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Cómo sacar ventaja del síndrome del impostor

Según una encuesta del International Journal of Behavioral Science, un 70% de las personas han sido afectadas por el síndrome del impostor en algún momento de su vida. ¿Qué conclusiones podemos sacar de este dato “demoledor”? Muchas, más de las evidentes.

Porque, tal vez lo que llamamos popularmente (y no clínicamente) como “síndrome” no sea más que un fenómeno, que un pensamiento, una duda (temporal) de nuestra propia capacidad. Lo que nos lleva a otra pregunta: ¿el 30% de las personas nunca ha dudado de sí mismas? Tal vez eso sea más “demoledor”, al fin y al cabo. 

El ‘síndrome’ del impostor te puede convertir en gran profesional… y mejor persona 

mujer
Mujer sonriendo en el trabajo/Foto: Unsplash

“En un estudio, los médicos de prácticas que tenían más pensamientos impostores fueron significativamente mejores en el manejo de interacciones sensibles con los pacientes, lo que llevó a esos pacientes a otorgarles calificaciones más altas en sus habilidades interpersonales”. 

Son palabras de Basima Tewfik, profesora de la Sloan School of Management del MIT y especialista en psicología del yo social en el trabajo, cómo nos percibimos en relación con los demás en el entorno laboral, justamente donde el síndrome del impostor es más habitual. 

Síndrome del impostor… ¿o miedo? 

“Me di cuenta en la escuela de posgrado que lo que los investigadores llamábamos síndrome o fenómeno (como lo denominaron originalmente Pauline Clance y Suzanne Imes) del impostor no se podía distinguir del miedo”, asegura, algo que, no lo olvidemos, es una emoción primaria imprescindible para el ser humano. Bien gestionado, y no convertido en fobia, el miedo, paradójicamente, nos permite progresar al ponernos en guardia ante los desafíos de la vida, como sucede en el trabajo. 

Así que Tewfik se propuso investigar más a fondo este supuesto síndrome para aclarar su verdadera naturaleza y “eliminar parte del estigma” asociado al mismo, además de comprobar si esa estadística de que el 70% del mundo se ha sentido “impostor” es un dato realmente preocupante.

Las ventajas del síndrome del impostor 

Ser un pelota en el trabajo
Trabajo

“Sin duda, la creencia de que no eres tan competente como los demás creen te puede generar ansiedad y reducir la autoestima, pero también hay una ventaja”, afirma. Tewfik buscó un “equilibrio” en su investigación sobre el síndrome del impostor para “amortiguar al estrés y la ansiedad iniciales que acompañan los pensamientos impostores mostrando que también existe un lado positivo”. Porque lo que llamamos coloquialmente síndrome del impostor “no es un síndrome, ni una patología”.

Mejores relaciones en el trabajo 

La investigación de Tewfik, que conjugó cuatro estudios, concluyó que los empleados con pensamientos impostores son evaluados como más efectivos interpersonalmente porque “adoptan una orientación más centrada en los demás”.  

Es decir, son menos individualistas y orgullosos, más empáticos: el hecho de que te importe cómo los demás valoren tu trabajo y, a su vez, dar valor al trabajo de los demás, supone ser más “hábil en las relaciones, lo cual es un ingrediente clave para el éxito profesional”. En este sentido, el hecho de estar en mejor sintonía con las percepciones y los sentimientos de otras personas te convierte en más “agradable”. 

Más dudas, más preguntas, más aprendizaje, mejor valoración 

En uno de los estudios de Tewfik que tenía lugar en un contexto de entrevistas de trabajo, los candidatos con más pensamientos impostores preguntaron más en las charlas informales previas a la entrevista, de forma que los gerentes consideraron que tenían mejores habilidades interpersonales. 

Un moderado nivel de autocrítica y tensión mejora el rendimiento 

“Los pensamientos de impostor no parecieron perjudicar el rendimiento, al menos no en mis muestras. No existe evidencia cuantitativa empírica de que los pensamientos impostores degraden el desempeño”, asevera.

Tewfik, señala, en este sentido, la curva de rendimiento del estrés Yerkes-Dodson, que muestra que unos pocos nervios, hasta cierto punto, llegan a mejorar el rendimiento: “Puede ser que tener la cantidad adecuada de pensamientos impostores pueda proporcionarte la motivación suficiente para sacar a relucir tu mejor trabajo”.

Lo vemos a diario en el deporte: los deportistas de éxito (casi) siempre atraviesan fases de duda que, a menudo, les sirve para superar sus debilidades. Desde luego, si estas dudas se agravan y no son controladas pueden derivar en problemas de salud mental. De nuevo, una cuestión de equilibrio. 

Más curiosidad, más flexibilidad 

Las dudas sobre nuestra propia capacidad nos llevan a cuestionar nuestros métodos lo que, a su vez, fomenta la curiosidad sobre otras fórmulas que también pueden ser válidas. De esta forma, ampliamos nuestra perspectiva sobre el trabajo al ganar más flexibilidad mental. No solo cuenta nuestra forma de trabajar, sino también la de los demás, que también puede ser válida.  

Por supuesto, y como siempre, se trata de buscar un equilibrio en esta actitud curiosa y flexible. No podemos estar permanentemente en “modo duda” porque es agotador y contraproducente. Y el trabajo no acabaría nunca si tenemos que reelaborar permanentemente nuestros métodos de trabajo. 

Mayor humildad 

La humildad como valor personal no vive su mejor momento al confundirse a menudo con la debilidad de carácter, la timidez, incluso la sumisión o el deficiente empoderamiento. Pero en este caso cabría hablar de humildad en su acepción de la RAE: “Actitud de la persona que no presume de sus logros, reconoce sus fracasos y debilidades y actúa sin orgullo”. Ocultar tus debilidades y no reconocer los errores te convierte en peor trabajador. Dejemos la sobredosis de ego para las batallas de freestyle

Antídoto contra el cuñadismo 

Creer que lo hacemos todo bien y no dudar jamás de nosotros mismos, no solo es un síntoma de narcisismo (y psicopatía), sino el ingrediente esencial del cuñadismo, que también alcanza las oficinas. Desde luego no es un término muy científico, así que podemos citar el efecto Dunning Kruger para explicar cómo los pensamientos de impostor pueden evitar esta tendencia al culto a la ignorancia

Se trata de un sesgo cognitivo por el cual una persona con baja habilidad en una tarea justamente sobrestima su capacidad para realizar esa tarea. Es la apoteosis de la paradoja, pero una paradoja que vemos a diario en diversos contextos. Y si aún no estás convencido, una frase de Darwin a este respecto: “La ignorancia genera confianza con más frecuencia que el conocimiento”.  

¿Por qué esta paradoja? Porque la duda es el camino del conocimiento, el instrumento para llegar a la certeza. ¿Y por qué los ignorantes muestran más autoconfianza? Es una de las preguntas del millón cuya respuesta desborda el artículo. Ahora volvamos al principio. ¿Cuál es el dato verdaderamente demoledor, que un 70% de las personas han tenido pensamientos impostores alguna vez en su vida, o que el 30% no los han tenido nunca? 



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