“El desempleo aparece como psicológicamente destructivo incluso en aquellos casos en que están garantizados los ingresos económicos”, dice el psicólogo de la Universidad de Murcia José Buendía en su obra Psicopatología del desempleo.
Y esto se debe en buena parte a que representa “la ruptura de un sistema de relaciones (compañeros de trabajo, gente que trabaje en el lugar…), y como consecuencia de todo ello la situación de desempleo llega a perturbar al individuo provocando en él sentimientos de inferioridad ante la pérdida de autoestima y la minoración del status social”.
Teniendo en cuenta, además, que los desempleados declaran sistemáticamente más problemas mentales que los empleados porque provoca “aislamiento, estrés económico, autocondena y sensación de inutilidad”, como indica este artículo, es un hecho que el reto del desempleo para la salud mental es mayúsculo.
A continuación, os indicamos cuál es el camino para mantener la autoestima y confianza cuando no encuentras trabajo, reflexionando sobre el excesivo valor que damos al trabajo (remunerado) como principal medida del valor y la identidad de un individuo: porque el primer paso para mantener la autoestima cuando no tienes trabajo es no sobrevalorar tu trabajo cuando sí lo tienes y nunca depender emocionalmente de él… aunque sí dependas de él económicamente.
¿Cómo afecta la falta de trabajo a la salud mental?
Dice la OMS que el “desempleo, la inseguridad laboral y financiera y la pérdida reciente del empleo son factores de riesgo de intento de suicidio”. Este estudio sobre Suicidio, desempleo y recesión económica en España ofrece datos concretos: “en el periodo 1999-2007, cada incremento del 1% en la variación anual de desempleo se asoció a un 6,90% de incremento en la variación anual de suicidio. En hombres en edad laboral, el 1% de variación anual de desempleo se asoció a un 9,04% de incremento en la variación anual de suicidio”.
Es decir, en líneas generales, a mayor tasa de desempleo más suicidios: la influencia del trabajo (o la falta del mismo) en la salud mental es incuestionable. Porque dejando al margen el suicidio como la consecuencia más grave del desempleo, debemos tener en cuenta que la persona sin trabajo también padece más desequilibrios emocionales y problemas de salud mental que un trabajador como señala el estudio del Observatorio Social de La Caixa citado más arriba.
Así, por ejemplo, casi el 8% de los desempleados según este estudio “piensa que no vale para nada”, un 15% no es capaz de disfrutar de sus actividades normales cada día, y más de un 12% padece depresión crónica, ansiedad crónica u otro desorden mental.
¿Por qué la falta de trabajo es tan nociva para la salud mental? Primero y ante todo porque dependemos económicamente de él en mayor o menor medida. Por lo tanto, el hecho de no tener trabajo genera una evidente situación de ansiedad e incertidumbre, principalmente económica.
Pero ya lo decíamos al principio del artículo, el desempleo aparece como psicológicamente destructivo incluso en aquellos casos en que están garantizados los ingresos económicos: ¿por qué? ¿Por qué nos afecta tanto el desempleo, aunque no estemos en una situación de alto riesgo económico? Porque lo sobrevaloramos.
El empleo no debe ser la medida del valor del individuo: no eres tu trabajo
Buscar un trabajo suficientemente estimulante con el que te autorrealices (mínimamente) pero nunca depender emocionalmente de él, nunca considerarlo tu mayor valor ni tu fuente principal de autoestima.
Esa sería la situación ideal que pondría al trabajo en su sitio: una actividad que debe ser agradable y sugestiva (principalmente porque le dedicamos muchas horas) en la que debemos poner lo mejor de nosotros mismos porque, ante todo, nosotros somos los principales beneficiados de ello, pero que nunca debe confundirse con la identidad del individuo: no somos nuestro trabajo.
Pero, en la práctica, es difícil equilibrar la responsabilidad, la satisfacción y la (mayor o menor) dependencia financiera con la relativización de la importancia del trabajo en nuestras vidas, de forma que, al final, nos quedamos con la primera parte, exagerando el valor del trabajo, y olvidándonos de relativizar el mismo, un aspecto clave que apuntala los problemas de salud mental asociados al mismo… o la falta del mismo.
Y así, sin relativizar, hemos terminado por convertir el trabajo en el valor supremo del individuo a nivel social, de forma que, en la supuesta jerarquía social, el éxito, la valía y el mérito de una persona se valora en función de su trabajo y el dinero que gana en el mismo.
Como en esas reuniones de antiguos alumnos en las que todo gira en torno al fanfarroneo con el trabajo, en nuestra sociedad hemos admitido que el empleo es la manera más rápida de certificar el valor de una persona: si tienes un “buen” trabajo y ganas lo suficiente (o más) estás arriba. Si no lo tienes y ganas menos, abajo.
Y el que está abajo quieres subir arriba, y el de arriba más arriba. Nadie nunca está en su sitio. Al margen del aspecto financiero, siempre queremos un trabajo “mejor” porque así seremos mejor considerados, mejores nos veremos en el espejo.
Teniendo en cuenta este convencionalismo social aceptado (y fomentado), es lógico que cuando perdemos nuestra principal fuente de autoestima y de valor individual en relación a nuestro entorno social, afecte a nuestra salud mental de forma considerable, al margen, por supuesto, del mayor o menor agravio económico que suframos debido a la falta de empleo.
