El alter ego es una derivación de la personalidad dominante del sujeto, una suerte de segundo yo de diferentes rasgos personales que vemos habitualmente en la ficción y en el mundo del espectáculo. Desde Batman a Ziggy Stardust, pasando por Groucho Marx o Marilyn Manson, diversos personajes y artistas han usado un alter ego para conectar con el público, superar el miedo escénico… o luchar contra el crimen.
Pero, ¿puede ser de ayuda elaborar un alter ego que protagonice determinados episodios de tu vida cotidiana, más allá de la ficción y de los escenarios? A continuación, reflexionamos sobre los beneficios y riesgos de tener un alter ego.
¿Qué es el alter ego?
Decía Milan Kundera que escribir era la mejor forma de vivir otras vidas, personajes ficticios que son una derivación del propio autor, una suerte de alter ego que permite al escritor desarrollar esas posibles vidas no vividas, lo que pudo haber sido y no fue.
De alguna forma, el alter ego es, en este caso, una forma de luchar contra el aburrimiento de ser siempre la misma persona, esa suma de roles y actitudes que vamos adquiriendo a lo largo de la vida y que termina por configurar nuestra personalidad. ¿Nunca os habéis hartado de ser vosotros mismos y habéis deseado vivir como otra persona, al menos un tiempo? Aquí es donde entra el alter ego.
A nivel clínico, fue el médico y filósofo Franz Anton Mesmer el que, a través de un innovador uso de la hipnosis, percibió la existencia del otro yo en algunos de sus pacientes, una segunda identidad definida como alter ego. Más tarde, el propio Sigmund Freud pensó en el yo como una colección de diversos estados de conciencia, cada uno de los cuales con sus propios rasgos de personalidad. El alter ego sería un segundo estado conciencia, una segunda identidad.
Porque, ¿quiénes somos realmente?, ¿cuál es nuestra identidad? ¿Somos como nos vemos a nosotros mismos? ¿O como nos ven los demás? ¿Tal vez una combinación de ambas perspectivas? El proceso de autoconocimiento puede llevar la vida entera. En este sentido, la construcción de un alter ego ayuda a profundizar en otras facetas ocultas de nuestra identidad.
Cómo construir un alter ego
“Aunque era muy tímido, descubrí que podía subir al escenario si tenía una nueva identidad”. Y así fue como David Bowie se convirtió en el camaleón del rock, un músico capaz de romper con el miedo escénico para triunfar sobre un escenario. Pero no hace falta pintarse un rayo en la cara para crear un alter ego útil para la vida cotidiana. Tan solo tenemos que reflexionar sobre qué facetas de nuestra personalidad queremos potenciar en ese otro yo.
Puede que tu entorno te perciba como una persona introvertida, pero tú pretendas romper con ese rol adquirido a lo largo de los años y con el que no te sientes a gusto, al menos en determinadas situaciones. Para potenciar tus rasgos extrovertidos, puedes acompañar ese nuevo yo con un cambio físico, tal vez de ropa, tal vez de peinado.
Pero lo más importante a la hora de construir un alter ego es convencerse de que podemos asumir ese papel y nos puede resultar útil en determinadas circunstancias. ¿Y en qué ocasiones resulta útil un alter ego? Tu alter ego puede presentarse a una entrevista de trabajo por ti, puede ser una forma de divertirte con tu pareja o puede ser la forma de conocer gente nueva fuera de tu círculo habitual de amistades.
Alter ego: identidad y autoconocimiento
Una vez que entendemos que la identidad es un concepto flexible y dinámico, de forma que nos sintamos cómodos asumiendo nuevos roles y actitudes más allá de los rutinarios, estamos listos para construir un alter ego.
Y el beneficio más relevante de tener un alter ego es profundizar en el autoconocimiento. Hay pocas cosas más satisfactorias a nivel personal que la sorpresa de descubrir un rasgo (positivo) de nuestra personalidad que desconocíamos, o que intuíamos pero que permanecía oculto tras la alargada sombra de la cotidianidad.
Así, desarrollar un alter ego es una forma de ver hasta dónde podemos llegar, potenciando esos rasgos que creemos tener pero que han permanecido atrofiados ante la pujanza de las cualidades dominantes de la personalidad. Porque todos podemos ‘ser Batman’… si nos lo proponemos.
Así lo concluye al menos un estudio de la Universidad de Míchigan liderado por el psicólogo Ethan Kross y denominado elocuentemente “El efecto Batman: mejorando la perseverancia en los niños”.
Si tienes niños corriendo por casa a buen seguro que has notado lo que disfrutan asumiendo personalidades diferentes, ya sea un superhéroe o un personaje de ficción. Y cuándo lo hacen, generalmente se transforman en niños implacables, determinados e intrépidos: casi con súper poderes.
Este estudio giró en torno a esta adopción de un alter ego entre los niños concluyendo que aquellos niños que adaptaron un personaje como Batman pasaron la mayor parte del tiempo trabajando en una tarea constructiva.
Se trata de otro ‘súper poder’ inmensamente útil en la vida cotidiana: el autodistanciamiento, la capacidad de dar un paso atrás y reflexionarnos desde una perspectiva más distante. Tal y como dice Kross, esta capacidad en la que interviene directamente el alter ego puede ayudarnos a superar experiencias emocionales problemáticas o gestionar adecuadamente situaciones de intensa incertidumbre.
Doctor Jekyll y Mr. Hyde: cuando el alter ego se apodera de ti
Todos conocemos la historia de Robert Louis Stevenson sobre el extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde que pone en primer plano un trastorno psiquiátrico conocido trastorno disociativo de la identidad, anteriormente denominado trastorno de personalidad múltiple y también tratado recientemente en la película Split de M. Night Shyamalan.
Si bien la creación de un alter ego puede ser útil en nuestra vida cotidiana de cara a superar determinados retos, aumentar nuestro autoconocimiento o simplemente por pura diversión, es un hecho que el alter ego también se puede volver contra la personalidad dominante si no se mantiene el control sobre el mismo, especialmente cuando ese alter ego se construye con fines equívocos.
Este conflicto con el alter ego está también muy presente en el mundo digital donde, a menudo, los internautas asumen roles o avatares que difieren de su personalidad dominante. Aunque para muchos puede ser una eficaz vía de escape, un abuso del alter ego digital puede desnortar la vida más allá de las pantallas, hasta el punto de potenciar rasgos peligrosos de nuestra personalidad aislándonos permanentemente en nuestro mundo virtual.
Al fin y al cabo, el alter ego tampoco completa nuestra personalidad, tan solo es una faceta más de nuestra identidad, una noción extraordinariamente poliédrica y dúctil capaz de sorprendernos cada día con nuevos y fascinantes hallazgos.
