Un tipo que logra una vida plena basando su existencia en tres acciones básicas: pensar, esperar y ayunar. Sin ni siquiera tener las necesidades fisiológicas completamente satisfechas, no siempre teniendo algo que llevarse a la boca, este hombre alcanza la plenitud, la autorrealización. Y cuando su vida cambia y llegan nuevas necesidades y motivaciones, incluyendo la riqueza y el éxito, pierde su sentido de la vida y es profundamente desdichado.
No sabemos si Abraham Maslow leyó libros como Siddhartha antes de teorizar sobre la jerarquía de las necesidades humanas, pero, desde luego, en su pirámide apenas hay atisbos de filosofía india, entre otras muchas tradiciones culturales y filosóficas de nuestra historia.
Bien es cierto que el libro de Hermann Hesse “tan solo” es una parábola, no es algo que haya que tomarse al pie de la letra, pero es evidente que millones de personas en el mundo (antes y ahora) no organizan su vida y sus proyectos siguiendo una jerarquía rígida de necesidades.
No, no hace falta tener éxito, ni empleo, ni intimidad sexual para alcanzar las más altas cotas de creatividad y falta de prejuicios. No, no es necesario tener familia para tener una “misión trascendental” en la vida.
Porque, de hecho, para muchas personas y culturas la vida no es un “yo y los demás”, sino un “nosotros”. Y si el colectivo logra la autorrealización (sea lo que esta sea), todos la lograremos en mayor o menor medida, o al menos esa es la “teoría” en muchas culturas, también tradicionales.
A continuación, reflexionamos sobre el papel de la pirámide de Maslow en el siglo XXI y hasta qué punto las necesidades humanas han podido cambiar en las últimas décadas: ¿hay lugar para Siddharthas en el mundo occidental?
Volteando la pirámide de Maslow
Hay tantas personas en nuestra sociedad que no logran en vida satisfacer el segundo nivel de la pirámide de Maslow que jamás llegarían, no ya a la cúspide, ni siquiera al tercer nivel. ¿Si no tengo empleo (seguro) no puedo tener amistad ni intimidad sexual? Pues menudo panorama me ofreces, amigo Maslow.
¿Sabías, Abraham Maslow, que hoy en día un gran número de personas (del mundo occidental, también) no pueden tener la “seguridad” de un empleo bien remunerado y una vivienda propia? ¿Qué hacemos, entonces? ¿Quedamos varados en el segundo nivel hasta el final de los tiempos? ¿Ni éxito, ni creatividad, ni afecto… ¡ni intimidad sexual!?
Desde luego, la representación gráfica de la jerarquía de las necesidades humanas es una síntesis (para algunos, muy simplista) de las teorías del psicólogo estadounidense y, como el libro de Hesse, tampoco hay que tomársela al pie de la letra. De hecho, que aún estemos hablando de una jerarquía propuesta hace 80 años demuestra que Maslow también “acertó” en muchas de sus reflexiones.
Y es que el propio psicólogo realizó diversas aclaraciones sobre su teoría, señalando que no se trataba de una jerarquía rígida, existiendo numerosas excepciones, además de exigir unas condiciones iniciales para poder cumplir con las necesidades básicas: libre albedrío y libertad de expresión.
No es un modelo empírico
En este sentido, la simplificación de las teorías de Maslow, especialmente la representación gráfica de las mismas (la pirámide) no es, en absoluto, un modelo de validez científica, ni lo pretende, aunque en ocasiones haya sido tomado como tal. El propio psicólogo estadounidense no promocionó esa representación gráfica que tanto éxito ha tenido a posteriori.
Y ha tenido éxito justamente por ser fácilmente comprensible, por ser un esquema visual que apenas necesita explicación: más bien se debería definir como una representación divulgativa de una teoría de las necesidades y de las motivaciones humanas, una forma de responder a la pregunta: ¿qué necesidades motivan al ser humano a progresar? ¿Qué queremos hacer con nuestra vida? Incluso, en último término, ¿cuál es el sentido de la vida?
