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Los 10 experimentos más perturbadores de la historia de la psicología

¿Cuáles son los límites de la ciencia? Seguro que te has preguntado en alguna ocasión hasta dónde puede llegar la ciencia, cuál es la línea roja ética que un experimento científico no debe cruzar. Esa línea roja, que todo investigador científico debe tener en cuenta, no solo cambia en cada época histórica, sino que varía dependiendo del grado profesionalidad, ambición, soberbia y enajenación de cada científico.  

Y es que un eminente experto en su campo científico puede perder el juicio por culpa de la ambición desmedida hasta el punto de poner en riesgo la salud mental y física de los individuos que participan en sus experimentos… o asesinarlos, como veremos a continuación. No todo vale, por supuesto, tampoco para lograr el progreso en el estudio de la psicología humana. 

Freud, Fliess y Emma Eckstein: negligencia, sexismo y chapuzas quirúrgicas (1895) 

Emma Eckstein - Fuente: Belvoir St. Theatre
Imagen de la obra de teatro ‘Emma’s Nose’ inspirada en la historia de Emma Eckstein – Fuente: Belvoir St. Theatre

Se trata de uno de los grandes misterios de la experimentación psicológica de todos los tiempos. ¿Qué hicieron Sigmund Freud y su amigo Wilhelm Fliess con Emma Eckstein? En este trabajo, el médico y terapeuta John Launer señala como este caso aún hoy sirve de lección a los profesionales médicos… sobre lo que no hay que hacer: negligencia, encubrimiento, culpabilización del paciente y sexismo flagrante. 

Eckstein padecía una dolencia estomacal, menstruación irregular y dolores al caminar. Además de administrarle cocaína tópica como tratamiento por la presunta mejora que habían tenido los pacientes de Fliess tratados con esa sustancia, este cirujano operó la nariz de Eckstein bajo petición de Freud, especulando con la posibilidad de que existiera una conexión entre la nariz y los genitales femeninos: Freud la había diagnosticado con “histeria”, “masturbación excesiva” y “neurosis refleja nasal”. Casi nada. 

La operación no pudo salir peor y Eckstein empeoró de sus problemas: un segundo cirujano tuvo que intervenir posteriormente para salvarle la vida, retirándole medio metro de gasa que Fliess había olvidado dentro de la nariz de la paciente. A punto estuvo de morir en ese momento. Emma Eckstein nunca logró recuperarse plenamente muriendo tres décadas más tarde de una hemorragia cerebral.  

Aunque durante décadas se trató de ocultar este episodio en la trayectoria profesional de Freud, finalmente salió a la luz en 1985 cuando las cartas fueron reproducidas en su totalidad. A pesar de las evidencias sobre las excentricidades en los tratamientos de Wilhelm Fliess, nadie hizo nada para apartarle de su profesión.  

Watson y el pequeño Albert: induciendo el miedo a un bebé (1919) 

El experimento del pequeño Albert
El experimento del pequeño Albert

Un bebé tranquilo y sereno que, al cabo de unos pocos meses, se comporta con ansiedad y desarrolla un miedo exacerbado a los animales con pelo… y a Santa Claus. Todo gracias al deseo del psicólogo John B. Watson y su ayudante Rosalie Rayner de probar sus teorías conductistas llevando los ensayos de Pávlov a un nuevo nivel. Pero en vez de ensayar con perros, lo hicieron con un bebé de nueve meses. Y en vez de hambre, se experimentó con el miedo. 

El objetivo de Watson era experimentar con el condicionamiento del miedo a través de la asociación de animales, ruidos y diferentes objetos. Watson cumplió la primera parte del experimento logrando inducir miedo al bebé, pero se “olvidó” de la segunda parte: experimentar una fórmula para eliminar ese miedo, para desensibilizar al bebé limitando la respuesta emocional continuada. El psicólogo y la ayudante fueron despedidos mientras que la vida posterior del pequeño Albert sigue siendo motivo de especulación.  

El estudio del monstruo: induciendo la tartamudez para curarla (1939) 

Niños - Fuente: Unsplash
Niños – Fuente: Unsplash

El psicólogo Wendell Johnson trató de inducir tartamudez a personas que no la presentaban a través de una terapia negativa que llevó a cabo la estudiante Mary Tudor con 22 niños huérfanos de entre 5 y 15 años, poniendo de relieve todas las imperfecciones de su habla y diciéndoles que estaban desarrollando tartamudez.  

¿Por qué? La intención de Johnson, considerado uno de los primeros logopedas del mundo e impulsor de la Asociación Americana para el Habla y la Audición, era buscar una cura a la tartamudez siguiendo una serie de hipótesis. 

Pese a que se consideró como un proyecto que seguía los estándares de la experimentación psicológica de su época, muchos autores consideraron la falta de ética de Tudor y Johnson por el posible daño a los niños que participaron, además del engaño y la falta de información.

Y es que varios de los niños que recibieron terapia negativa en el experimento sufrieron efectos psicológicos negativos y algunos problemas del habla retenidas para el resto de sus vidas. La Universidad de Iowa se disculpó oficialmente en 2001 llegando a indemnizar a las víctimas.

Proyecto Artichoke: hipnosis y morfina para el control mental (1953) 

Inyección - Fuente: Unsplash
Inyección – Fuente: Unsplash

Las diferentes agencias de inteligencia del mundo merecen un capítulo aparte en esta selección de los experimentos más perturbadores de la historia de la psicología, en particular la CIA cuyos proyectos han sido mucho más estudiados (y revelados) que los de otras agencias más opacas.  

