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¿Eres una persona egocéntrica?

A diferencia del narcisismo, que puede derivar en una patología psicológica, la personalidad egocéntrica es un sesgo cognitivo, una interpretación errónea y sistemática de la información de la que dispone el individuo anclándose siempre en la propia experiencia para emitir juicios: es así como surge este sesgo egocéntrico que se caracteriza por la incapacidad para asumir otro punto de vista que no sea el propio. A continuación, analizamos el origen del estudio de la personalidad egocéntrica, así como sus principales rasgos. 

El desarrollo de la personalidad egocéntrica 

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Una chica se mira en el espejo – Fuente: Unsplash

Jean Piaget, uno de los investigadores más citados en psicología infantil y pedagogía, señaló que el egocentrismo es una característica propia del desarrollo de la personalidad del niño, de forma que en las primeras etapas —generalmente antes de los 8 años— los niños son todavía incapaces de adoptar (por norma) la perspectiva de otra persona y desmarcarse de la propia.  

Si en las primeras fases se trata de un egocentrismo físico —el niño está centrado en su punto de vista físico y sus relaciones con los objetos—, más adelante se añade un egocentrismo social en el que el niño no es capaz de empatizar plenamente con otras personas: es cuando los niños actúan como “egoístas” a ojos de los adultos.  

Por último, hay que reseñar el denominado egocentrismo lógico, cuando el niño se basa exclusivamente en sus intuiciones sobre la realidad para llegar a conclusiones sin incluir en ellas las opiniones o valoraciones de otras personas, ya sean niños o adultos. 

Eres una persona egocéntrica
Una chica señala con su dedo índice hacia arriba – Fuente: Unsplash

Como vemos, estas tres dimensiones del egocentrismo son moderadas con el paso del tiempo, a medida que los niños van madurando: se entienden y respetan las normas sociales, se consideran puntos de vista ajenos y se tiene en cuenta la opinión de los demás para llegar a conclusiones y tomar decisiones. 

A pesar de la evolución hacia una moderación del sesgo egocéntrico, la adolescencia supone, en muchos casos, —especialmente en el caso del egocentrismo social y lógico— una exacerbación de la personalidad egocéntrica.

En parte como mecanismo de autodefensa, tal y como sugería Erich Fromm, en una fase de gran exposición social, el adolescente asume una personalidad significativa (a menudo impostada), impulsando los rasgos de su personalidad que, en su opinión, lo diferencian de los demás. 

Rasgos de la personalidad egocéntrica 

Un hombre mira inquisitivo a la cámara – Fuente: Pexels

Llegados a la etapa adulta, buena parte de los individuos han mesurado buena parte de sus tendencias egocéntricas. No obstante, podemos citar varios rasgos que caracterizan a los egocéntricos ya en la adultez.  

Falta de empatía 

La principal característica que define a una persona egocéntrica es su falta de empatía. Tal y como es costumbre en época infantil y adolescente, el adulto egocéntrico tienda a rechazar las opiniones y los puntos de vista ajenos, incapaces de ponerse en el lugar de los demás, lo que conlleva este sesgo cognitivo: el análisis de la realidad es completamente parcial al derivar exclusivamente de la interpretación propia de la información externa. 

Ilusión de transparencia y efecto de foco 

Un estudio publicado por APS (Association for Psychological Science) abordaba el estudio de la personalidad egocéntrica desde esta doble perspectiva, dos rasgos que fortalecerían dicha personalidad. Por un lado, está el efecto de foco —o spotlight en su denominación en inglés—, la “tendencia de las personas a sobrestimar el grado en que otras notan y evalúan su comportamiento y apariencia”, y, por otro, la ilusión de transparencia; “la tendencia de las personas a sobrestimar el grado en que sus estados internos afloran y son detectados por otros”. 

De esta forma, el egocéntrico tiende a creer que todas las personas de su alrededor invierten mucho tiempo y esfuerzo en analizarlo y que, además, perciben con facilidad sus estados emocionales y psicológicos. Como su denominación indica, el egocéntrico considera que su personalidad es el “centro” de su círculo social. 

En esto reside justamente la paradoja de la personalidad egocéntrica: no se esfuerza en comprender a los demás, pero exige y asume como normal que los demás se esfuercen en comprenderlo a él. Es más, en muchos casos, se disgustará si las personas de su alrededor no entienden lo que siente en cada momento… sin que él haga el esfuerzo por expresar sus sentimientos o su estado emocional. 

Inmadurez 

La ilusión de transparencia y el efecto de foco, tal y como se denominan en el estudio citado, derivarían de la inmadurez propia de la personalidad egocéntrica que, en los casos más extremos, aún está anclada en la adolescencia. El adulto egocéntrico, en palabras coloquiales, aún se cree mucho más “especial” que los demás. De ahí que exija atenciones especiales por parte de los demás que, sin embargo, considera que él no debe aplicar… porque no son tan especiales como él. Todo ello, en mayor o menor medida, deriva de la inmadurez psicológica. 

Falsa autoconfianza  

Eres una persona egocéntrica
Montaje de la misma persona en actitud confiada – Fuente: Deposithotos

Por lo general, de puertas afuera, el egocéntrico muestra un alto grado de autoconfianza que, no obstante, suele ser un espejismo. Tras la imagen de autosuficiencia se esconde una figura insegura tal y como señalaba Erich Fromm en relación a los mencionados mecanismos de defensa. Se trata de una autoconfianza artificiosa que deriva de una imagen de fortaleza que el individuo quiere asentar entre su círculo social. 

Distorsión de la realidad 

Uno de los rasgos más peligrosos del egocéntrico deriva del punto de vista monofocal. Al solo considerar como válida su interpretación de la realidad producto de análisis y conclusiones basadas en su propia perspectiva de los hechos, el egocéntrico construye todo un universo sesgado a su alrededor. Si la persona egocéntrica persiste en esta perspectiva sin tomar en cuenta otras pueden terminar aislado en un “mundo paralelo”, ajeno a la realidad objetiva. 

Hipersensibilidad a las críticas 

Paradójicamente, y a pesar de su (presunta) autoconfianza, la persona egocéntrica suele tender a sufrir indeciblemente por las opiniones ajenas, incluso con las positivas.

Dado que no está acostumbrado a tener en cuenta la opinión de los demás para obtener información para sus propios análisis, la persona egocéntrica se siente abrumada cuando recibe evaluaciones directas sobre su personalidad o sobre sus actividades, especialmente las profesionales. Es entonces cuando pone en marcha la maquinaria egocéntrica, rechazando cualquier opinión, porque no es tan “válida” como la suya. 



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