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Qué son los nootrópicos

Una encuesta de la revista Nature publicada en 2008 reveló que un 33% de los padres se sentirían “presionados” para dar nootrópicos a sus hijos si los otros niños de la escuela los consumieran. Y un 35% de los alumnos de las universidades de Estados Unidos ya consumirían nootrópicos, según algunos estudios. Hasta este punto se está extendiendo el uso de fármacos para mejorar (supuestamente) las funciones cognitivas entre la población sana, tanto en estudiantes como en trabajadores adultos. 

A continuación, os explicamos qué son los nootrópicos, para qué sirven, cuáles pueden ser sus efectos secundarios, así como las advertencias de la comunidad científica acerca del uso indiscriminado de estas sustancias entre individuos sanos. 

Nootrópicos: ¿un atajo saludable o peligroso para potenciar el cerebro? 

Cerebro - Fuente: Pexels
Cerebro – Fuente: Pexels

Tal vez no te suene el modafinilo —un fármaco habitualmente autorizado entre trabajadores a turnos en Estados Unidos para mantenerse alerta—, pero seguro que has oído hablar de las anfetaminas. O de la cafeína. Porque el ser humano ha buscado desde tiempo inmemorial sustancias para mejorar sus capacidades cognitivas, para explorar sus funciones cerebrales, para ver hasta dónde puede llegar.  

Por lo tanto, y a pesar de lo que parece sugerir su denominación, la moda de los nootrópicos no es nueva: siempre estamos detrás de una fórmula mágica que nos convierta en mentalmente todopoderosos… o al menos un poco más productivos e inteligentes.  

Lo que sí han cambiado en las últimas décadas son la investigación farmacológica y la industria farmacéutica que tratan de sintetizar compuestos que puedan ser útiles socialmente, pero también comerciales y rentables.

Y así surge el término nootrópico que aparece por primera vez dentro de la comunidad científica en 1972 cuando el psicólogo y químico Corneliu E. Giurgea sintetiza el Piracetam. El investigador rumano lo define como un fármaco psicoactivo que mejora la actividad integradora encefálica superior, favoreciendo funciones cerebrales como el aprendizaje o la transferencia de información, pero sin efectos sedantes o estimulantes.  

Pero esta definición, considerada conservadora, ha sido completada en los últimos años, abriendo las puertas a otras sustancias que, mejorando supuestamente las funciones cognitivas (su característica esencial) también estimulan, entre otros efectos secundarios.  

Todo ello se integra en la investigación del mejoramiento cognitivo farmacológico (MCF), un ámbito científico con grandes posibilidades comerciales, como demuestran las estadísticas recientes del uso de este tipo de sustancias entre la población sana. ¿Os imagináis que todos los individuos, independientemente de su estado de su salud, consumieran fármacos? La industria farmacéutica (y sus accionistas) sí lo imagina. 

Tipos de nootrópicos y cuáles son las funciones cerebrales que mejoran 

Pastillas - Fuente: Unsplash
Pastillas – Fuente: Unsplash

Considerando la definición más vigente de nootrópico como aquel fármaco que aumenta funciones cognitivas como la memoria, la concentración o la vigilancia, estos son los compuestos más habituales en la actualidad: 

