El efecto catártico de afrontar (y enmendar) un conflicto no resuelto. En torno a esa idea de catarsis se plantea la técnica de la silla vacía, una herramienta terapéutica aplicada con buenos resultados en la terapia Gestalt y el psicodrama.
Y es que solo necesitamos una silla vacía, un ambiente propicio y un poco de imaginación para aplicar esta técnica. A continuación, explicamos el origen de la técnica de la silla vacía, su método de aplicación, sus diferentes usos, así como sus limitaciones.
Técnica de la silla vacía: Gestalt y psicodrama
La Gestalt es una de las corrientes de la psicología más influyentes del siglo XX. Partiendo de los hallazgos de teóricos como Max Wertheimer, Kurt Lewin o Bluma Zeigarnik, se desarrolla a partir de los años 40 del pasado siglo la conocida como terapia Gestalt gracias al trabajo de Paul Goodman y Fritz Perls y su esposa Lore Posner.
Entre otras muchas consideraciones, la terapia Gestalt pone el foco en la totalidad del individuo en su relación con el ambiente de forma que no se le puede analizar parcialmente sin caer en una reducción y distorsión de su realidad. Así mismo, señala que el exceso de intelectualización conduce inequívocamente a la pérdida de la experiencia presente.
“No se puede alcanzar la felicidad. La felicidad, simplemente, sucede: es una etapa transitoria”.
Fritz Perls
Por su parte, el psicodrama es una psicoterapia desarrollada por Jacob Levy Moreno que parte del teatro para crear una experiencia dramática en la que “los pacientes actúan los acontecimientos relevantes de su vida en vez de simplemente hablar sobre ellos”, tal y como lo definió Adam Blatner, teórico del psicodrama.
Son ambas psicoterapias, Gestalt y psicodrama, las que se disputan la paternidad de la herramienta conocida como silla vacía popularizando su uso como técnica terapéutica alternativa partiendo de la misma idea: generar un efecto catártico en el paciente a través del diálogo imaginado con una situación traumática no resuelta.
Técnica de la silla vacía: ¿cómo se aplica?
La facilidad de la aplicación de esta técnica emocional explica también su éxito. Solo se necesita una silla vacía, un ambiente propicio y un poco de imaginación. En este sentido, se trataría de añadir una tercera silla a la clásica reunión entre paciente y terapeuta.
Tal y como plantea el psicodrama, el paciente no hablaría ‘de’ sus problemas con un terapeuta, sino que hablaría ‘con’ sus problemas ante un terapeuta. Ese es el gran hallazgo de la técnica de la silla vacía que explica su éxito.
“Nadie puede soportar la verdad si se le dice. La verdad puede ser tolerada solo si la descubres por ti mismo, porque entonces, el orgullo del descubrimiento hace que la verdad sea apetecible”.
Fritz Perls
Pero para que esta técnica funcione y consiga sus objetivos catárticos, el paciente ha de ser capaz de abstraerse durante un rato de la fría realidad de un contexto terapéutico para viajar a lo más profundo de su interior rescatando ese problema no resuelto al que ha de enfrentarse de forma metafórica. Este salto ‘interno’ que debe hacer el paciente con la ayuda del psicólogo es fundamental para conseguir buenos resultados.
En una segunda fase de la técnica, el paciente se sentaría en la silla vacía y se dirigiría a sí mismo desde la perspectiva de la persona ausente o del acontecimiento más o menos traumático al que se está enfrentando.
A este respecto, la técnica de la silla vacía permite al paciente abordar su problema desde un punto de vista externo, algo que no siempre es posible cuando dicha situación no ha llegado a ser asimilada completamente. De alguna forma, en esta segunda fase, sería como si el paciente pudiera analizar su problema de una forma objetiva, casi como si lo protagonizara otra persona.
Esta doble función de la técnica de la silla vacía —climática y anticlimática— lograría una nueva perspectiva del problema, sintetizándolo y relativizándolo hasta lograr una completa asimilación del mismo.
