madrid
Actualizado:"Creo que su realidad es mucho más diversa de lo que podemos pensar los adultos y lo tienen mucho más naturalizado", explica María Salvador, responsable de programas de Alianza por la Solidaridad en España, una de las organizaciones que ha llevado a cabo una encuesta sobre migración entre jóvenes de España, Rumanía y Dinamarca.
Salvador destaca que durante los grupos de devolución que se formaron para trabajar los resultados obtenidos, muchos de los jóvenes se mostraban sorprendidos por algunas de las preguntas. Los jóvenes migrantes ante algunas de las cuestiones planteadas tampoco veían representadas del todo sus experiencias en el día a día.
"Mi grupo de amigos es súper diverso. Mucho, mucho, mucho. Tengo una amiga senegalesa, otra boliviana, tengo marroquíes, también tengo amigas españolas, amigas de China... Somos muy diversas", explica Chaimae Tahiri, una de esas jóvenes.
Tahiri tiene 21 años y vive en Granada desde los diez. Originaria de Meknés, una ciudad cercana a Fez en Marruecos, esta joven se muestra sorprendida al leer alguno de los resultados de la encuesta. No entiende, por ejemplo, el temor a la diversidad que muestra un porcentaje de los entrevistados y entrevistadas.
"Yo quiero que mis hijos en un futuro vayan al colegio con muchos migrantes, con más culturas, no solo la mía. Yo soy musulmana, pero quiero que estén con cristianos, con judíos, con quien sea, y así van aprendiendo a no estar siempre en el mismo círculo y con las mismas ideas. Que evolucionen y sean capaces de cambiar, creo que es muy importante para todos", afirma Tahiri.
Casi el 70% de jóvenes españoles no ven problema en que sus hijos compartan clase con personas de distinta nacionalidad
Entre las tres nacionalidades entrevistadas, los jóvenes españoles —casi el 70%— no encuentran ningún problema en que sus hijos compartan clases con personas de nacionalidades distintas.
Diana es otra joven migrante de 29 años que vive en València desde el 2007. Originaria del Valle de Cauca en Colombia, Diana se encuentra en situación irregular y pide no usar su apellido. Esta joven sufrió una irregularidad sobrevenida cuando su madre se divorció, y desde entonces no ha contado con los medios necesarios para cambiar su situación.
"Mi única opción era internarme a trabajar con 18 años, como hizo mi madre, para conseguir de nuevo la documentación. Ella vino bastante joven y no ha tenido tiempo ni de ser niña, ni joven, ni mujer, ni nada, solo se ha dedicado a trabajar toda la vida. Por eso decidí que yo no iba a pasar por lo mismo (...) Creo que haber sido la primera de tres generaciones de mujeres que puedo decir: No voy a trabajar, no me voy a internar, no me voy a quitar de lo que me da la vida. Es importante", explica.
En España, como Diana, hay medio millón de personas que se encuentran en situación administrativa irregular, casi 150.000 niñas y niños. La Iniciativa Legislativa Popular (ILP), recogió este año las 500.000 firmas necesarias para llevar la propuesta de una regularización extraordinaria al Congreso y espera ahora a ser tramitada.
De qué hablamos cuando usamos la palabra 'inclusión'
"En mi experiencia, mi primera manera de conseguir integrarme en la sociedad española, en el instituto, y de conseguir amigos, fue el hecho de cambiarme el acento y renunciar a mi manera de hablar para que la gente me entendiera mejor y tuviera ganas de conocer más", explica Diana, al recordar su propia experiencia como adolescente al llegar a España.
"Si estás en un territorio ajeno al tuyo, que no es tu casa, te tienes que adaptar a lo que sea y renunciar a lo que haga falta para poder sobrevivir. Y esa es la parte que no se ve", cuenta Diana.
De los tres países donde se realizaron las encuestas, los jóvenes españoles son los que menos ven amenazada la cultura del país por la presencia de personas migrantes. Al contrario, en comparación a los jóvenes rumanos y daneses, son los que más valoran el enriquecimiento cultural que proporciona la población migrante en España. Se muestran también favorables a destinar más recursos a políticas de inclusión.
Diana: "Creo que las personas, más que estar abiertas a la integración, están abiertas a la apropiación cultural"
La experiencia, en este sentido, de jóvenes migrantes como Diana o Chaimae es más crítica. "Creo que las personas, más que estar abiertas a la integración, están abiertas a la apropiación cultural, en el sentido de quedarte solo con lo que te interesa. La multiculturalidad suena preciosa, pero a la hora de la verdad no se profundiza en querer saber más sobre esas otras culturas", explica Diana.
"[Los procesos de inclusión pueden ser] superficiales a veces, y no hacen que la gente se conozca más, que se integre, porque integrados ya estamos. Yo soy colombiana, hablo español y creo que el desarrollo cultural de mi país tiene bastante que ver con el de aquí. O sea, vale que los platos de comida no sean los mismos, pero los ingredientes, sí", concluye.
Los trabajos que nadie quiere y discriminación
"El primer año de instituto, al preguntarme la gente a qué se dedicaba mi madre y decir que era limpiadora, o decir que yo era colombiana, la gente me miraba mal porque limpiaba, como si su trabajo fuera una deshonra. Y, después, al año siguiente, en lugar de eso me decían que mi madre le robaba el trabajo a la suya. Entonces, ¿en qué quedamos?", se pregunta Diana.
Un 65% de los encuestados en España cree que las personas migrantes realizan los trabajos que los locales no quieren ocupar. Esta percepción no se aleja mucho de la realidad. Según un informe elaborado por Cáritas en 2020, el 75% de las personas migrantes en España desempeña trabajos elementales o precarios.
En concreto, el sector de los cuidados, atravesado por la informalidad y la precariedad, lo ocupan en un 60% trabajadoras migrantes, sin contabilizar todas aquellas personas que trabajan en el sector pero se encuentran en situación administrativa irregular.
Chaimae: "He ido a entrevistas de trabajo en las que no aceptan que de cara al público estés con el pañuelo"
La juventud migrante que ha crecido y estudiado en España enfrenta una falta de oportunidades en el ámbito laboral muy similar a la que experimentan los jóvenes españoles, pero en ocasiones marcada por la discriminación.
"España me acogió y todo bien; el único problema que he tenido es por el hiyab, el pañuelo. Cuando intentas buscar trabajo es muy, muy difícil, o al menos eso es lo que yo he vivido. He ido a entrevistas de trabajo en las que no aceptan que de cara al público estés con el pañuelo. He estudiado aquí, lo tengo todo regulado, pero no importa. Yo creo que lo más importante es lo que tú vas a dar a esa empresa y aportar a ese puesto de trabajo, no solo lo que la gente va a ver de ti", reflexiona Chaimae.
Para estos jóvenes, la falta de representatividad pública es un factor determinante al hablar de igualdad de oportunidades. "Cuando llegué a España me impactó muchísimo que no había ni un solo profesor racializado, ni uno. Pensaba: Hay niños de todos los colores pero todos los profesores son blancos. Y creo que en 2023 todavía esto no ha cambiado", explica Diana.
En general, la juventud española se siente poco escuchada y representada en el sistema político y social del país. "Como persona joven me alegro de que se nos pregunte sobre todo y que podamos decir: yo estoy aquí, mi voz está aquí, me da igual que me quieras escuchar o no, esto es lo que pienso. Va ser mucho más sencillo si sabes lo que pienso para que podamos crecer y transformarnos juntos", resume Diana.
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