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El cambio climático altera la vegetación de alta montaña en el Pirineo

“Los cambios van más rápido de lo que pensábamos”

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Técnicos del Gobierno de Aragón en una cumbre pirenaica dentro de los trabajos de toma de muestras del Proyecto Gloria. DIRECCIÓN GENERAL DE SOSTENIBILIDAD DEL GOBIERNO DE ARAGÓN

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ZARAGOZA .- “Las plantas más termófilas están subiendo de manera gradual, y eso hace que aumente la biodiversidad en las zonas alpinas del Pirineo”, explica Matilde Cabrera, jefa del Servicio de Cambio Climático del Gobierno de Aragón y responsable del Proyecto Gloria en la comunidad, que alerta de que ese efecto del calentamiento global amenaza, en realidad, el equilibrio del mundo vegetal en la alta montaña. “Existe el riesgo de perder la composición florística –señala-. Se trata de un cambio, no de un beneficio; y puede que esas nuevas especies eliminen a las que pueblan esas zonas”.

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Varios puntos de la comunidad superan las 30 noches tropicales –más de 20 grados- al año cuando a mediados del siglo pasado no superaban la decena, pasar de 40 de día en verano es cada vez más habitual mientras las jornadas con heladas descienden, según los Indicadores Climáticos para Aragón, que van en la misma línea que el último informe del panel intergubernamental IPPC y a los que se añaden otros datos como la elevación de la isoterma de los cero grados hasta los 3.000 metros en la cordillera, documentada por el Instituto Pirenaico de Ecología. Esas modificaciones del patrón climático que algunos tipos de plantas –hierbas de prado, básicamente- vayan situándose progresivamente en áreas más elevadas y comiencen a disputar el espacio a la vegetación característica de esos lugares.

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“Los cambios van más rápido de lo que pensábamos”

El Gobierno de Aragón lleva desde mediados de la década pasada trabajando, con financiación del programa europeo Feder y con la colaboración del Instituto Pirenaico de Ecología y de expertos en botánica como Luis Villar y José Luis Benito, en el proyecto Gloria, coordinado por la Universidad de Viena y que incluye el seguimiento de la vegetación de las áreas alpinas –zonas de pasto a más de 2.000 metros de altura- de doce cumbres con vertientes a los cuatro puntos cardinales en Ordesa y en el valle de Tena, en el Pirineo, y en el Moncayo, en el sistema Ibérico. Los inventarios florísticos realizados en esas zonas han permitido constatar cómo especies de plantas que nunca antes habían sido localizadas a esa altitud han comenzado a colonizar zonas por encima de esa barrera.

Las tomas de muestras del Proyecto Gloria se han reducido de diez a siete años ante la aceleración de los cambios ambientales en las zonas de alta montaña. DIRECCIÓN GENERAL DE SOSTENIBILIDAD DEL GOBIERNO DE ARAGÓN

El último inventario, realizado el año pasado en Ordesa, incluye análisis de los suelos para estudiar el comportamiento de invertebrados como los colémbolos, considerados uno de los principales indicadores de esos cambios. “Tenemos un punto de partida”, señala Cabrera, que anota que la Universidad de Viena ha reducido de diez a siete años la periodicidad de los inventarios tras percatarse sus expertos de que “los cambios van más rápido de lo que pensábamos”.

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“La vulnerabilidad al cambio climático es mayor en las zonas rurales”

En este sentido, el consejero de Desarrollo Rural, Joaquín Olona, llamaba recientemente la atención sobre la “mayor vulnerabilidad a los impactos del cambio climático en zonas rurales por la dependencia de la agricultura y recursos naturales”. De hecho, sectores como el vinícola comienzan a verse afectados por la aceleración del proceso de maduración de la uva, lo que les obliga a cambiar sus modelos de producción.

Pasividad gubernamental con el cambio climático

Sin embargo, los gobiernos no acaban de tomarse en serio esta problemática: ni la cumbre del clima de París adoptó medidas decididas para atajar el proceso de calentamiento global ni ejecutivos como el español, al que la Alianza por el Clima reclama que se active con urgencia en este ámbito, adoptan iniciativas esperanzadoras pese a los evidentes indicios de deterioro del equilibrio ambiental, como el deshielo del Ártico, y a investigaciones que alertan del deterioro del mundo vegetal, que está perdiendo capacidad para absorber el CO2.

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