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Serendipia: qué significa la palabra que explica el universo

¿Nunca te ha pasado que encuentras una cosa que llevaba tiempo perdida mientras buscas otra? Pues, más o menos, eso es la serendipia llevada al ámbito científico: un hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual, tal como lo define la RAE.

La historia de la ciencia está plagada de serendipias que nos han aportado una visión más profunda del universo, como aquella de Penzias y Wilson que les valió el Nobel de Física. Os lo explicamos.

Serendipia, la ‘chiripa’ de la ciencia

Investigación científica - Unsplash
Investigación científica – Unsplash

Antes de que la RAE no tuviera más remedio que incluir el término en su diccionario, la palabra en inglés “serendipity” ya tenía una larga trayectoria que se habría iniciado con el cuento Los tres príncipes de Serendip: aquellos príncipes que viajaban por el mundo haciendo descubrimientos de cosas que no buscaban, por casualidad… y sagacidad.

Es finalmente en 2012 cuando el término “serendipia” aparece en el DRAE con la denominación antes señalada, muy vinculada al mucho más castizo término chiripa, una suerte de “serendipia plebeya“.

La chiripa no deja de ser una casualidad favorable, asociada al billar según una acepción de la RAE, pero que usamos coloquialmente en muchos ámbitos: “aprobé de chiripa“, “compré la entrada de chiripa”, “o este hombre gobierna de chiripa”.

Pero el ser humano siempre trata de buscar significados a las casualidades de la vida porque tenemos un atávico temor al caos, a asumir que estamos, a menudo, a merced de las circunstancias.

Por eso nadie quiere creer que si no hubiera conocido al amor de su vida aquel día en el concierto, hubiera conocido a “otro amor de su vida” y tal vez sería incluso más feliz. O parecido. No, preferimos la leyenda del hilo rojo para sentir que la vida tiene algún sentido y los eventos de nuestra vida tienen algún tipo de orden, estructura y lógica. O si nos ponemos un poco más intelectuales lo llamamos sincronicidades… o serendipias.

De Colón a Fleming: grandes serendipias de la historia

Fleming - Wikimedia
Fleming – Wikimedia

La serendipia más famosa de la historia de las exploraciones humanas es la de Colón que, ya sabes, iba buscando una ruta alternativa para llegar a las Indias y se encontró con América. Menos mal para él y el resto de tripulantes (vivos) de su odisea, porque de no estar ahí América no hubiera llegado en la vida a Asia, ¿no?

Pero la ciencia también sabe mucho de felices chiripas, como el caso de Alexander Fleming, protagonista de una de las serendipias más famosas de la historia de la medicina. Nunca unas vacaciones fueron tan productivas: el médico británico olvidó unas placas con cultivo bacteriano que se contaminaron con partículas del exterior.

En una de las placas habían desaparecido algunas partes con bacterias. Tras analizar la muestra encontró un hongo con cualidades antibacterianas: era la lisozima que le conduciría años más tarde al descubrimiento de la penicilina persistiendo en la búsqueda de otros antibacterianos ambientales.

La chiripa de Penzias y Wilson: el sonido del Big Bang

Big Bang - Pixabay
Big Bang – Pixabay

Y si hablamos del universo ahí está la historia de Arno Penzias y Robert Wilson, que trabajaban adaptando una antena de radio para la recepción de señales de los primeros satélites de comunicaciones, cuando registraron un ruido inesperado… que en un principio atribuyeron a unas palomas.

Una vez suprimidas todas las posibles fuentes de ruido, Penzias y Wilson descubrieron que no solo era isótropa, es decir, presentaba la misma apariencia en todas las direcciones donde se midiera, sino que además no variaba con el día ni con la estación del año, por lo que no podía proceder del sistema solar.

Según señala el artículo de Miguel Ángel Pérez-Torres del Instituto de Astrofísica de Andalucía antes citado, ni Penzias ni Wilson tenían idea de lo que habían encontrado: la emisión fósil del fondo cósmico de microondas, que validaba la teoría del Big Bang.

Entonces un colega sugirió a la pareja que debían hablar con el cosmólogo Robert Dicke ya que la señal podría tener un origen cosmológico. Y este dejó para la historia una frase tras hablar con Penzias y Wilson: “se nos han adelantado“, que bien podría haber sido, “estos dos han encontrado de chiripa lo que yo llevo años buscando”.

Robert Dicke era un “brillantísimo físico” que había inventado un radiómetro diferencial de microondas, un instrumento muy sensible para medir diferencias de temperatura en el cielo. Junto a su colega Peebles sugirió que si la teoría del Big Bang era correcta, el fondo cósmico debía existir y ser detectable, ideando un experimento para detectar la emisión de fondo.

Y en estas estaban cuando llegó la llamada de Penzias y Wilson… que se llevaron al Nobel que, probablemente, hubiera sido para Dicke y Peebles.

La suerte favorece a la mente preparada

Es posible que Penzias y Wilson tuvieran “suerte” y vivieran una de las grandes serendipias de la historia de la ciencia, pero también persistieron en sus investigaciones hasta dar con la tecla. Se podían haber conformado con la “teoría de las palomas” y seguir con su trabajo, pero percibieron que ahí había algo más…

Por lo tanto, las serendipias son consustanciales a la historia del pensamiento y la investigación humana y no creemos que haya que darles muchas más vueltas. La cuestión, como dijo Pasteur, es estar preparado para aprovechar los golpes de suerte mediante una actitud eficiente y alerta, o como dijo Picasso, “que la inspiración te pille trabajando”: como les sucedía a los príncipes de Serendip que encontraban cosas que no buscaban por casualidad… pero también sagacidad.

Se trata, por tanto, de adoptar una postura científica que pasa por analizar concienzudamente lo que se encuentra aunque no se busque, porque tal vez lo que encuentres sea mucho más importante que lo que estabas buscando. ¿U os imagináis que Colón hubiese vuelto a Europa diciendo: “no encontré lo que buscaba”?



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