“Las tecnologías se desarrollan de acuerdo con la visión y las decisiones de quienes ocupan posiciones de poder”. Eso es lo que nos dice la historia y los profesores del prestigioso Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) Daron Acemoglu y Simon Johnson en este artículo publicado por la Universidad de Stanford.
Así que, si unos trabajos son amenazados por la IA y otros no, no debemos “culpar” a la IA, ni siquiera a los que la hayan diseñado, sino a los que controlan, financian y explotan su desarrollo, que son humanos, demasiados humanos, que diría el filósofo.
¿Mi trabajo está amenazado por la IA?: paciencia, todavía no te ‘recicles’
Dice el escritor e investigador Evgeny Morozov, uno de los primeros azotes del oligopolio de Silicon Valley y las Big Tech, que buena parte de las nuevas tecnologías buscan generar ansiedad en sus usuarios para crear adicción, lo que a su vez nos provoca distracción volviéndonos más impresionables. E idiotas, por supuesto.
Y bien que nos estamos impresionando (y angustiando) con todas las informaciones sobre la revolución que va a suponer la IA para el empleo. Pero antes de arrojar el pincel, la guitarra o el ratón por la ventana porque la maldita IA nos va a robar el trabajo y tendremos que ponernos todos a auditar algoritmos, paciencia, un poco de historia.
Esta no es la primera ‘revolución’ de la historia
Ya lo dicen Acemoglu y Johnson, “la tecnología de IA es relativamente nueva, pero los impactos de grandes innovaciones anteriores, como el telar mecánico, las máquinas de vapor, la electricidad y las computadoras digitales, arrojan mucha luz sobre lo que podría suceder a continuación”.
¿Y qué sucedió con la Revolución Industrial, además de que una pequeña élite que manejaba los avances técnicos y el capital que los financiaba obtuvo la mayoría de los beneficios, mientras que todos los demás corrieron con los “gastos” generándose nuevos tipos de esclavitud y explotación laboral y disparándose diversas enfermedades mentales y físicas?
Pues, aparte de eso, sucedió que, efectivamente, el empleo cambió, gradualmente, eso sí, surgiendo nuevos oficios y desapareciendo, poco a poco, otros. El telar mecánico provocó que se pudieran hacer textiles de forma más rápida que lo hacían los empleados de los telares manuales cambiando para siempre la industria textil. Muchos empleos de tejedores e hilanderos se perdieron… pero alguien debía vigilar los telares mecánicos. Además, la ropa tejida a mano siguió existiendo, adaptada a un nuevo mercado más elitista.
Si retrocedemos aún más nos encontramos con la invención de la imprenta, otra incuestionable revolución de la historia que, en este caso, alteró, entre otros, el trabajo de los copistas que trabajaban copiando a mano los libros. Su trabajo dejó de ser imprescindible cuando la imprenta se consolidó. Pero las habilidades manuales de estos profesionales se siguieron aprovechando: la calcografía siguió existiendo en la industria musical, que requirió durante siglos manos muy hábiles.
Más recientemente, la irrupción de Internet también ha sido revolucionaria, cambiando la naturaleza de diversos empleos y potenciando otros muchos. Pero la adaptación a este nuevo escenario, que aún sigue en proceso, ha sido gradual, aunque por el camino se hayan quedado algunas profesiones. Desde luego, es poco probable que recibamos en casa la visita de un vendedor de libros… pero se siguen vendiendo libros.
¿Cuál va a ser el impacto (real) de la IA en el empleo?
Es una de las preguntas del millón para la que nadie tiene una respuesta precisa. Pero podemos acudir a los estudios científicos para tratar de vislumbrar el futuro. Este estudio de investigadores chinos señala que “la introducción e instalación de tecnología de inteligencia artificial representada por robots industriales en las empresas chinas ha aumentado el número de puestos de trabajo”.
Así mismo, se indica que “el efecto positivo de la inteligencia artificial en el empleo supone mejorar relativamente la proporción de mujeres y trabajadores en industrias intensivas en mano de obra”.