Usos de la técnica de la silla vacía
La herramienta terapéutica de la silla vacía tiene tres usos principales: un acontecimiento traumático, un aspecto oculto o no enfrentado de la propia personalidad y una persona ausente o no disponible.
Un acontecimiento traumático
En ocasiones, vivimos situaciones o acontecimientos duros que permanecen sin analizar por la complejidad de los mismos y el fuerte impacto que hemos sufrido. Seguimos adelante, ocultando el problema, confiando en que ‘desaparezca’.
Pero rara vez lo hacen, corriendo el riesgo de que vuelvan a aflorar en un momento de inestabilidad emocional. La silla vacía nos enfrenta a ese acontecimiento traumático y nos permite dirigirnos hacia él de forma sincera reviviendo la situación para poder asimilarla sin ambages.
Un rasgo oculto de nuestra personalidad
Todos tenemos, en mayor o menor medida, un rasgo de nuestra personalidad que nos inquieta o preocupa. Y no, no es ser cabezón o testarudo como tanto nos gusta decir cuando nos preguntan por nuestro principal defecto. Hablamos de esas ‘otras’ cosas de las que no nos gusta tanto hablar, las que no aceptamos, porque no debemos aceptarlas o porque nos da vergüenza o reparo vernos de ese modo.
La técnica de la silla vacía permite aflorar ese rasgo, ponerle cara y enfrentarnos a él. De no hacerlo, corremos el riesgo de que las causas que lo explican permanezcan también ocultas no pudiendo garantizar que ese rasgo se convierta, a la larga, en un problema de mayor calado en nuestra vida.
Al observar esa característica ‘desde fuera’, el paciente la analiza casi como si fuera un rasgo de otra persona pudiendo analizarlo de una manera más objetiva estableciendo mecanismos para solventarlo, siempre con ayuda del terapeuta, no lo olvidemos.
Una persona ausente o no disponible
Tal vez el uso más popular de esta técnica es el que sienta en la silla vacía a una persona ausente o no disponible. Puede ser una persona fallecida o bien alguien al que hemos hecho daño o que nos los ha hecho a nosotros, pero que, por diversas circunstancias, no está disponible para esta clase de ‘conversaciones’.
Si el paciente logra imaginar a la persona sentada en la silla y es capaz de meterse en situación, la catarsis está a la vuelta de la esquina. El paciente puede dirigirse libre y sinceramente a la otra persona exponiéndole todas esas cosas que quedaron sin decir y que tan importantes eran… tal vez también para la otra persona.
En una segunda fase, el paciente puede sentarse en la silla vacía para hablar consigo mismo desde la perspectiva de la otra persona. De esta forma, el paciente logra un punto de vista integral de su relación con esa persona ausente.
Limitaciones en la técnica de la silla vacía
A pesar de la facilidad con la que esta técnica puede aplicarse, no cabe duda de que tiene limitaciones. Para empezar, el paciente puede resistirse a su aplicación por diversos motivos. Por ejemplo, puede sentirse ridículo por el hecho de estar ‘hablando al vacío’ ante la presencia de una tercera persona. Por ello es muy importante que el terapeuta ayude al paciente a meterse en situación con preguntas y recuerdos sobre la situación que se quiere abordar.
Así mismo, y a pesar de que el paciente muestre buenas intenciones, puede ser incapaz de imaginar la situación o a la persona con la que quiere hablar. A este respecto, la ruptura con el ambiente imaginado puede producirse a mitad del desarrollo de la técnica, en un momento en el que el paciente vuelva a la realidad.
Por último, y aunque la técnica tenga éxito inicial, el efecto catártico puede quedarse en una simple descarga emocional sin que haya un posterior análisis racional de lo vivido con el objetivo de sintetizar el problema que se abordaba.
En este sentido, la presencia del terapeuta es más importante que nunca ya que debe ser él el que conduzca el análisis posterior para alcanzar una serie de conclusiones. Para que la herida emocional cierre permanentemente, al clímax emocional le debe seguir un anticlímax racional. Si no, se corre el riesgo de regresar el punto de partida y que todo quede en una experiencia más o menos insólita.