“Los hombres olvidan siempre que la felicidad humana es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias”. Como buen filósofo, John Locke (1632 – 1704) también dedicó parte de sus reflexiones a la felicidad que consideró uno de los derechos inalienables del ser humano que, junto a la vida, la libertad y la propiedad forman, a su juicio, el grupo esencial de derechos humanos, concepto del que el pensador británico también es referente.
Pero John Locke no solo es una figura de la historia del pensamiento filosófico o político, sino que también ejerció una gran influencia en la psicología moderna a través de sus postulados sobre conceptos como la experiencia o la tabula rasa que cimentaron el empirismo, como veremos a continuación.
Locke: el conocimiento es la experiencia
Para los no iniciados, la filosofía tiende a presentarse como una disciplina opaca, intrincada y especulativa, la antítesis de lo pragmático, algo irrelevante en nuestra rutina diaria. Por supuesto, no es así, pero es cierto que no solemos acudir a la kantiana crítica de la razón pura como recurso para dirimir un conflicto en el súper o en la plaza de parking… a no ser que se trate de un sketch de Monty Python.
No obstante, existen algunas teorías filosóficas mucho más diáfanas que parecen escritas para ser entendidas (y aplicadas) a diario. Es el caso de buena parte del pensamiento de John Locke cuya genialidad reside, justamente, en convertir en obvias para la humanidad cosas que antes eran meras especulaciones, como dijo de él el filósofo de la escuela de Oxford Gilbert Ryle.
Particularmente comprensible y referencial son sus reflexiones sobre el conocimiento y las ideas que son una de las bases, también, de la psicología moderna. Locke se opone a la tradición del innatismo según la cual algunas ideas humanas son innatas, asegurando que el conocimiento humano proviene exclusivamente de la experiencia. Y pone de ejemplo una bola de nieve para explicarlo:
“Una bola de nieve tiene la capacidad de producir en nosotros las ideas de blanco, frío y redondo; a esas potencias para producir en nosotros esas ideas, en cuanto que están en la bola de nieve, las llamo cualidades; y en cuanto son sensaciones o percepciones en nuestro entendimiento, las llamo ideas”.
Es decir, sin bola de nieve (y sin nuestros sentidos para percibir sus cualidades) no tendríamos conocimiento de lo que es blanco, frío y redondo. A juicio de Locke, no existe una idea innata, preconcebida, del color blanco, si antes no lo vemos, si antes no lo sentimos y lo entendemos.
Ahora bien, la experiencia no es igual al conocimiento, la experiencia proporciona el material para el conocimiento, surgiendo las ideas complejas que son fruto de la intervención del intelecto sobre las percepciones, sobre la experiencia: las ideas complejas (las reflexiones) serían un conjunto de ideas simples, “sentidas” o “percibidas”.
Todo ello queda definido también en otras de sus frases más célebres: “La lectura proporciona a la mente sólo materiales de conocimiento; es pensar lo que hace que lo que leemos sea nuestro”. Es decir, cuando un chico te viene con que no necesita aprender datos sobre algo porque ya está todo en “Google”, conviene recordarle esta frase de Locke. Y es que Google aún no piensa por nosotros. Aunque se ve que lo estamos deseando, ¿no?
Tabula rasa, inducción y certeza
En esta línea de pensamiento se halla el concepto de tabula rasa, inspirado en Aristóteles y Santo Tomas de Aquino, que definiría la mente humana al nacer. Un bebé no “sabe nada” al nacer, según Locke, su cerebro es una pizarra en blanco que es nutrida de conocimiento a través de las percepciones que obtiene de los sentidos y de la experiencia.
Por suerte para nuestra “pizarra en blanco”, el cerebro humano tiene una capacidad de absorción y sintetización de “experiencias” que genera conocimiento casi instantáneo, de forma que vamos amueblando esa “habitación vacía” cada minuto de nuestras vidas hasta que somos capaces de hacer reflexiones propias, ideas complejas (a veces complejísimas) haciendo “asociaciones de ideas simples”.
Así mismo, Locke también inaugura un modelo de conocimiento diferente al tradicional conocimiento deductivo que iba de lo general a lo particular apostando por un modelo inductivo: Locke considera que solo a través de la experimentación de casos particulares podemos llegar a obtener una conclusión válida general. Este método es la base del positivismo y de la investigación científica y hoy en día sigue siendo vertebral en el método científico.
Además, Locke también contribuye al conocimiento científico contemporáneo a través de la reflexión sobre la certeza, la duda y la probabilidad al reconocer que una gran proporción de las afirmaciones científicas nunca podrán alcanzar la categoría de certeza (absoluta), inaugurando una nueva forma de conocimiento basado en la probabilidad.
300 años después de John Locke
Tres siglos más tarde de las reflexiones del pensador británico, algunas cosas han cambiado… y otras menos. Pese a no ser “político”, la influencia de sus pensamientos sobre la organización social es inmensa, habiendo sentado las bases de nuestro moderno Estado democrático, con todas sus luces, pero también con sus sombras, por supuesto.
Pero que alguien dijera a mediados del siglo XVII que nadie puede estar por encima de la ley, ni siquiera un monarca, es mucho decir, y aún conviene recordarlo, porque todavía hoy, que estamos tan “avanzados”, se nos olvida.
Así mismo, sin ser psicólogo, Locke fundamentó la psicología moderna gracias a sus reflexiones sobre la influencia definitiva de la experiencia en el conocimiento. Pese a que la propia ciencia ha debatido algunas de sus conclusiones —los bebés si tienen algunas “ideas innatas”, como el miedo a las alturas, por ejemplo—, aseverar que buena parte de nuestro conocimiento proviene de la experiencia nos resulta obvio a estas alturas, pero su postura antimetafísica en pleno siglo XVII resultó revolucionaria.
Como resultaron revolucionarias también sus ideas acerca de la educación con frases que, de nuevo hoy, nos parece tan “sencillas” que se alejan de lo que entendemos como filosofía: “Hay que empezar por el juego y convertir este, poco a poco, en trabajo”.
Así el estudio debe organizarse de modo que resulte natural, placentero y apto para satisfacer la curiosidad natural y los intereses del niño, algo así como juego obligatorio y estudio libre. “Profe, profe, es que Locke dice…”. “Déjame ya de Locke, por favor, ¿eh?… Dichoso Locke, seguro que él no pisó una clase de tercero de Infantil…”.
“Los hombres olvidan siempre que la felicidad humana es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias”.
Todo sigue desmoronándose ante nuestra atónita mirada: Hoy, presentamos a un medio autodenominado “progresista” vendiendo sin matices al seudofilósofo supremacista y esclavista John Locke, uno de los papás de todo lo que es falso en el pensamiento “liberal”, como un campeón del conocimiento y de la libertad y punto y final, no hay nada más que decir. Y seguirán curvas …