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La advertencia póstuma de Fontana: el capitalismo es el problema
Llega a las librerías la obra póstuma del historiador y pensador Josep Fontana: 'Capitalismo y democracia 1756-1848. Cómo comenzó este engaño', un lúcido análisis de los violentos orígenes del sistema económico y una advertencia sobre la desigualdad creciente y la complicidad de los gobiernos elegidos para favorecer los intereses económicos de una minoría.
Alejandro Torrús
Madrid-
El pensador e historiador Josep Fontana falleció el 28 de agosto de 2018. Tenía escrita ya la que sería su última obra: Capitalismo y democracia 1756-1848. Cómo empezó este engaño (Crítica), pero dejó la orden de que el libro no viera la luz hasta su fallecimiento. Quería que fuese su obra póstuma. Y así ha sido. El libro ha llegado esta semana a las librerías y se ha convertido en una suerte de última advertencia a la sociedad y, especialmente, a las capas sociales más desfavorecidas: el problema, por más que se repita lo contrario, se llama capitalismo.
Fontana, de hecho, concluye su obra alertando al lector "del aumento constante de la desigualdad en el mundo desarrollado", de la certeza de que los "gobiernos siguen apoyando políticas que favorecen el enriquecimiento de una minoría", denunciando la "usurpación de tierras cultivables a pequeños y medianos cultivadores", el "expolio del agua" o la "tolerancia de los gobiernos europeos con los paraísos fiscales". Todo ello con la connivencia de los grandes medios de comunicación que "no tienen por objetivo central la suerte de las capas populares ni de los trabajadores del mundo desarrollado ni de los campesinos del sur global".
Ante esta situación actual, el prestigioso historiador realiza el ejercicio de echar la vista atrás hasta los orígenes del capitalismo y de la industrialización, allá por el siglo XVIII, y por las revoluciones burguesas del XIX. ¿Por qué? Responde él mismo: "He pensado que podía resultar útil recuperar la historia del nacimiento de este sistema para instruirnos en la búsqueda de las grandes líneas que nos muestran que la evolución del capitalismo actual, que es lo que verdaderamente amenaza el futuro de nuestras sociedades y de nuestras vidas".
El resultado de este análisis retrospectivo es demoledor. El desarrollo del capitalismo en nuestra sociedades se ha basado, inicialmente, en "arrebatar la tierra y los recursos naturales a quienes los utilizaban comunalmente" y en "liquidar las reglamentaciones colectivas de los trabajadores de oficio con el propósito de poder someterlos a nuevas reglas que hiciesen posible la expropiación de gran parte del fruto de su trabajo". Unas reglas que despojaron a los hombres y mujeres de cuanto poseían y que los empujo a una derivada del sistema esclavista: trabajadores cuya única libertad consistía en poder morir de hambre.
Un proceso, el del desarrollo capitalista, que no es "una consecuencia natural de la evolución de la economía" sino que "se impuso desde los gobiernos, mediante el establecimiento de leyes y regulaciones que favorecían los intereses de los expropiadores y defendiendo con medios de represión".
"Las grandes pugnas políticas a las que hemos asistido entre 1814 y 1848 tenían como objetivo fundamental garantizar el poder a los propietarios. Los cambios que se fueron produciendo a lo largo de estos años iban hacia la creación de estructuras de gobierno más eficaces, que asegurasen la capacidad de mantener a las masas, es decir, a los pobres, lejos del poder", incide el autor.
Gobiernos que son cómplices
El resultado de todos estos procesos, dirigidos desde el poder, es el mundo que hoy día conocemos y que Josep Fontana define como "democracias parlamentarias basadas en constituciones que garantizan los derechos y libertades de todos los ciudadanos, pero donde los gobiernos elegidos tratan de favorecer los intereses económicos de las grandes empresas y de los más ricos".
La verdadera lucha, escribe, se produjo entre 1789, con la Revolución francesa, y en 1848, año en el quedó establecido un sistema que, en términos generales, era similar al que rige hoy día, con mejoras que se fueron añadiendo, como la de conseguir controlar los resultados electorales mediante el sufragio universal.
"El resultado es que los gobiernos que hemos elegido entre todos porque prometían velar por nuestro bienestar han acabado convirtiéndose en cómplices tolerantes de un proceso que favorece el enriquecimiento de un grupo reducido a costa de la mayoría y que engendra una sociedad cada vez más desigual".
Un despertar colectivo
Pero Fontana nunca tiró la toalla. Siempre defendió que eran posibles alternativas a este sistema económico. Así, el historiador cita al teórico William I Robinson para defender que aún hay esperanza, que aún existe la posibilidad de un "gran despertar colectivo que cristalice en un 'proyecto popular trasnacional' que será el equivalente de la 'revolución socialista mundial' planteada por Lenin en 1917.
Pero con cambios. Por ejemplo, este gran despertar colectivo no estaría protagonizado por partidos políticos a la vieja usanza o por élites que dirigen a las masas, sino por fuerzas surgidas desde abajo, "desde las luchas cotidianas de los hombres y las mujeres".
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