Pese a que puedas usarlos como sinónimos, la crisis de ansiedad y el ataque de pánico son afecciones diversas, a pesar de compartir algunos síntomas. A continuación, exponemos las diferentes causas, síntomas, implicaciones y consecuencias de la crisis de ansiedad y del ataque de pánico.
Porque aprender a manejar adecuadamente esta clase de términos a menudo habituales en el lenguaje coloquial es importante para cuidar tu salud mental. Y recuerda, para un diagnóstico certero, acude a un psicólogo.
¿Qué es un ataque de pánico?
El ataque de pánico es una afección clínicamente identificada que aparece en el DSM-5 (Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) definida como un episodio repentino de miedo intenso que provoca reacciones físicas graves cuando no existe ningún peligro real o causa aparente.
En su definición, la Clínica Mayo amplía el criterio para distinguir el ataque de pánico de otras afecciones señalando que cuando se presenta un ataque de pánico, el sujeto puede sentir que está perdiendo el control, que está teniendo un ataque al corazón o, incluso, que va a morir.
Se trata de un evento clínico poco habitual: la mayoría de las personas solo suelen tener uno o dos ataques de pánico en su vida. O ninguno, por supuesto. No obstante, si se trata de un evento recurrente puede derivar en un trastorno de pánico, un trastorno con alta tasa de comorbilidad y cuyo curso tiende a ser crónico, como señala este estudio publicado por la profesora Susana Amodeo Escribano de la Complutense de Madrid.
¿Qué es una crisis de ansiedad?
Una crisis de ansiedad, por su parte, no es una entidad definida clínicamente ni aparece como tal en el DSM-5. Lo que sí aparecen, por supuesto, son los trastornos mentales de ansiedad asociados a aquellas personas que tienen preocupaciones y miedo intensos, persistentes o excesivos sobre situaciones cotidianas o eventos concretos de la vida rutinaria.
Así pues, sentir unos niveles moderados de ansiedad en determinadas situaciones es perfectamente normal, por ejemplo, ante un examen, una entrevista de trabajo, una cita especial, etc. Esa zozobra y nerviosismo y preocupación suele rebajarse una vez que la situación es manejada. De hecho, un cierto nivel de ansiedad puede ser hasta positivo desde un punto de vista fisiológico porque nos mantiene en tensión ante un evento determinado: como el miedo, la ansiedad también nos protege.
No obstante, cuando la ansiedad se descontrola, como el miedo, la angustia derivada de la misma puede tener consecuencias negativas, tanto a nivel físico como psicológico. Y cuando estos picos de ansiedad son excesivos en un determinado lapso de tiempo se conoce popularmente como crisis de ansiedad. Así pues, la ansiedad es una respuesta natural ante eventos considerados como amenazantes mientras que la crisis de ansiedad sería un episodio intenso y a menudo descontrolado de esa respuesta natural.
Las causas de la crisis de ansiedad y el ataque de pánico
Las causas que pueden provocar una de estas dos afecciones no presentan diferencias muy apreciables: el mismo desencadenante puede provocar tanto una crisis de ansiedad como un ataque de pánico. Por ejemplo, ante un examen muy decisivo, un individuo puede pasar de una crisis de ansiedad a un ataque de pánico, cuando la situación se vuelve incontrolable.
No obstante, por regla general, se interpreta que la causa de un ataque de ansiedad, más leve en sus síntomas que el ataque de pánico, se produce por acumulación de estrés. Esta acumulación de situaciones estresantes “explota” ante un hecho concreto que provoca este pico de intensidad de la angustia derivada de la ansiedad.
Por su parte, el ataque de pánico puede darse sin un desencadenante específico, aunque también influya la acumulación de estrés vinculada a sucesos traumáticos, como el miedo a hablar en público, por ejemplo. El pico elevado de estrés genera una activación del sistema nervioso simpático que desencadena una respuesta de huida en el individuo ante la percepción (subjetiva) de un peligro aterrador.