Uno de los pioneros en este sentido fue el proyecto Artichoke de control mental cuyo objetivo era de los más bizarro: ¿podríamos hacer que un individuo se olvide de las leyes más fundamentales de la naturaleza, es decir de su preservación? La Guerra Fría estaba en pleno apogeo y todo era poco con tal de estar por delante del enemigo en tácticas de contraespionaje.  

Para llevar a cabo el proyecto se usó la hipnosis forzada por la adicción a la morfina y el síndrome de privación, además de otros químicos para producir amnesia y otros estados vulnerables. 

Proyecto MK Ultra: buscando el suero de la verdad (1953-1973) 

Distorsión de la realidad - Fuente: Unsplash
Distorsión de la realidad – Fuente: Unsplash

El macroproyecto que reunió buena parte de los experimentos más surrealistas (y terribles) de la historia de Estados Unidos fue el MK Ultra de la CIA que se originó por la preocupación de Estados Unidos por la investigación y desarrollo de armas químicas, biológicas, radiológicas y materiales capaces de emplearse en operaciones clandestinas para el control del comportamiento humano

Tal y como afloró cuando el programa se canceló, la CIA gastó decenas de millones de dólares de entonces en estudios para controlar o influenciar la mente humana y así mejorar sus capacidades de extraer información de los individuos resistentes a los interrogatorios, por ejemplo, usando LSD en la conocida como Midnight Climax Operation. El objetivo final era desarrollar una droga que obligara al sujeto a decir la verdad. Se ve que con un par de cervezas no es suficiente en el caso de los espías profesionales.  

El muñeco bobo: la violencia es contagiosa (1961)

Rabia
Hombre con gesto de rabia/Foto: Unsplash

El psicólogo Albert Bandura utilizó a más de 70 niños de primaria para estudiar la pulsión humana de violencia. Bandura hizo que un porcentaje de los niños de la prueba observaran a un adulto abusar violentamente de un muñeco de nombre Bobo, tanto física como verbalmente, y luego dejó a cada niño solo en una habitación con el muñeco. Buena parte de los niños continuaban el ritual de violencia con el muñeco una vez que estaban solos. 

Milgram y la responsabilidad individual (1963)

Qué fue el experimento de Milgram
Stanley Milgram y su máquina de descargas eléctricas. Fuente: Alexandra Milgram

Se trata de uno de los experimentos más escalofriantes de la historia, no tanto, en este caso, por la ética de sus métodos, sino por sus conclusiones, las cuales siguen siendo, a día de hoy, debatidas: que todos podemos convertirnos en un ser depravado y carente de piedad sometidos a la máxima presión en un contexto crítico, obedeciendo ciegamente las órdenes de una entidad superior porque la consideramos legítima.

Y que no seremos responsables de nuestros actos al considerarnos instrumentos manejados por la entidad superior, por el sistema. Como dijo Milgram: “Es fácil ignorar la responsabilidad (individual) cuando uno es solo un eslabón intermedio en una cadena de acción”. 

El proyecto aversión: ‘curar’ la homosexualidad (1971- 1989)

Soldados - Fuente: Unsplash
Soldados – Fuente: Unsplash

Y si la ética de los métodos de Milgram no son los que perturban, en el caso de Aubrey Levin no pueden ser más perturbadores tanto sus métodos como sus fines: curar la homosexualidad de los soldados de las Fuerzas de Defensa de Sudáfrica a través de castración química y las terapias electroconvulsivas

Esta tendencia fue fuertemente apoyada por varios psiquiatras con la idea de que los homosexuales eran enfermos mentales, apareciendo incluso en el Manual de Diagnóstico y Estadística de Trastornos Mentales de las Asociaciones Estadounidenses de Psiquiatría, referencia que, finalmente, se eliminó en 1973. 

El ¿fraude? de la cárcel de Stanford (1971)

El experimento de la cárcel de Stanford
El experimento de la cárcel de Stanford

Es uno de los experimentos más famosos de la historia reciente de la psicología, pero también uno de los más dudosos por la sospecha acerca de la falta de profesionalidad del psicólogo Philip Zimbardo a la hora de desarrollar el proyecto y sacar conclusiones, como varios participantes señalaron a posteriori.  

Pero no importa, Zimbardo consiguió su objetivo: convertirse en celebridad y vivir de su dudoso experimento el resto de su vida seduciendo a muchos jóvenes psicólogos a conseguir por la vía rápida y de cualquier manera la fama (y el dinero) en un campo científico poco dado a ello. 

La locura homicida del genetista nazi Mengele (1943 – 1945)

Crematorio de Auschwitz - Fuente: Unsplash
Crematorio de Auschwitz – Fuente: Unsplash

Capítulo aparte merecen los experimentos del médico de las SS Josef Mengele que tanto han aterrorizado a la historia de la ciencia pero que también han dejado una honda influencia entre bastidores, como vemos entre las propias agencias de inteligencia.  

Auschwitz fue el escenario “ideal” para llevar a sus últimas consecuencias sus estudios sobre antropología y herencia genética siendo responsables de un número indeterminado de víctimas a través de inyecciones letales, disparos, golpes y experimentos mortales, no mostrando nunca ningún remordimiento por sus actividades durante la guerra, según su hijo Rolf.   

Su objetivo final era conseguir unos rasgos físicos y mentales específicos tratando de detectar marcadores físicos y bioquímicos que pudieran identificar definitivamente a los miembros de razas específicas: un genetista enajenado que asesinó a decenas de personas considerados “subhumanos” en honor de su ciencia. 



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