Así pues, como piedra de toque para iniciar un debate sobre cuáles son las necesidades humanas, la pirámide de Maslow es ideal. Y lo es también para comparar las necesidades humanas de la actualidad con las que podían tener una gran mayoría de personas a mediados del siglo XX, al menos en el mundo occidental. Y, entonces, cabe preguntarse: ¿cuánto hemos cambiado? Si es que hemos cambiado algo en este tiempo…
¿Autorrealización colectiva? ¿Es posible?
Como hemos apuntado, una de las críticas recurrentes de la pirámide de Maslow es que no tiene en cuenta las diferencias culturales, habiendo tomado como referencias para su planteamiento “hombres occidentales exitosos”.
En este sentido, no cabe duda de que el individualismo occidental difiere del sentido colectivo de otras latitudes, especialmente de las culturas orientales. Esto no quiere decir que una sea “mejor” que la otra ni más “acertada”, pero es un factor a tener muy en cuenta al analizar las motivaciones humanas.
Así pues, una persona puede encontrar la cúspide de su “autorrealización” en una suerte de progreso colectivo que no tiene por qué ser exclusivamente individual, ni siquiera familiar. Se trata de que el colectivo al que pertenece el individuo, o al que cree pertenecer, consiga avanzar hacia la plenitud, aunque esta nunca se complete.
En este camino hacia la plenitud social, se incluye un concepto con “mala prensa” en Occidente, tal vez por su vinculación a la tradición cristiana que ahora buena parte del propio Occidente rechaza. Hablamos del sacrificio: sacrificarse por el bien colectivo, por un objetivo que está más allá de uno mismo: es el sentido más amplio de generosidad. Dar para no recibir. Dar y punto. Sin condiciones.
Puede ser un sacrificio generoso con respecto a un hijo, a la familia, o puedo ser un pueblo, incluso la propia nación. Cada uno elige por quién o qué quiere sacrificarse. Por quién o qué merece la pena ser incondicionalmente generoso.
Este concepto de sacrificio, en sentido amplio, vinculado tal vez a los aspectos morales del último nivel de la pirámide, la autorrealización según Maslow va, por tanto, más allá del individuo, siendo el principal factor que, de cualquier forma, excede el planteamiento original de la pirámide: la máxima motivación de un gran número de personas no es (solo) uno mismo, sino son los demás, el colectivo en el que cual se haya integrado.
¿Ha llegado este sentido “colectivista” a Occidente? Lo dudamos bastante, pero es cierto que, al menos, se debate mucho más sobre cuestiones sociales reflexionando sobre la imposibilidad de conseguir la autorrealización individual, si no se abordan las necesidades sociales desde un punto de vista colectivo.
¿Y si no tengo hijos? ¿Puedo autorrealizarme?
Dejando al margen otras evidentes puntualizaciones que se pueden hacer a la pirámide de Maslow en relación a factores económicos o de primera “necesidad” como el empleo (fijo o seguro) y la vivienda, es evidente también que el modo de vida del individuo occidental ha cambiado un poco en las últimas ocho décadas.
Debido también a esas dificultades para satisfacer las necesidades básicas en las primeras etapas de la vida, pero también a un cambio de prioridades, muchas personas renuncian a formar una familia al modo “tradicional”, incluyendo hijos, lo que, sin duda, cambia las prioridades.
No tener hijos, ni siquiera familia, no es condición sine qua non para alcanzar la plenitud: que se lo digan también a Siddhartha, cuya paternidad fue un valle de lágrimas. Además, cabe señalar que la diversidad sexual y de género también puede alterar los preceptos clásicos de la pirámide de Maslow.
Sea como fuere, y aunque es evidente que algunas de las teorías de Maslow sobre la motivación humana han “envejecido demasiado rápido”, o eran ya en su momento muy debatibles, también es cierto que buena parte de las necesidades que se incluyen en la pirámide no han cambiado, ni cambiarán: todos queremos respirar y comer, porque nos lo pide el cuerpo, y todos queremos realizarnos porque no los pide el “espíritu”.
Ahora bien, el orden en el que planteamos cada uno de nosotros las necesidades y cómo entendemos la autorrealización no puede ser generalizado ni esquematizado en una simple pirámide. Ni antes, ni ahora. De eso tampoco hay duda.
Soy profesor y la utilizo para organizar y discutir con alumnos adolescentes los postulados y su orden. Tengo entendido que Maslow nunca la definio como único método de realización, solo planteo un modelo nada mas