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¿Por qué son inolvidables los amores de verano?

Los amores de verano son una suerte de leyendas que nuestra memoria emocional elabora a base de recuerdos y proyecciones: nace así el amor de verano como nostalgia melancólica, como mito inolvidable. Y es que el amor y el verano son como el viento y las olas: han nacido para entenderse.

El amor y el verano son como las olas y el viento: han nacido para entenderse. No podemos pensar en uno sin pensar en el otro. El amor, entendido como pasión romántica, se nutre de los ingredientes del verano: libertad, optimismo, inocencia, entrega, arrebato y ahora. Porque los amores de verano siempre suceden ahora, cuando el tiempo se detiene, pero son tan fugaces como un pestañeo, como una nube que, cuando la vuelves a mirar, ya se ha hecho viento. 

Y en el hermoso cielo de verano, 
sobre nosotros, contemplé una nube.  
Era una nube altísima, muy blanca.  
Cuando volví a mirarla, ya no estaba.

Recuerdo de Maria A. Bertolt Brecht

Todos esos ingredientes que construyen el mito del amor de verano explican su carácter legendario, una suerte de leyenda que nuestra memoria emocional elabora a base de recuerdos y proyecciones. Y, como sabemos, los recuerdos no son fotografías de la realidad vivida, sino interpretaciones de la misma: nace así el amor de verano como nostalgia melancólica, como mito inolvidable. 

El verano: todo descansa menos el amor 

¿Por qué son inolvidables los amores de verano?
Pareja en la playa – Fuente: Unplash

Decía el escritor Elbert Green Hubbard que nadie necesita más unas vacaciones que el que acaba de tenerlas. Es una buena forma de definir el verano como etapa en la que descansamos de nuestras rutinas. Pero, generalmente, descansamos con «tanta intensidad» que terminamos agotados.  

Porque el verano, especialmente en la juventud, se vive de forma tan intensa que genera toneladas de recuerdos imborrables. A más intensidad, inocencia y descubrimiento, más recuerdos, más material para construir leyendas. Porque no recuerdas lo que comiste ayer, o lo que hiciste antes de ayer en la oficina. Todo ello se ha vivido como un acto rutinario, todo lo contrario a lo que sucede en las vacaciones de verano.  

Así las cosas, durante el verano desconectamos de nuestra rutina, relajamos nuestros habituales mecanismos de defensa que en nuestra vida diaria nos evitan altibajos emocionales —pero también que nos abramos a vivir plenamente nuevas experiencias— y despertamos nuestros sentidos: hasta nuestro olfato percibe ese embriagador aroma a verano. Entonces, ¿es que el invierno no huele? Sí, pero por lo general estamos demasiado ocupados para menudencias sensoriales, para levantar la vista y apreciar el olmo que crece frente a nuestra ventana. 

De esta manera, el verano es el escenario perfecto para que fluya el amor porque, además, suele ofrecer una atmósfera idílica plena de sensaciones poco frecuentes en nuestra rutina diaria: el olor del mar, su brisa, la sensualidad de la montaña o el bosque y, en definitiva, el aroma de la naturaleza, de la libertad. 

Amor y verano, amantes químicos 

¿Por qué son inolvidables los amores de verano?
Una pareja en el mar – Fuente: Pexels

La relajación, la desconexión, la predisposición y el propio despertar de los sentidos contribuyen a generar un escenario diferente, también en nuestro interior, en nuestro cerebro. ¿Quién no ha tenido esa sensación de estallido sensorial tras una intensa jornada de playa, entre arena, bronceados, olas y palas? Cuando llegas a casa o al hotel, y tras una ducha reparadora, casi que te comerías el mundo de la euforia que te embarga.  

Por supuesto, se trata de una euforia temporal, fruto de ese estallido sensorial que deriva de una descarga hormonal. Cuando el cerebro se relaja y vive una experiencia intensa, se generan grandes cantidades de endorfinas, serotonina y dopamina, neurotransmisores responsables de ese «subidón», también presente en la práctica de deportes extremos

Llegados a este punto, la situación se vuelve ideal para vivir una experiencia de gran intensidad romántica. Tenemos el escenario y tenemos la predisposición física. Y lo que es más importante: muchas otras personas de nuestro alrededor sienten esa conexión química, física y psicológica. La chispa del amor surgirá en cualquier momento.  