Por lo tanto, generalizando, la crisis de ansiedad siempre suele avisar a través de una sostenida intensificación de los síntomas, mientras que el ataque de pánico puede surgir de forma inesperada con una intensificación repentina de los síntomas y, por tanto, menos manejable al no poder ser previsto.
Los síntomas
En cuanto al modo en el que se manifiestan ambas afecciones, tenemos síntomas específicos de la crisis de ansiedad y del ataque de pánico, además de síntomas comunes:
Síntomas comunes
- Taquicardias y palpitaciones
- Sudoración
- Náuseas
- Dolor en el pecho
- Mareo
- Sofocos
- Miedo a perder el control
Síntomas específicos del ataque de pánico
- Comienzo repentino y elevada intensidad de los síntomas
- Temor a sufrir un ataque el corazón
- Falta de aire
- Dificultad para moverse, sensación de “cuerpo paralizado”
- Necesidad urgente de huida
- Sensación de irrealidad o desconexión de la realidad
- Despersonalización
Síntomas específicos de la crisis de ansiedad
- Suele asociarse a situaciones concretas que atemorizan al sujeto
- El proceso de intensificación de los síntomas es gradual
- Irritabilidad
- Inquietud, nerviosismo
- Problemas para conciliar el sueño
- Cansancio o agotamiento mental previo
¿Cómo diferenciar una crisis de ansiedad de un ataque de pánico?
Teniendo en cuenta las diferentes definiciones que hemos visto, sus causas y sus síntomas diversos, ya podemos diferenciar un ataque de ansiedad de uno de pánico. Si, a pesar de la sensación de angustia, aún puedes manejar la situación y retirarte del evento que presumiblemente ha provocado los síntomas, estás ante una crisis de ansiedad. Si has notado en los minutos, horas o incluso días precedentes que ibas acumulando tensión y que esta podía desembocar en una situación así, no lo dudes, es una crisis de ansiedad.
Si, por el contrario, los síntomas son repentinos y no previstos, y te provocan una sensación de amenaza y terror incontrolables, si no eres capaz de manejar la situación tú mismo y “crees morir”, lo más probable es que estés ante un ataque de pánico. No lo dudes, en una situación así, pide ayuda inmediata.
En este sentido, si asistes a un ataque de pánico de una persona, tras solicitar atención médica, tu labor será hacer “volver a la realidad” a esa persona, tratando de que sea consciente de que la amenaza que la aterroriza no es tal, sino que está viviendo un episodio momentáneo de miedo intenso. Hacer hincapié en que el episodio terminará en unos minutos y que todo va a ir bien y que “no va a morir”, hará que la persona vaya, poco a poco, recuperando su estado físico y mental normal.
¿Cuándo consultar a un psicólogo?
Como señala el estudio citado previamente, para poder establecer un diagnóstico de trastorno de pánico, el paciente debe haber tenido ataques de pánico inesperados recurrentes seguidos por, al menos, un mes de preocupación persistente por la posibilidad de sufrir nuevos ataques o por sus implicaciones o consecuencias, o un cambio significativo del comportamiento en relación con los ataques.
Así pues, un solo ataque de pánico no supone un trastorno en sí mismo. Solamente deberás tratar de inferir sus causas y si detrás del mismo tan solo hay una reacción fisiológica eventual o una causa más profunda vinculada a un trauma y/o una acumulación de estrés.
Por su parte, la crisis de ansiedad puede ser una reacción perfectamente normal ante un evento especialmente intenso y/o estresante. Perdemos el control ante una situación de este tipo, y vivimos un pico de ansiedad que provoca una reacción física aguda.
No obstante, si estas crisis de ansiedad son recurrentes ante un tipo de evento cotidiano o sucede de forma habitual en una nuestra rutina diaria, independientemente de la situación que vivamos, debemos consultar a un psicólogo ante el riesgo de que esos episodios recurrentes se conviertan en un trastorno de ansiedad.