, padre de un niño de nueve y de una niña de seis. "Y, cuando voy solo y veo a una madre con sus críos, me corto y espero a que se ponga en verde".
Carlos reconoce, sin embargo, que él a veces cruza en rojo en compañía de sus hijos. "No lo hacía cuando eran pequeños, porque entonces el objetivo era educarlos. Entonces me paraba en seco y esperábamos, pero ahora ya saben en qué sitios podemos atravesar la calle siempre que no vengan coches". Matiza que sólo lo hace en una ruta conocida, en calles de un solo carril y sin tráfico.
"Ya están educados y sé que no cruzarían si caminasen solos. Pero no se me ocurre hacerlo en medio de la calzada, sino en lugares con pasos de peatones y semáforos, cuando ya llevamos un rato aguardando y no hay ningún peligro. Si no, mis hijos saben lo que les queda: esperar a que el muñequito se ponga en verde", justifica Carlos, cuya actitud no es bien vista por Ana Novella, quien afirma que el riesgo de ser atropellado siempre está ahí.
La presidenta de Stop Accidentes no considera un argumento de peso que no venga ningún coche. Tampoco cree que sea conveniente decirles a los críos que "no pasa nada", pues en el futuro crecerán, irán solos al colegio y le restarán importancia a cruzar con el semáforo en rojo. "Es un peligro, por lo que si queremos a nuestros hijos no deberíamos hacerlo en ninguna circunstancia".
Javier tampoco se olvida de esos conductores que "apuran hasta el último segundo" cuando el disco verde está a punto de cambiar y ven que hay gente esperando para cruzar. "Igual que los coches tendrían que aminorar la velocidad, los peatones debemos tener paciencia: más vale esperar unos segundos que lamentarlo cuando no haya marcha atrás", concluye este padre de un niño de cinco años.
Cansado de ser testigo de una actitud "frecuente" en muchos adultos, escribió en su cuenta de Twitter: "No solo por seguridad, civismo y respeto a las normas, sino también por empatía: si un padre está enseñando a sus hijos a esperar que el semáforo cambie a verde para pasar, no cruces en rojo justo en ese momento, agonías". Y, con su comentario, esta vez fue él quien nos sacó los colores, que no eran precisamente verde ni ámbar.
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