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Principio Antrópico o cuando la ciencia conecta con la religión

“El universo está amañado”. Cuentan que el astrofísico (y ateo convencido) Fred Hoyle se expresó así tras concluir su investigación sobre nucleosíntesis estelar y descubrir el “ajuste tan fino” (7,65 MeV en carbono-12) que había permitido que existiera la vida basada en carbono. El científico que se burló de sus colegas patentando el término “Big Bang” y calificando este concepto de pseudociencia influida por el Génesis bíblico, no podía creer que se hubieran dado tantas coincidencias para que apareciera la vida inteligente en el universo. 

Esta anécdota narrada por el catedrático de Física Matemática en la Universidad de Cambridge (y sacerdote) John Polkinghorne nos sitúa frente al principio antrópico, una teoría que, en su versión más “fuerte”, sitúa al ser humano, de nuevo, en el “centro” del universo y coquetea con la idea de un “diseñador divino” que sería el responsable de las “felices coincidencias” que, más de 13.000 millones de años después del Big Bang, nos pusieron en el universo… al menos en este universo. 

Principio antrópico, ¿una teología científica? 

'Dios el Geómetra' en la Biblia Moralizada - Fuente: Wikimedia
Fragmento de ‘Dios como arquitecto del mundo’ en la Biblia Moralizada – Wikimedia

Ya lo dice el propio Polkinghorne, la teología natural primitiva cometió el error de erigirse en rival de la ciencia en el dominio legítimo de esta. Por su parte, la nueva teología busca “ser complementaria” a la ciencia, en lugar de competir con ella. ¿Es esto posible? ¿Realmente la ciencia y la religión pueden tener puntos de encuentro, dejando a un lado los prejuicios y cientos de años de furibundo enfrentamiento por el poder y el dominio de la “verdad”? 

Para los más optimistas, el principio antrópico podría ser la respuesta a esta pregunta, un conjunto de argumentos que conjugan mecánica cuántica, astrofísica, filosofía, teología y hasta un poco de comedia y ciencia-ficción, dependiendo de la versión del principio, porque también tiene varias versiones, particularmente dos. 

  • Principio antrópico débil. Reducido a su mínima expresión es una suerte de tautología: el carácter del universo que observamos tiene que ser consistente con nuestra presencia como observadores en él. Stephen Hawking decía, a este respecto, que los seres inteligentes de este universo (o de estas regiones del universo) no deben sorprenderse si observan que su localización en el universo satisface las condiciones necesarias para su existencia. 
  • Principio antrópico fuerte. Según esta versión del principio, el universo necesariamente tenía que tener ciertas propiedades para permitir el desarrollo de la vida en él en algún momento, lo que da pie a la vinculación con conceptos teológicos como el diseño preconcebido o el “ajustador divino” responsable de ese “ajuste fino” que dio lugar a nuestro universo. 

El ajuste fino del principio antrópico: ¿una revolución anticopernicana? 

Capítulo aparte merece la noción de ajuste fino que hace referencia al hecho de que las leyes físicas y las constantes de la naturaleza parecen pertenecer a un tipo muy peculiar dentro del conjunto de las leyes y constantes que cabría concebir como determinantes de la dinámica de universos posibles. 

Son las “felices coincidencias” que han dado lugar a la vida inteligente en este planeta o como dijo Stephen Hawking “el hecho notable es que los valores de esas cantidades parecen haber sido ajustadas sutilmente para hacer posible el desarrollo de la vida”. 

La composición y el equilibrio de gases de la atmósfera, el campo magnético terrestre o la relación entre protones y neutrones son algunas de estas constantes naturales que sostienen el principio antrópico.  

En este sentido, Polkinghorne habla de la especificidad cuantitativa de cuatro fuerzas naturales fundamentales: la intensidad del electromagnetismo, la constante gravitacional, así como las dos constantes que especifican las intensidades de las fuerzas nucleares. Así, “las magnitudes de todas estas constantes están fuertemente constreñidas si el universo ha de ser capaz de producir vida”. 

El catedrático de Física Matemática considera, en este sentido, que el ajusto fino que conjuga estas especificidades cuantitativas que permiten la vida en el universo fue un shock inesperado para muchos científicos: “Su inclinación natural es creer que nuestro universo es sólo un ejemplo típico de cómo puede ser un cosmos. El principio antrópico ha demostrado que esto no es así; que nuestro universo es especial, uno en un trillón, por así decirlo. El reconocer esto parecía una revolución anticopernicana”. 

En este sentido, el ajuste fino del principio antrópico suponía “una amenaza indeseada del teísmo” porque si el universo está dotado de una potencialidad de ajuste fino, “esto podría indicar que existe un Ajustador divino”. 

¿Multiverso o creación (o ninguna de las dos)? 

Multiverso - Unsplash
Multiverso – Unsplash

En un afán por buscar sentido (científico y/o filosófico) al universo y a la vida misma, se ofrecen dos consecuencias del principio antrópico que explicarían la existencia de nuestro universo.

Por un lado, la teoría del multiverso que convive con nociones de mecánica cuántica y física de partículas de forma que existirían muchos universos distintos, cada uno con leyes de la naturaleza de muy diferente tipo.  

Para Polkinghorne, en este amplio catálogo de mundos hay uno que, por casualidad, ha sido capaz de desarrollar la vida basada en el carbono y que, desde luego, es nuestro universo dado que somos vidas basadas en el carbono: “un cosmos antrópico es simplemente un raro boleto premiado en una lotería multiversal”. 

