“En los peores dibujos animados, la mujer suele ser una especie de hermana pequeña, una conejita vestida de rosa y cintas en el pelo que acompaña a los osos y tejones aventureros (…) El mensaje es claro: los chicos son la norma, las chicas la variación; los chicos son el centro, las chicas la periferia; los chicos son individuos, las chicas tipos. Los chicos definen el grupo, su historia y su código de valores. Las chicas existen sólo en relación con los chicos”.
Así definía el síndrome de Pitufina la poeta y columnista Katha Pollitt en un artículo aparecido en el New York Times en 1991. No cabe duda: la cultura popular ha sido responsable de la difusión de diversos estereotipos vinculados a la mujer durante décadas: objeto de deseo, damisela en apuros o pérfida heredera de Lady MacBeth.
Y esta difusión, ciertamente, ha tenido su repercusión social haciendo creer a muchas generaciones de niños y jóvenes que las chicas y las mujeres eran realmente “pitufinas” en un mundo de hombres en alusión al singular personaje femenino de la obra de Peyo que, recordemos, surge como un intento de crear discordia en la aldea pitufa por parte de Gargamel, el villano del cómic.
El síndrome de Pitufina y la cultura popular
En los últimos años han aparecido diversos estudios que analizan desde una perspectiva académica esta difusión de los estereotipos femeninos en la historia de la literatura como es el caso de este artículo de Oscar Stuhler de la Universidad de Northwestern.
Y es que “las obras de ficción desempeñan un papel crucial en la producción de estereotipos culturales”. Tras analizar más de 85.000 obras de ficción escritas entre 1850 y 2010, Stuhler concluyó que “los personajes femeninos se presentan sistemáticamente como más pasivos que los personajes masculinos en las relaciones entre personas de ambos sexos”.
¿La buena noticia? Que esta disparidad disminuyó en el siglo XIX… “aunque prevalece en el siglo XXI”. Y es que, a juicio de Stuhler, los escritores masculinos son “especialmente propensos a atribuir pasividad a los personajes femeninos”, siendo “la acción física y la villanía” el dominio de los personajes masculinos y las emociones distribuidas “de manera más equitativa entre los personajes de ambos sexos”.
Pero tampoco hace falta irse a esta clase de estudios pormenorizados para constatar estos hechos: si pensamos en el cine, por ejemplo, en las películas de aventuras juveniles de los años 80 que tanto éxito tuvieron en todo el mundo occidental, podemos comprobar que, generalmente, eran chicos los protagonistas.
Los Goonies, Cuenta conmigo, Los exploradores, La historia interminable, algunas de ellas basadas también en libros, tenían a jóvenes personajes masculinos como motores de la acción. Solo algunas películas como Dentro del Laberinto o El club de los cinco ofrecían una mayor profundidad en la caracterización de los personajes femeninos, como especialmente esta última.
Evidentemente no se puede decir que la década de los 80 en Estados Unidos fuese la etapa más “revolucionaria” de la historia cultural, pero es otra muestra más de que las aventuras eran cosas de chicos y que las chicas, a menudo, solo pasaban por allí para cumplir con el expediente.
¿Existe el síndrome de Pitufina en el ‘mundo real’?
Pese a que se trata de un término no científico, este síndrome (o principio) ya ha sido aplicado en estudios académicas más allá de la ficción narrativa y la cultura.
Por ejemplo, la profesora de Derecho Internacional y jueza del Tribunal Internacional del Derecho del Mar (TIDM) Liesbeth Lijnzaad acudió a este síndrome para escribir este capítulo de un libro sobre identidad y diversidad en el tribunal internacional reflexionando sobre el género y la nominación de mujeres a dicho tribunal.
Porque es evidente que muchas mujeres han tenido que bregar a lo largo de la historia reciente en un mundo “manejado” por hombres, especialmente a nivel profesional, lo que también se vincula al denominado techo de cristal, la dificultad que encuentran las mujeres para al ascenso laboral.
Pero se trata de una situación que en buena parte del mundo occidental empieza a cambiar, con cada vez más mujeres en puestos de responsabilidad, como señala la propia Lijnzaad en su texto o como indica el último informe Women in Business: “Las mujeres ocupan por primera vez el 40% de los puestos directivos en España, la mayor tasa de la UE”.
Solo hace falta darse una vuelta por un contexto diferente al “directivo”, como son los parques infantiles de nuestro país, para comprobar que la historia está cambiando y que mucho estereotipos (también masculinos) empiezan a desvanecerse… aunque aparezcan otros nuevos.
Pitufina y ‘La aldea escondida’: las chicas ya no están solas
Sin salir de los parques infantiles, debemos recordar que Pitufina ya no está sola en un mundo de hombres (azules) ya que en 2017 se estrenó Los pitufos en la aldea perdida, en la que Pitufina y compañía encuentran una nueva aldea solo poblada por chicas… azules, por supuesto.
Se trata de una nueva muestra de que la cultura popular está tratando de cambiar el enfoque de su ficción narrativa. Es cierto que, en ocasiones, lo hace atropelladamente generando nuevos estereotipos y, en más casos de los deseables, anteponiendo el mensaje al propio ingenio narrativo de forma que las películas difunden un mensaje “positivo” pero naufragaban creativamente.
Tal y como sucede también con la multilculturalidad en el nuevo cine de Hollywood, lo deseable sería que ningún creador tuviese que “cubrir un cupo” de forma que las historias y sus personajes fluyeran de forma natural y sus protagonistas (sus características, raza y sexo) fueran definidos por las propias necesidades de la historia, no por las del sindicato de turno.
Pero quizás esto sea pedir demasiado… en este momento. Debemos quedarnos con lo positivo: Pitufina ya no está sola, y los personajes femeninos en la cultura popular (y en el “mundo real”) cada vez se sienten menos maniatados y estereotipados: el síndrome de Pitufina que tan bien definió Katha Pollitt comienza a desaparecer.