Si siempre sacas punta a los defectos de los demás y eres especialmente benevolente con tus propios defectos (o ni siquiera eres capaz de percibirlos), tal vez te convenga echar un vistazo a la denominada ley del espejo, una técnica psicológica que nos pone frente al espejo de nuestros mecanismos de defensa y nuestros sesgos cognitivos: desde la proyección al sesgo de negatividad. Te lo explicamos a continuación.
La ley (o regla) del espejo de Yoshinori Noguchi
Como señalábamos a la hora de hablar de la ley de la abundancia, la supuesta ley del espejo no es una ley. De hecho, el libro en el que se inspira se traduce en diferentes idiomas como “regla” más que como ley, aunque este segundo término tenga más empaque a nivel editorial (y psicológico): no es una regla fija a la que está sometida un fenómeno de la naturaleza, no es un precepto dictado por la autoridad competente, ni cada una de las relaciones existentes entre los diversos elementos que intervienen en un fenómeno.
Así pues, podemos dejarlo en regla del espejo o, en todo caso, ley con minúsculas: y es que, en psicología, al contrario de la física y otras ciencias “exactas”, tenemos pocas reglas fijas y leyes.
Una vez aclarado esto, revisamos la obra de Yoshinori Noguchi, economista y experto en liderazgo y coaching, cuyo libro La Ley del Espejo está “a medio camino entre el coaching y las constelaciones familiares, y nos acerca a una filosofía oriental renovada”.
Partiendo de una historia sobre bullying ofrece una serie de claves sobre cómo nos relacionamos con los demás y cómo podemos reorientar estas relaciones para que sean más positivas.
Hesse, Jung y Séneca en la ley del espejo
Cuenta Yoshinori Noguchi que cuando tenía 20 años, se topó con “un gran muro”, y para romper ese muro y hacer cambios en su vida tomó varios seminarios sobre temas como “el desarrollo de habilidades, cómo alcanzar metas y reglas para el éxito” lo que le llevó profundizar en el estudio de la psicología y la filosofía oriental.
Partiendo de estas bases heterodoxas que fue adquiriendo y su experiencia profesional como coach y consejero de liderazgo elaboró su teoría del espejo, un objeto que siempre ha tenido profunda significación metafórica.
Si odias a una persona, odias algo en ella que forma parte de ti
Hermann Hesse fue uno de los grandes escritores de su tiempo con un gran conocimiento de la filosofía oriental. No es de extrañar, por tanto, que la ley del espejo de Noguchi coincida con algunas de las reflexiones del Nobel de literatura en 1946.
Entre sus frases más célebres, aquella en la que nos recuerda que si algo nos irrita en los demás, es porque forma, de alguna manera, parte de nosotros. Porque lo que no forma parte de nosotros, no nos irrita, no nos molesta. Puede que, en un primer momento, estés en desacuerdo con esta afirmación, pero si la reflexionas un poco más, tal vez la comprendas mejor.
Por ejemplo, si te molesta el desorden, es porque tú has desarrollado un disciplinado sentido del orden, seguramente con un esfuerzo por tu parte que consideras que los desordenados deben hacer y no hacen. Por eso te afecta el desorden de los demás, porque valoras el orden como un atributo positivo y fundamental.
Pero también hay algo de “reflejo” en esa irritación: a menudo los que más detestan el humo de tabaco, son los exfumadores, los que acusan más a los políticos de corruptos son los que no tienen ningún miramiento en cobrar en negro sus facturas y hacer algunos “apaños” en su declaración de la renta: porque a menudo los más intransigentes con los demás, son los más transigentes consigo mismos.
Todo lo que nos irrita de los demás, puede llevarnos a una mejor comprensión de nosotros mismos
A buen seguro que Hesse había leído esta frase de Jung (o viceversa) que amplía su significación. Si parece evidente que los (supuestos) defectos de los demás están estrechamente relacionados con nuestros propios valores (y defectos), es un hecho que el conocimiento y la reflexión sobre esos “vicios” ajenos nos puede llevar a una mayor comprensión de nuestra personalidad. Y en última instancia una mayor comprensión del mundo que nos rodea.
¿Y si en el fondo, ese vicio o defecto que tanto criticamos en los demás, también forma parte de nuestra personalidad? ¿Y si sentimos que aún no lo hemos dominado y vemos reflejado ese hecho en el comportamiento censurable de los demás?
¿Nunca os ha pasado que nos os dais cuenta de un defecto propio hasta que no lo veis manifestado en otra persona? Y en ese momento, hacéis propósito de enmienda: no quiero ser así.
Por otro lado Jung, probablemente, también va un poco más allá: nuestro deber como seres humanos es también “hacernos cargo” de las debilidades de carácter de los demás porque vivimos en sociedad y por lo tanto nos afectan. Si solo las rechazamos, sin más, no entenderemos al prójimo, ni le podremos ayudar. Solo comprendiendo (y, llegado el caso, perdonando) los defectos ajenos alcanzaremos una concordia social… y nos perdonaremos a nosotros mismos.
La proyección de Freud: la paja en el ojo ajeno
Esta reflexión de base junguiana también está relacionada con su colega Freud, cuando hablaba de la proyección, un mecanismo de defensa primario que consiste en atribuir las propias virtudes o defectos a los demás, de forma que vemos en los demás lo que nos resulta inaceptable de nosotros mismos.
De esta forma, se “proyectan” los sentimientos, pensamientos o deseos que no terminan de aceptarse como propios porque generan angustia o ansiedad, dirigiéndolos hacia a otra persona que, a menudo, no tiene ese defecto tan marcado… o ni siquiera lo tiene en absoluto.
El sesgo de negatividad: ¿por qué nos quedamos con lo negativo?
Otro fenómeno psicológico vinculado a la ley del espejo sería este sesgo que se refiere al efecto que se produce cuando, habiendo sucesos neutrales o positivos de igual intensidad, los de naturaleza negativa adquieren un peso mayor en nuestras reflexiones.
Para muchos psicólogos se trata de un sesgo ancestral que ha contribuido a nuestra supervivencia desde tiempo inmemorial. Si bebemos de una charca y nos quita la sed, no lo recordamos como el día que bebimos de una charca y pasamos dos días con fiebre por habernos intoxicado debido a que el agua estaba en mal estado.
En muchos aspectos de la vida, se aprende más de lo negativo que de lo positivo, para no tropezar dos veces en la misma piedra, ya sabes.
El perdón en la ley del espejo: para ser feliz hay que vivir en guerra con las propias pasiones y en paz con las de los demás
Al final, por lo tanto, la ley del espejo es una herramienta para mejorar nuestras relaciones sociales y nuestro vínculo con el mundo externo tratando de dejar al margen esa idea de que el infierno siempre son los demás.
El libro de Noguchi gira en torno a la idea (estoica) de perdón: minimicemos nuestra intransigencia e intolerancia con los supuestos defectos de los demás porque, al fin y al cabo, esos defectos también forman parte (a menudo) de nuestra personalidad, tal vez en un estado inconsciente o reprimido, o tal vez porque nos hemos tenido que esforzar mucho para dominarlos. O, en el peor de los casos, porque tenemos ese defecto… que no queremos ver: y por eso rehuimos nuestro “reflejo” en el espejo.
Así pues, según esta teoría, los demás son el espejo de nosotros mismos, son un reflejo que, si sabemos observar e interpretar (no solo censurar y rechazar), nos ofrecerá información que podremos transformar en conocimiento sobre nosotros mismos.