Pero, ¿por qué no podemos “acceder” a los otros universos (salvo que seas el Doctor Extraño)? Porque la inflación cósmica (la teoría que explica la expansión ultrarrápida del universo en los instantes iniciales del Big Bang) ha puesto los “otros” universos fuera de nuestro alcance, siendo el cosmos un mosaico de dominios diferentes en cada uno de los cuales “la simetría tomó un camino diferente” siendo el nuestro el único en el que esta ruptura de la simetría dio como resultado la aparición del ser humano. 

Pero la explicación más sencilla para algunos científicos (y no científicos) es que “un gran diseñador” fue el ejecutor del universo que, entre todas las constantes físicas posibles, eligió los valores óptimos para propiciar la vida humana, siendo para Polkinghorne “la mejor explicación posible de la naturaleza del mundo en el que vivimos”. 

Principio antrópico: ¿un debate infinito? 

filosofía
Esculturas clásicas- Pxhere

Como hemos visto, el principio antrópico recoge diversas teorías, nociones y especulaciones que abren un apasionante debate sobre el origen del universo y el lugar que ocupa el ser humano en él. Físicos, filósofos y teólogos llevan a su terreno (con mayor o menor fortuna y tendenciosidad) este principio para reflexionar sobre algunas de las preguntas que nos llevamos haciendo desde hace siglos.  

De cualquier forma, y a pesar del interés que despierta en numerosos campos del saber, el principio antrópico y muchas de sus ideas han sido rebatidas desde diferentes frentes.  

La obsesión antropocentrista del principio antrópico 

Para el divulgador científico Antonio Rincón Córcoles, el trasfondo del principio antrópico es un sutil replanteamiento del viejo asunto del antropocentrismo y el argumento del diseño lo que entroncaría con uno de los temas tradicionales de la filosofía occidental: “ante el asombro de la complejidad y la perfección de la naturaleza, cabe preguntarse si esta no fue «diseñada» ex profeso por una mente superior”. 

Para Rincón, el principio antrópico no puede convivir con la teoría de la evolución de Darwin según la cual no hay ninguna “necesidad” de un diseño preconcebido, puesto que la selección natural ya se encarga del “diseño” sin la necesidad de un “ajustador divino”. 

El universo no es tan ‘especial’… y el ser humano tampoco 

Bola de cristal - Pexels
Bola de cristal – Pexels

Pero es que el propio Stephen Hawking, que reflexionó profundamente sobre este principio, terminó cuestionando que el universo sea en realidad tan “especial” como presupone este argumento indicando que las probabilidades de que una gran explosión primordial desemboquen en algún mundo habitable son mayores de las que se habían estimado en un principio.  

El astrofísico británico también señala que es “difícil de creer” que toda esa vasta construcción que es el universo exista simplemente para nosotros: “Nuestro sistema solar es ciertamente un requisito previo para nuestra existencia (…) Pero no parece haber ninguna necesidad ni de todas las otras galaxias ni de que el universo sea tan uniforme y similar, a gran escala, en todas las direcciones”.  

En este sentido, Rincón también cita la reflexión del biólogo e historiador de la ciencia Stephen Jay Gould sobre que nuestro universo sea único entre “un trillón”: el ajuste fino no requiere mayor explicación que el hecho de que al tirar dos dados salga un doble seis. 

El chauvinismo del carbono 

En última instancia, los escépticos del principio antrópico dan carpetazo al mismo al referirse a una de sus ideas vertebrales: el carbono como esencia de la vida. Y es que recordemos que el carbono es un componente esencial de la vida en la Tierra, siendo las moléculas biológicas complejas átomos de carbono enlazados con otros elementos, especialmente oxígeno e hidrógeno. Es decir, sin carbono no existiríamos. 

Ya lo señalaba Polkinghorne en el artículo citado más arriba, el único sitio en el universo donde se produce carbono es en el interior de los hornos nucleares de las estrellas de forma que todos los seres humanos estamos hechos, ya sabes, de “polvo de estrellas”. Si las propiedades nucleares hubieran sido ligeramente diferentes, no habría habido carbono, ni por lo tanto vida basada en carbono lo que llevó a Hoyle a exclamar el “amaño” del universo.

Pero esta versión débil del principio antrópico ha sido criticada por su “falta de imaginación”, una suerte de “chovinismo del carbono”: se asume que no pueden darse otras formas de vida que no estén basadas en el carbono, como ya señaló Carl Sagan a la hora de exponer los chovinismos humanos: “Estamos formados por carbono y concluimos que la vida debe estar siempre hecha de carbono”.

Sagan señala que solo podremos confirmar este hecho hallando vida en otros planetas y demostrando que, efectivamente, no hay vida más allá del carbono… o sí.

Y si el ser humano desaparece… ¿qué pasa con el universo? 

Universo - Pexels
Universo – Pexels

El principio antrópico, especialmente el fuerte, ubica al ser humano en el centro metafórico del universo de forma que todo en él ha evolucionado para el surgimiento de la vida inteligente que nosotros encarnamos.  

Pero qué pasaría si un meteorito, una catástrofe nuclear o una pandemia acaba con nuestra especie, algo que, desde luego, parece más probable que el surgimiento de nuestro mundo entre trillones de universos posibles.  

¿Desaparece el universo si no hay vida inteligente en él, si no hay nadie que lo observe y lo mida con sus sofisticados instrumentos científicos o que lo reflexione aferrado a un libro sagrado? ¿O seguirá su curso como si “nada” hubiera sucedido, como si nada se hubiera perdido más allá de un poco de polvo de estrellas?

Por desgracia, nos tememos que esta es una pregunta que ni siquiera el principio antrópico, ni la ciencia ni la religión pueden responder, aun aliándose en una supuesta (y poco probable) entente cordial del conocimiento humano. 



1 Comment

  1. Seguirá su curso como si “nada” hubiera sucedido, como si nada se hubiera perdido más allá de un poco de polvo de estrellas.

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