  • Modafinilo y armodafinilo (Vigil, Provigil o Vigia). Se trata de un psicoestimulante del sistema nervioso central indicado para la narcolepsia y otros trastornos del sueño como el desorden del sueño por cambio de turno laboral. Ha sido considerado “el primer fármaco que merece la denominación de nootrópico”, siendo analizado en contextos de bioética poshumanista que se ocupa de “un nuevo modelo del ser humano que prescinde de los principios empleados hasta ahora por la humanidad”. Sin duda, el nootrópico de moda siendo habitualmente recetado en países como Estados Unidos para trabajadores a turnos. 
  • Metilfenidato (Ritalin, Concerta o Rubifen). Es un inhibidor de la recapacitación sináptica de dopamina y noradrenalina utilizado para tratar TDAH, así como la hipersomnia primaria y la narcolepsia. Incrementa los niveles de dopamina y norepinefrina en el cerebro, optimizando la capacidad de atención, el seguimiento de instrucciones y la ejecución de pruebas, reduciendo la distracción, la impulsividad y la agresividad, “aunque su mecanismo de acción no se conoce completamente”.  
  • Anfetamina-dextroanfetamina (Dexamed, Attentin, Tentin o Elvanse). También se usan en el tratamiento del TDAH y la narcolepsia. Como indica este artículo de la Revista de Enfermería del Trabajo, en dosis terapéuticas causa efectos emocionales y cognitivos como euforia, mayor estado de alerta y mejor control cognitivo, así como tiempo de reacción disminuido, resistencia a la fatiga e incremento de la fuerza muscular. 
  • Donepezil, galantamina y rivastigmina. Sustancias vinculadas al incremento de la dopamina cuyos efectos sobre el MCF serían menos relevantes, incluso nulos o perjudiciales. 
  • 𝛽-bloqueadores. Sustancias que evitan temblores y que pueden ser eficaces para los profesionales de la música durante sus ejecuciones públicas.

¿Cuáles son los efectos secundarios de los nootrópicos? 

Una mujer canta en el trabajo - Fuente: Pexels
Una mujer canta en el trabajo – Fuente: Pexels

Como indica este interesante artículo de la Universidad de Oporto, una de las principales limitaciones de los nootrópicos y el MCF asociado es “la falta de conocimiento en cuanto a sus efectos sobre el cerebro (y la fisiología restante)”. También “se desconoce si los nootrópicos serán eficaces en el MCF”, así como “su perfil de seguridad y efectos colaterales en individuos sanos, ya que se estudian en contextos de enfermedad o déficit como forma de prevención, diagnóstico o tratamiento”. 

Así pues, todavía debemos esperar estudios más específicos, especialmente en usuarios sanos, para determinar tanto sus efectos positivos como adversos. De cualquier forma, los siguientes efectos secundarios son los más reportados, según los análisis disponibles en la actualidad: 

  • Síntomas depresivos, insomnio, cefaleas, ansiedad, mareos o náuseas en el uso de metilfenidato, particularmente relevante en niños y adolescentes cuyos encéfalos aún están en desarrollo. 
  • Cambios en los circuitos neuronales o de la sinapsis como también producen algunos psicotrópicos. 
  • Trade-off cognitivo. Teniendo en cuenta que el efecto potenciado de los nootrópicos parece depender del nivel de cognición y capacidad basal de los individuos (por ejemplo, a mayor capacidad de concentración “innata”, menor influencia en este aspecto del fármaco), estas sustancias también podrían suponer un intercambio recíproco o trade-off, es decir, potenciar una capacidad disminuyendo otra: por ejemplo, un nootrópico podría potenciar la memoria a corto plazo perjudicando la memoria a largo plazo.  
  • Problemas cardiacos, hipertensión y mayor riesgo de accidentes cerebro vasculares por el consumo de anfetaminas.  
  • Reacciones cutáneas, episodios cardiovasculares, hipertensión y arritmias en el uso de modafinilo. 
  • Adicción y dependencia. Aunque el uso de estas sustancias entre individuos sanos está creciendo, también faltan estudios más específicos para catalogar su uso real, más allá del debate científico y social. Así, por ejemplo, en la Unión Europea el uso de nootrópicos entre universitarios va del 0,8% al 16% dependiendo del país, la universidad y el fármaco. De cualquier forma, y teniendo en cuenta que la tolerancia aumenta con el tiempo y los usuarios requieren cada vez dosis más altas, se pueden multiplicar tanto los efectos secundarios como la propia dependencia. Los estudios demuestran, en este sentido, que el aumento de la dopamina que ejerce el modafinilo se produce en zonas típicamente asociadas con la dependencia y la adicción a sustancias. Así mismo, se reporta que uno de cada 20 usuarios de nootrópicos sujetos a prescripción cumple con los criterios para la adicción o el abuso de sustancias. 