Así pues, para mantener la autoestima y la confianza cuando no encuentres empleo, el “trabajo” empieza cuando aún tienes empleo: no sobrevalorando tu trabajo más de lo que se merece, no sintiéndote (tan) identificado con él hasta el punto de que no sabes qué hacer si no estás trabajando, y no sabes quién eres, más allá de lo que representa tu profesión en tu vida.
Y esto es tan válido para trabajos “normales” como también para profesiones de gran trascendencia social: aunque seas actor de éxito, futbolista de renombre o concejal, tu trabajo no está por encima de ti (y tú no estás por encima de nadie por tu “importante” trabajo): aunque todos a tu alrededor te hagan ver lo contrario, que eres muy, muy grande, porque “triunfas” en tu trabajo.
Por lo tanto, tómate en serio tu trabajo, hazlo lo mejor posible, pero no te tomes a ti mismo muy en serio en el trabajo, porque ningún trabajo es tan importante (ninguno, ni siquiera “esos” que son tan importantes) y ninguno está (conceptualmente) por encima de otro: todos son lo mismo, para lo bueno y lo malo, hacer algo lo mejor posible durante una serie de horas y cobrar por ello lo justo… o lo que se pueda.
Así, si mientras sí tienes trabajo no consideras el trabajo el centro de tu universo, perderlo o estar una temporada sin trabajo no se verá como una hecatombe emocional para tu confianza y autoestima.
Recuerda, no eres tu trabajo, tu trabajo es otro elemento más de tu identidad, sin más relevancia que tu condición de amigo, madre, hermano, ni con más importancia que tus (otras) aficiones: trabajar no es más importante que leer, correr, ver una película o jugar al dominó.
Consejos para mantener la autoestima y confianza cuando no encuentras trabajo
Una vez explicada la razón principal (al margen de la económica) por la que nos afecta no tener trabajo a nivel psicológico, os damos algunos consejos más ortodoxos para mantener la confianza en ese periodo sin trabajo.
- Establece una rutina saludable. Ya lo decíamos más arriba, no tener trabajo supone una ruptura de relaciones, un cambio en el escenario social y una alteración abrupta de la rutina. Por lo tanto, el mayor “trabajo” para una persona sin empleo es establecer una rutina (saludable): ocupar (bien) el tiempo, dejando espacio para el ocio, pero sin pasarse. El ser humano se acostumbra rápidamente a la dejadez y al abandono, porque estos no requieren un esfuerzo. Así que esfuérzate por establecer una rutina adecuada para ti que incluya unas horas diarias para buscar trabajo.
- Permanece activo, sigue “trabajando”. El mayor enemigo del desempleo es la desidia, la inacción. No caigas en la tentación de dejarte caer en el sofá y pasar el día agarrado al móvil o a Netflix. Porque trabajar no es solo ganar dinero, ya lo dice la RAE en su primera acepción: trabajar es ocuparse en cualquier actividad física o intelectual. Pues eso, trabaja en las actividades físicas e intelectuales que necesites siguiendo una organización adecuada. Si mantienes una rutina saludable y permaneces activo, ya tienes la mitad del “trabajo” hecho: la falta de trabajo (remunerado) no tendrá un impacto reseñable en tu salud mental.
- Acepta la situación. Pese a lo dicho, no conseguir trabajo aun buscándolo es un reto mayúsculo para la autoestima y la confianza por lo que ya sabemos: todo gira (a nuestro pesar) en torno a él. Así pues, no trates de fingir que todo es maravilloso sin trabajo, porque no lo es: no nos engañemos. Así que cuanto aceptes la situación y lo que supone para un individuo en nuestra sociedad, mejor. “No tengo trabajo, OK, no es una situación agradable, OK, pero no es el fin del mundo… para nada”. Así que no te mientas a ti mismo, no exageres ni lo bueno ni lo malo de no tener trabajo.
- Crisis como oportunidad. Sí, suena a manual de autoayuda, pero es un concepto que no deja de ser cierto. ¿Por qué? Porque una crisis abre la puerta a un replanteamiento de las cosas, te obliga a hacerte preguntas que en otra situación no te haces, incluso preguntas de gran valor vital. Pero incluso desde un punto de vista netamente laboral, no tener trabajo, es un hecho, abre nuevas oportunidades porque tienes más tiempo para analizar tu trayectoria, tu situación laboral, tus proyectos y la relación de tu trabajo con tu vida. Así pues, sí, una crisis laboral ofrece grandes oportunidades laborales, aunque resulte paradójico. La cuestión es dedicarle un tiempo adecuado a la reflexión en este sentido, evitando las excesivas divagaciones. Es decir, piensa y actúa en consecuencia. No solo pienses.
- Red de apoyo. La mejor manera de mantener la autoestima cuando estás débil es tener cerca a personas de confianza, esas que no te valoran por el trabajo que tienes, sino por quién eres y lo que puedes llegar a hacer en tu vida, al margen del trabajo. Y por supuesto, acude a un profesional si la situación lo requiere. No conseguir trabajo, a pesar de buscarlo, es frustrante y puede tener consecuencias graves a nivel de salud mental: pide ayuda a un psicólogo para que te oriente si no encuentras el camino solo.
- Y no sobrevalores tu trabajo cuando lo consigas. No descorches una botella de champán, no es para tanto. Cuando consigas trabajo, que lo conseguirás, alégrate, pero sin pasarse, porque volveremos a deprimirnos cuando lo perdamos: no hemos venido a este mundo (solo) a trabajar por dinero. Y, desde luego, ese no es el valor supremo del individuo.