Más “amenazante” resulta este otro estudio de investigadores de universidades británicas en el que se carga sobre los hombros del trabajador el peso de la revolución… otra vez: “los trabajadores necesitan reciclarse y mejorar sus habilidades para seguir siendo relevantes en el trabajo”.
Pero los investigadores tienen a bien, al menos, recomendar que se implementen “estrategias de capacitación apropiadas para ayudar a los trabajadores a desarrollar habilidades técnicas, humanas y conceptuales; cambiar roles laborales; volverse flexibles y coexistir con los sistemas de IA en una fuerza laboral tecnológicamente cambiante”.
Once profesiones que cambiarán con la IA
Si buscas por Internet una lista de profesiones desaparecidas siempre aparece en ella el sereno, una figura icónica de nuestra historia. Pues bien, en ciudades como Sevilla o Gijón todavía hay serenos.
Así que preferimos usar el término “cambiar” porque, entre otras cosas, la mayoría de las listas son sorprendentemente contradictorias: ¿desaparecen o no los psicólogos? ¿Y los matemáticos? Al final, si una IA hace una lista de todas las listas podríamos concluir que no se salva ningún empleo porque en cuanto Skynet tome conciencia de sí misma no serán necesarios ni los ingenieros informáticos. Ni los políticos. Y nuestro futuro estará en manos de John Connor.
Pero ya lo hemos señalado, la historia nos dice que el empleo no desaparece, sino que cambia, se adapta, y siempre de forma progresiva. Ansiedad cero.
Otras listas, por su parte, nos muestran los empleos que no serán reemplazados por la IA. Esta, por ejemplo, nos dice que los empleos de juez y cirujano no están en peligro. Es un respiro para todos los que estén a la espera de juicio u operación.
- Teleoperadores. Los chatbots y los asistentes virtuales están ocupándose de diversas tareas que ejercían los teleoperadores, pero los teleoperadores humanos serán relevantes para tratar aspectos de cierta complejidad con el cliente, manejando la interacción directa con el mismo.
- Cajeros. Desde hace tiempo vemos como están imponiéndose las opciones de autopago y el pago por móvil. No obstante, siempre tenemos cerca la figura de un humano por si la maquina falla o cometemos algún error.
- Bibliotecarios. Los motores de búsqueda y las bibliotecas digitales también están cambiando la forma en la que accedemos a la información en las bibliotecas públicas. Tal vez los bibliotecarios del futuro no tengan que tratar directamente con los usuarios (y muchos lo agradecerán), pero deberán seguir gestionando las bibliotecas físicas. Porque, ¡oh, sorpresa!, el libro físico no ha sido reemplazado por el digital: otra “revolución” reciente que no ha sido tal.
- Recepcionistas. No es estrictamente una profesión, sino una función dentro del sector turístico que podría cambiar con la automatización en el check in y el check out de los hoteles. De hecho, en no pocos hoteles actualmente ya no te cruzas con nadie hasta tu llegada a la habitación: el paraíso para los más tímidos o huraños.
- Traductores. Las herramientas automáticas de traducción son uno de los avances más esperanzadores de la IA, pero su precisión está todavía lejos de ser la requerida en diversos campos. No creemos que una IA pueda traducir los infinitos matices de la literatura de Virginia Woolf, Shakespeare o Lorca.
- Analistas de mercados. Una de las principales ventajas de la IA es su capacidad para analizar datos. Y los analistas de mercados se dedican justamente a estudiar la ingente información económica diaria. Pero dejar el mercado en manos de la IA puede ser todavía más peligroso que dejarla en manos de humanos.
- Actores. Según parece, la industria del cine pornográfico está en shock por las posibilidades de la IA generativa. Y ya te puedes imaginar por qué. Se dice también que la IA puede revivir a grandes estrellas fallecidas. Y que los actores secundarios serán los primeros en “caer”. ¿Será el final definitivo de Bob? No lo creemos, el actor secundario Bob es la quintaesencia de la resiliencia.