Amores de verano: la nostalgia del presente 

¿Por qué son inolvidables los amores de verano?
Dos bicicletas se cruzan frente a una puesta de sol – Fuente: Pexels

Un amor de verano puede llegar a ser tan intenso que genere nostalgia del presente, que se convierta en leyenda a cada beso, de que cada acaricie apuntale el mito. No es de extrañar que cuando esos amores llegan a su fin se conviertan en ideales perseguidos y nunca más alcanzados

Si una noche de junio pudiera hablar, probablemente sería para presumir de que inventó el romance.

Bernard Williams

Toda relación sentimental posterior se tiende a comparar con aquel amor de verano y, claro, siempre saldrá perdiendo. ¿Por qué estos amores de verano no se olvidan? Porque se convierten en ideal, en leyenda. ¿Por qué estos amores de verano se convierten en un ideal? Generalmente por las propias facetas de dicha relación: son efímeras, pasionales y entregadas, una pasión inocente, un amor incondicional que se nutre del escenario idílico, de la situación excepcional y esa neuroquímica que nos convierte en seres anhelantes que dejan un lado los mecanismos defensivos para entregarse a la vida. 

¿Por qué son inolvidables los amores de verano?
Una pareja besándose – Fuente: Unsplash

Pero toda situación extrema tiene sus peligros, y los amores de verano no son una excepción. Convertido en mito infranqueable, los amores de verano como emblema vital inolvidable pueden generar una desafección contra cualquier otro evento sentimental que carezca de ese mismo grado de intensidad. Y entonces seremos esclavos de nuestra nostalgia.  

No es casualidad que la nostalgia se haya convertido en la principal fuente de inspiración de la maquinaria consumista: se ataca donde más duele, donde somos más sensibles. Se nos promete revivir las experiencias más legendarias de nuestra vida en una suerte de revival eterno que nos desconecta de la belleza del presente, persiguiendo un imposible: volver a ser quienes éramos… si es que realmente éramos como recordamos.

Así las cosas, no debemos caer en la trampa de la nostalgia como venda para el presente, como coartada para no afrontar el futuro, tampoco en las relaciones sentimentales. Porque no lo olvidemos, los amores de verano no fueron exactamente como los recordamos: los modelamos para que encajen en el vestido de la leyenda, como el escultor elimina aquellas partes superfluas para que la obra brille perfecta. 

¿Los amores de verano ya no son lo que eran? 

¿Por qué son inolvidables los amores de verano?
Dos jóvenes con atuendo veraniego se dan la mano – Fuente: Unsplash

Antaño, un amor de verano terminaba de forma rotunda, con promesas y besos, pero sospechando un adiós definitivo. Quizás una llamada de teléfono o una carta manuscrita, pero poco más, tal vez ni eso, porque una vez recuperada la rutina, aquel rutilante amor de verano se convertía en un dulce pero inoperante recuerdo. La vuelta al pragmatismo de la costumbre ahogaba la pasión que ya no era necesaria: no se puede segregar torrentes de dopamina eternamente, porque deja de cumplir su función. 

Y una tarde, en el agua, de pronto caí en la cuenta,

De que tú no me amabas, que me habías dado la vuelta,

Que tu amor era una idea y esa idea era tan mala

como tú

(Vistahermosa. McEnroe)

Actualmente, los amores de verano se viven de otra manera, ni mejor ni peor, de otra manera, porque el contacto no se rompe de forma radical.

Las redes sociales e Internet permiten que los amores de verano pasen a una siguiente fase, la de la relación a distancia que funciona con otros mecanismos muy diferentes a los del amor de verano, de forma que este ya no se vive, tampoco, de forma tan decisiva: los amantes se guardan ahora un poquito más, por regla general, porque saben que el contacto se puede mantener una vez termina el periodo vacacional.

Pero quién sabe, tal vez ahora los amores de verano sean la base de más relaciones de invierno… Hasta el próximo verano.



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