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Utilizar la represión como mecanismo de defensa

La represión es un concepto clave de la teoría psicoanalítica freudiana incluido entre los diez mecanismos de defensa primarios por Anna Freud en su libro El yo y los mecanismos de defensa y definidos como recursos inconscientes o medios psicológicos que el yo utiliza para solventar los conflictos que surgen entre las exigencias instintivas y la necesidad de adaptarse al mundo de la realidad. 

Así, entre la evitación, la negación, la identificación o la proyección, se incluye la represión entendida como el acto de bloquear inconscientemente ideas o impulsos que se consideran indeseables, siendo considerada la base de todos los mecanismos de defensa al implicar una interferencia con la conciencia. 

La represión: la mente en guerra consigo misma 

Dos mujeres - Fuente: Pexels
Dos mujeres – Fuente: Pexels

Como se explica en este artículo, la represión es uno de los pilares fundamentales sobre el cual descansa toda la elaboración teórica del psicoanálisis caracterizando este mecanismo de defensa como un proceso por el cual una fuerza psíquica se opone a la expresión de un deseo en la conciencia: así, se produciría una lucha entre dos fuerzas en conflicto, la conciencia y el inconsciente. 

Al excluir de la conciencia una cuestión que se considera inaceptable, el sujeto parece liberarse de un peso, pero la exclusión de ese pensamiento o de ese hecho no supone una solución definitiva: “un pensamiento excluido siempre pugna por expresarse”, como cuando el polvo queda bajo la alfombra: está oculto, pero no desaparece, a medida que se acumule más suciedad, más posibilidades de escape.  

Y es partiendo de estas ideas como Sigmund Freud formula su idea de inconsciente y el concepto de represión, una “resistencia que se opone al trabajo analítico y pretexta una falta de memoria para hacerlo fracasar”.  

En este sentido, Freud atribuyó la neurosis ―la inestabilidad emocional que conlleva ansiedad, fobias y miedo irracional― a las luchas mentales que el paciente siente por la presencia de recuerdos y experiencias reprimidas.

El psiquiatra austriaco consideró entonces que “extrayendo” estas experiencias reprimidas del inconsciente y enfrentándolas en terapia se podía conseguir una catarsis que condujese a la comprensión de los recuerdos y, en definitiva, a la estabilidad emocional. 

La represión: ¿un arma de doble filo? 

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Según Freud, la esencia de la represión consistía en rechazar algo de la conciencia y mantenerlo alejado de ella, un proceso que tendría lugar de forma inconsciente, al contrario que la supresión, un mecanismo de defensa de orden superior (como la racionalización, o la sublimación) que conlleva el bloqueo consciente de ideas o impulsos. 

También cabe diferenciar la represión de la negación, otro mecanismo de defensa caracterizado por descartar la realidad externa y centrarse en explicaciones o falacias internas y así evitar la incómoda realidad de una situación: lo que comúnmente conocemos como “mentirnos a nosotros mismos”, algo que también sucede de forma a menudo inconsciente hasta el punto de creernos nuestras propias mentiras, porque a nuestro juicio son “verdad”. 

Sin embargo, la represión no es ni una supresión consciente ni una mentira inconsciente: es un “olvido inconsciente”. En este sentido, según Freud, la represión “desaloja” inconscientemente recuerdos o experiencias dolorosas “sustrayéndoles la energía” a las mismas.  

El problema es que, como sabemos, la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma: “la representación reprimida sigue teniendo capacidad de acción dentro del sistema inconsciente” ya que solo ha desplazado la energía a ese sistema, no la ha eliminado.  

Entonces, y siempre siguiendo la teoría psicoanalítica, los recuerdos reprimidos serían el origen esencial de buena parte de las enfermedades mentales de forma que si se consigue extraer la experiencia reprimida y dominarla se podría mejorar la salud mental del individuo. 

La distorsión de los recuerdos reprimidos 

Echar de menos, ¿por qué nos pasa?
Recuerdos

Partiendo de las ideas de Freud se cimentó una terapia de recuerdos reprimidos que implicaba una guía para recordar estas experiencias traumáticas y supuestamente reprimidas del consciente y almacenadas en el inconsciente. 

Pero diversos autores como el caso de Elisabeth Loftus, demostraron cómo se puede manipular la memoria, de forma que, como sabemos, los recuerdos pueden ser inexactos, incluso completamente falsos: “Una vez que tienes una experiencia y la registras en la memoria, no se queda ahí en una forma prístina, esperando a ser reproducida como un dispositivo de grabación. Nueva información, nuevas ideas, nuevos pensamientos, información sugestiva, información errónea pueden entrar en la conciencia de las personas y causar una contaminación, una distorsión, una alteración en la memoria”. 

Y esta es la razón por la que el concepto de memoria recuperada ha sido desacreditado desde hace décadas, pese a que algunos acontecimientos del pasado de las personas puedan volver a reproducirse de forma más o menos veraz.  

Así pues, lo que vemos y vivimos solo sucede una vez: lo que queda almacenado en la memoria (consciente) o empujado al inconsciente ya no es completamente “real”. Y cuando más tiempo pase, más se alejará de lo real, de forma que una experiencia largamente reprimida difícilmente puede ser un espejo de lo que realmente sucedió y, por tanto, formar parte de un proceso de terapia psicológica eficaz. 

¿Puede ser la represión un recurso útil a nivel psicológico? 

Pero en nuestra “batalla” diaria contra nosotros mismos y el mundo cualquier recurso puede ser válido si se sabe utilizar con moderación, incluso la propia represión. Algunos estudios han analizado como suprimir los recuerdos no deseados reduce la expresión directa en pensamientos posteriores.  

Los investigadores partieron de la siguiente pregunta para elaborar su análisis: “Cuando buscamos olvidar recuerdos no deseados, ¿el contenido suprimido sigue ejerciendo una influencia inconsciente en nuestros pensamientos?” 

No obstante, en este caso estamos hablando de supresión (consciente) de un recuerdo y su persistencia inconsciente. Y es que si aceptamos que la represión psicológica es un proceso plenamente inconsciente no lo podemos aprender a usar de forma consciente, aunque se postule como uno de los principales mecanismos de defensa primarios que permite al individuo “meter bajo la alfombra” aquellas experiencias que no somos capaces de racionalizar. 



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