Algeciras: zona cero Del rescate en el Estrecho a dormir sobre cartones en el puerto de Algeciras
Casi 400 migrantes llevan varios días durmiendo en la cubierta de barcos y lanchas de Salvamento Marítimo o, directamente, en el muelle del puerto. La Policía no tiene sitio en comisaría, ni en CIE ni en los polideportivos habilitados.
Publicidad
ALGECIRAS, Actualizado:
A las 16.00 horas, la temperatura sube de los 30 grados y en el puerto de Algeciras es difícil encontrar una sombra. Allí, en un rincón del muelle, dos lanchas rápidas de Salvamento Marítimo (Sasemar) sirven de cobijo para más de 170 migrantes subsaharianos. Como no caben todos tumbados, algunos se pasean por el muelle o se recuestan sobre el hormigón. Unos en cartones o encima de la patera de plástico en la que fueron rescatados, ya deshinchada. Una lona azul atada a cuatro piedras les tapa del sol, pero del calor no hay quien se libre. "Agunos llevan 24 horas aquí, otros, 48. No pueden salir de la zona porque no hay a donde llevarlos. Eso nos ha dicho la Guardia Civil", relata Manuel Capa, delegado sindical de CGT en Sasemar.
Publicidad
Tras las rejas blancas que dan entrada al muelle, algunos sólo piden un teléfono para llamar a su familia y decirles que lo han logrado, que han cruzado el Estrecho de Gibraltar y están en Europa. "¿Qué ciudad es ésta?", pregunta en francés uno de ellos. Es la primera vez que escucha la palabra Algeciras. Otros piden tabaco, pero la pregunta que hacen todos es la misma: "¿Hasta cuándo tenemos que estar aquí?". Nadie lo sabe. A los pocos minutos se acaba la quietud. Varios tripulantes de Sasemar, enfundados en mono blanco y con mascarillas los conducen a bordo de las lanchas, aunque su destino está a pocos metros, en el otro extremo del puente. Allí lleva tres días atracada a Guardamar María Zambrano, donde han dormido más de 200 migrantes rescatados durante el fin de semana.
"Al menos en esta parte hay guardias civiles para la custodia, pero hay días que nos toca a nosotros asumir ese papel que no nos corresponde. Nosotros rescatamos, salvamos vidas. Nos está sobrepasando esta situación, no es nuestro cometido alojar a los rescatados en los barcos. Hay instituciones suficientes para gestionar eso. Los barcos no tienen espacio ni habitabilidad ni seguridad, ni siquiera sanitaria", afirma a Público Ángel Téllez, capitán de la embarcación de Sasemar. Explica que algunos de los rescatados tienen sarna y que, si no se tratan adecuadamente y se acaba con el "hacinamiento" en cubierta, se extenderá el brote. "Esto no puede estar así, nunca había visto que los rescatados pasaran días enteros en el barco", lamenta.
"Amigo, ¿cuánto tiempo falta para salir?". Esta vez pregunta Salomon, un joven senegalés de 23 años que está viendo llegar al muelle las dos lanchas con los otros 175. "¿Por qué traen a más gente aquí en vez de llevarnos a todos fuera?", exclama. La respuesta es difícil de contestar. No lo saben ni los tripulantes de Sasemar, ni los guardias civiles encargados de su custodia en el puerto. "Cuando los compañeros de la Policía nos digan, vendrán autobuses y los llevarán a un polideportivo de los que están habilitados. Parece que están todos llenos. No caben en las comisarías ni en los Centros de Internamiento de Extranjeros", afirma un agente de la Benemérita que prefiere no dar su nombre, aunque es muy claro al hablar: "Hay desborde y hay desorden, falta coordinación". Una percepción que parece no compartir el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, que durante el fin de semana negó el colapso en la acogida y prefierió hablar de una "situación extraordinaria". "Desde luego, normal esto no es", dice con sorna el agente. No saben cuántas personas hay en total en el puerto, no saben cuántos duermen a bordo del barco y cuántos en el suelo de cemento.
Publicidad
Allí no hay lonas que protejan del sol, así que las mantas rojas que les entrega la Cruz Roja a los rescatados cuando desembarcan se entrelazan en una larga maraña. Bajo el manto rojo hay hombres, mujeres y niños que comen tres veces al día gracias a Salvamento Marítimo. "Hemos tenido que hacer o encargar notros la comida para ellos", explica el delegado de CGT.
Diez urinarios portátiles tienen que servir para casi 400 personas, pero nadie se queja de nada porque ayer les dieron ropa limpia y hoy, alguno han podido ducharse. "Son muchas personas, la mayor parte del tiempo están tranquilas, pero a veces hay tensión por la comida o por cargar el teléfono móvil. Están muy cansados tras horas en el mar y, ahora, después de dos o tres días durmiendo apretados en cualquier rincón del barco se nota más", explica Capa.
Publicidad
En la María Zambrano ya no cabe un alfiler. Mientras unos rezan otros extienden la manta de cruz roja a modo de colchón. Hay grupos que conversan, otros bromean y alguno, como Abdoul Kalash, miran al infinito desde la barandilla del barco. Dice que tiene 15 años, que viene de Guinea Conakry y que no sabe a dónde quiere ir. "Al menos quiero quedarme en España un mes para aprender el idioma, luego ya veremos". Pese a su corta edad, no recuerda el tiempo que lleva viajando. Lo intentó por la valla de Melilla, pero no lo logró, así que se echó al mar en un barca de juguete a remos. Esta noche, volverá a dormir sobre el agua. Nadie sabe hasta cuándo.