¿Quiénes (y por qué) usan los nootrópicos? 

estudiar
Estudiante – Fuente: Pxhere

Como indica el artículo citado de la Universidad de Oporto, el uso de los nootrópicos por parte del público general “refleja el deseo de los individuos (o la presión ejercida sobre ellos) de mejorar su cognición, incluso estando sanos” con motivaciones que van desde el estrés asociado al trabajo a la competitividad en el ámbito científico o académico. 

En este sentido, el uso de nootrópicos parece extenderse en profesiones que exigen una gran capacidad de atención, control o resistencia como los militares, los pilotos, algunos sanitarios o transportistas. También entre profesionales sometidos a fuerte competencia o presión laboral como abogados o ejecutivos.  

Dentro del ámbito académico, por su parte, aumentan los estudios que analizan el consumo de nootrópicos, especialmente detectado en países como Estados Unidos, así como en determinadas carreras como Medicina. Este estudio analizó el comportamiento de los estudiantes de la Universidad Internacional Tres Fronteras de Paraguay, concluyendo que el modafinilio y el metilfenidato eran las smart drugs más usadas, además del café y las bebidas “energéticas” que incluyen taurina, por ejemplo. 

Uso y abuso de los fármacos: ¿hacia una sociedad hipermedicada? 

Un mapamundi de píldoras - Fuente: Pexels
Un mapamundi de píldoras – Fuente: Pexels

Detrás de esta fascinación por los “complementos” para mejorar la capacidad cognitiva se encuentran diversos factores como la competitividad laboral, el estrés académico o la presión social.

Así lo señala Juan Francisco Reyes Revuelta, especialista en Enfermería del Trabajo, en el artículo ya citado: “en el marco de una sociedad y un entorno laboral cada vez más estresante y competitivo, que pone cada vez más el énfasis en la productividad, se ha empezado a ver una expansión del interés por estos fármacos entre los trabajadores, como medio para optimizar y mejorar su rendimiento”.  

En este sentido, la proliferación de estas sustancias para mejorar el rendimiento podría considerarse un “atajo” a los problemas de funcionamiento o de gestión de la organización, convirtiéndose en una alternativa a las medidas preventivas y a las iniciativas enfocadas a la correcta organización del trabajo.

Reyes Revuelta señala, a este respecto, que la presión por aumentar la productividad puede ser una “coacción” que conduzca a los trabajadores a buscar recursos para potenciar su rendimiento… a costa de su salud, llegando a concebir el consumo de sustancias como la norma, una “normalidad medicada”, incluso en el centro de trabajo. Entonces, cabe preguntarse, ¿quién se beneficia realmente de la normalización de una sociedad hipermedicada?  

¿Nuestro cerebro necesita nootrópicos? 

Parece que con dormir y comer bien y leer mucho ya no nos basta. Frente al MCF se situaría el más tradicional MCNF: el mejoramiento cognitivo no farmacológico que incluye una nutrición adecuada, actividad física regular o el pertinente descanso.  

Pero, como nos hemos creído ese viejo mantra de que el cerebro humano funciona muy por debajo de su nivel, ansiamos ponerlo a trabajar un poco más y mejor. Y así entraron primero en juego las sustancias naturales, como la cafeína, y más recientemente los compuestos sintéticos como los que hemos nombrado aquí. 

Pero, ¿realmente nuestro cerebro necesita ser potenciado por sustancias cuando está “sano”? ¿No sería suficiente con que aprendiésemos a gestionar mejor nuestras capacidades mentales, a cuidarnos más y mejor, y a poner freno a la presión social y laboral (muchas veces también autoinducida) que nos lleva a maltratarnos para conseguir el “éxito” en nuestras carreras y en nuestra vida?  

¿Por qué un estudiante se ve forzado a consumir metilfenidato y modafinilo para superar los exámenes? ¿Falla el cerebro del estudiante o falla el sistema académico y la sociedad que exigen a un estudiante más de lo que puede (y debe) dar? ¿Por qué un cirujano se ve obligado a usar un potenciador de la atención para entrar en el quirófano? ¿Falla su capacidad de atención o falla el sistema sanitario que le exige más trabajo del que puede hacer a un nivel óptimo de atención? 



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