- Fotógrafos. La fotografía iba a acabar con la pintura… y llegaron los impresionistas. Ahora es la IA la que va a acabar con los fotógrafos, aunque buena parte de los mismos consideran que las herramientas de IA cambiarán progresivamente aspectos de su profesión potenciando un tipo de fotografía y reduciendo otros.
- Historiadores. Un historiador también se dedica a analizar ingente cantidad de información, así que por qué no va a sustituirlo una IA. ¿Será el fin de la Historia? Tampoco lo creemos, porque los hechos históricos han de ser explicados y analizados. Incluso tergiversados. Y no sabemos hasta qué punto la IA será capaz de interpretar como un humano.
- Poetas. Al parecer, ya nadie puede distinguir un poema escrito por un humano de uno generado por una IA. Traducido: nadie entiende la poesía, ni siquiera los que la escriben. Los poetas, sin embargo, se defienden: los poemas generados por la inteligencia artificial son tan artificiales como su inteligencia.
- Redactores de contenidos. Aquellos que escribimos como máquinas seremos los primeros en caer. Y si encima somos historiadores y nos creemos poetas, lo tenemos más que crudo.
Mucho cuidado con el ‘hype’ de la IA
“La IA no es inteligencia, sino predicción”, dice Kay Firth-Butterfield, responsable de Inteligencia Artificial y Aprendizaje Automático del Foro Económico Mundial. “En medio de todas las incógnitas que rodean a la inteligencia artificial, una cosa es cierta: casi todo el mundo miente un poco al respecto en estos momentos”, dice la periodista Emily Stewart.
Y hasta el CEO de Google DeepMind señala que “la IA trae consigo un montón de exageraciones y unas buenas dosis de estafa”. Pero, ¿no habíamos quedado que tu jefe había dicho que la IA tendrá un impacto mayor que el fuego o la electricidad en la sociedad? Parece que Sundar Pichai no escuchó lo que dijo la Comisión Federal de Comercio de su país: “no prometa demasiado con su algoritmo o su herramienta basada en IA”.
Y es que hemos descubierto el fuego tantas veces en los últimos 30 años, desde que Silicon Valley se convirtió en un oligopolio con miles de intelectuales a sueldo, que ya estamos un poco quemados. Pero si de algo estamos seguros es de que no había inversores ni consejos de administración junto a los que mantenían el fuego encendido allá en la Prehistoria.
Y en el hype de la IA, los inversores (y los cazainversiones) son los principales avivadores de la lumbre de la inteligencia artificial: “Las empresas saben que los inversores están muy interesados en todo lo relacionado con la inteligencia artificial y están ansiosas por mostrar cómo están integrando la nueva tecnología en sus negocios, o al menos dicen que lo están haciendo”, dice Emily Stewart.
Pero el principal objetivo de los inversores, más allá de su mayor o menor humanismo, es ganar dinero, que para eso invierten. Todo lo demás es secundario, incluso si la IA aumenta o reduce la desigualdad, lo que marca la disyuntiva más importante en el desarrollo de esta tecnología, más allá del hype que amedrenta y fascina por igual a los profanos entre los que, en realidad, estamos todos: porque ni siquiera los expertos en IA se aclaran sobre sus posibilidades (reales) futuras.
Ya lo dicen Acemoglu y Johnson, en lugar de centrarse en herramientas de automatización y vigilancia, el sector tecnológico debe dar prioridad a ayudar a los trabajadores, los cuales deben tener voz en el modo en el que se implementan y utilizan las tecnologías, antes de que un iluminado nos venga a hablar de “reciclaje profesional”.
¿Te están preguntando desde Silicon Valley cómo deben diseñar sus herramientas de IA para mejorar y optimizar tu labor profesional antes de hablar de reciclaje y flexibilidad? Bueno, nunca hay que perder la esperanza, quizás en la siguiente revolución alguien nos pregunte por nuestros problemas antes de ofrecernos las “soluciones”.