No resulta fácil hablar del ‘subconsciente’ sin abandonar antes por completo el rigor, la precisión y el necesario fundamento empírico que requieren el conocimiento, la investigación y la divulgación científica. No en balde, se trata de un concepto coloquial, muy anclado en la cultura popular del último siglo y medio, pero mayoritariamente rechazado o ignorado por la Psicología, la Neurología y por la comunidad científica, en general.
Es innegable que el vocablo ‘subconsciente’ aparece con frecuencia en novelas, obras de teatro, literatura fantástica, películas o series de ficción. También en ensayos, tertulias o publicaciones vinculadas al género paranormal. Pero se torna mucho más complejo, por no decir imposible, relacionar esta palabra con la descripción, la explicación, la predicción o la modificación efectiva de cualquier tipo de comportamiento humano.
Tal y como sucede en otros ámbitos del conocimiento, la superstición y la ciencia se mueven por caminos separados.
¿Qué es el subconsciente?
Allá por el siglo XIX, en un alarde de audacia e inspiración creativa, los primeros gurús del psicoanálisis nos contaron que el subconsciente o inconsciente era una ‘instancia de nuestra psique’ que al parecer poseía el poder omnímodo y secreto de controlar todo lo que hacemos, decimos o deseamos. Incluso se atrevieron a visionar oscuras fuerzas invisibles que desde aquella instancia oculta nos reprimían y evitaban que determinados deseos llegaran a ser conscientes. Para ellos, solo los sueños, el diván o la introspección permitían desentrañar los lóbregos enigmas de aquella indescifrable instancia que se escondía en vaya usted a saber qué rincón de nuestro ‘interior’.
En la actualidad, sin ir más lejos, el diccionario médico de la Clínica Universitaria de Navarra nos dice que subconsciente es un ‘término ambiguo que se utiliza en el lenguaje coloquial más que en el científico . En sentido general, es lo que se halla por debajo del umbral de la conciencia…’ Esta definición hace referencia a los contenidos que no son conscientes o no están activados en el conocimiento en un determinado instante, pero sí pueden hacerse conscientes en otros momentos.
Por su parte, el diccionario de la RAE (Real Academia Española) nos indica que subconsciente es todo aquello que no llega a ser consciente. Define subconsciencia como el ‘estado de consciencia en el que, por la poca intensidad y duración de sus percepciones, el individuo apenas tiene conocimiento de ellas’.
¿Qué es el inconsciente?
Dejando a un lado la vieja especulación sobre la existencia de un ‘subconsciente’ impenetrable que dominaba la vida de las personas ajeno a su voluntad, con posterioridad la psicología cognitiva quiso definir el inconsciente como un sistema integrado por los contenidos, acciones y procesos cognitivos que tienen lugar en el organismo y que son importantes para describir y explicar su funcionamiento interno y externo.
Por su propia naturaleza no consciente, las personas no nos damos cuenta de estos procesos ni tenemos percepción subjetiva alguna de los mismos. No se habla de una ‘instancia’ con identidad separada, sino de un conjunto de procesos funcionales vitales e imprescindibles para nuestra supervivencia, sin ningún matiz oscurantista o místico.
¿Cómo funciona el inconsciente?
Como ya hemos apuntado, desde la neurociencia no hablaremos tanto de una instancia diferenciada, sino de un conjunto de procesos en los que no nos percatamos del protagonismo ejercido por nuestro sistema nervioso. En efecto, es posible describir un sinnúmero de comportamientos automáticos, reflejos o involuntarios que son gestionados por nuestro cerebro, sin que por ello tengamos que estar continuamente tomando decisiones conscientes sobre procesos críticos.
Por citar los ejemplos más conocidos, nadie decide voluntariamente cuándo comenzar a hacer la digestión o qué acciones debe realizar en cada momento su páncreas o su intestino delgado. Ni tan siquiera está en nuestra mano al cien por cien controlar qué recuerdos afloran a nuestra conciencia según la situación en la que nos encontremos en cada momento, como pueden ser una comida de Navidad, una boda, un examen final, un funeral, una noche de fiesta o el día de tu jubilación. Estas acciones y otras muchas forman parte de los mencionados contenidos o procesos inconscientes. Son automatismos de los que no nos damos cuenta y que poseen una enorme relevancia para que sigamos vivos cada día.
Cabe citar un buen número de movimientos y conductas aprendidas que inicialmente son conscientes y después pasan a formar parte de estos procesos automatizados, como mantener el equilibrio sobre una bicicleta; ducharnos cada mañana; conducir un automóvil por un trayecto que nos resulta muy familiar o incluso respirar cuando no pensamos que estamos respirando.
Sería un verdadero caos si cada persona tuviera que decidir de forma consciente e intencional respecto a todos los procesos, recuerdos, contenidos, pensamientos, emociones, intuiciones, sensaciones, deseos o acciones que el organismo precisa para seguir adelante. Inviable y agotador.
¿Y existe realmente el subconsciente? ¿O será una falacia histórica? Estas cosas tan abstractas se me escapan. Buen artículo.