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Así funciona tu cerebro cuando se siente amenazado

El cerebro humano reacciona de forma casi instantánea ante determinados estímulos considerados amenazantes: partes del cerebro como la amígdala o la corteza prefrontal ventromedial intervendrían en este “circuito del miedo” que se responsabiliza de protegernos ante las amenazas

Pero, ¿qué pasa cuando nuestro cerebro se mantiene en estado de alerta durante demasiado tiempo, cuando la respuesta de estrés es demasiado intensa? Los trastornos de ansiedad y la depresión podrían estar relacionados con una sobrecarga en la detección cerebral de estímulos amenazantes.

El circuito del miedo y la respuesta de estrés ante la amenaza 

Asi funciona tu cerebro cuando se siente amenazado
Una mujer con gesto de tensión – Fuente: Pexels

Se acelera la respiración para proveer de más oxígeno a los músculos, sube la frecuencia cardiaca para gestionar más eficazmente este oxígeno, sube la adrenalina en la sangre, la piel se hace menos sensible constriñéndose los vasos sanguíneos de la misma para que haya el menor sangrado posible en caso de herida. Paralelamente, el sistema inmune también se alerta, adhiriéndose los glóbulos blancos a las paredes de los vasos sanguíneos de forma que estén preparados ante una posible lesión. 

Esta respuesta fisiológica en la que intervienen diferentes componentes de nuestro cuerpo se pone en marcha ante la detección de una amenaza, y lo hace de forma coordinada para preparar a nuestro cuerpo ante una situación de gran exigencia: es la respuesta de estrés ante la amenaza. 

Y es el cerebro el que actúa como director de esta orquesta fisiológica. Pero, ¿qué parte del cerebro percibe la amenaza en primer lugar, qué parte siente el miedo antes que ninguna otra? La neurociencia pone el foco, en primer lugar, en la amígdala que actuaría como generador en este circuito del miedo. 

Un estudio publicado en 2016 en la revista Nature Neuroscience y en el que intervinieron profesionales de varias entidades españolas como la Universidad Politécnica y el Laboratorio de Neurociencia Clínica, ambos de Madrid, analizó la vía rápida o “atajo” que envía una respuesta casi instantánea a la amígdala, el área clave que procesaría el miedo y otras emociones primarias. 

Esta masa con forma de almendra que tenemos en el cerebro es común a todos los mamíferos y habría tenido una importancia fundamental en la evolución de las especies, particularmente en la nuestra al ser la estructura crítica implicada en las emociones: la amígdala coordinaría las respuestas primarias ante el miedo y habría “salvado la vida” a numerosos de nuestros ancestros. ¿Cómo? A través del almacenamiento de memoria aversiva que dependería de la modulación de la actividad del hipocampo por parte de la amígdala. 

Es decir, gracias a la intervención de diversas áreas cerebrales, durante miles de años el cerebro humano y del resto de mamíferos va almacenando memoria aversiva y estímulos amenazantes de forma que permite reacciones automáticas ante aquellos estímulos que nuestra memoria aversiva considera potencialmente dañinos.  

Asi funciona tu cerebro cuando se siente amenazado
Una mujer y una araña gigante simulada en la pared – Fuente: Pexels

Esta es la razón por la que reaccionamos de forma casi instantánea y nos ponemos en alerta ante determinadas situaciones, como la presencia de un animal venenoso. Y esta sería la explicación de algunos miedos primarios aparentemente indescifrables como la tripofobia.  

Esta respuesta inmediata del cerebro coordinada por la amígdala fue analizada por el estudio ya mencionado publicado en Nature Neuroscience encontrando respuestas casi instantáneas de la amígdala: esta área reaccionó en 74 milisegundos —una reacción “ultrarrápida”— a una supuesta amenaza, recreada en forma de imágenes con caras de miedo expuestas a los voluntarios del estudio.  

No obstante, y debido a la ubicación de la amígdala en la estructura profunda del cerebro lo que complica su análisis por métodos comunes como las resonancias funcionales, lleva a algunos expertos a valorar otras áreas cerebrales en la gestión de las amenazas y de las emociones primarias como el miedo.  

Películas de miedo
Una mujer con la mano en la boca – Foto: Pixabay

En este sentido, la corteza prefrontal ventral, ubicada encima de los ojos, podría también tener un papel clave. Y es que la evolución del ser humano nos ha conducido a una gestión más sofisticada del miedo que otros mamíferos, ubicando cada amenaza en su contexto, permitiendo una reacción más elaborada en la que intervendrían más áreas cerebrales.  

Así, y tal y como señala este estudio, la corteza prefrontal ventromedial reaccionaría ante eventos visuales negativos en aproximadamente 100 y 150 milisegundos conectando su respuesta con otras regiones responsables de procesos cognitivos relevantes en la toma de decisiones sobre cómo afrontar un acontecimiento negativo, por ejemplo, la propia planificación de la acción de respuesta ante el estímulo

Así pues, ese circuito del miedo que nos pone en relación con nuestros ancestros y que habría evolucionado de forma más sofisticada con respecto a otros mamíferos sería el responsable máximo de asegurar nuestra supervivencia solicitando una respuesta de estrés para activar nuestro organismo, así como generar ultrarrápidas reacciones cognitivas. 

Pero, ¿qué pasa cuando esa respuesta de estrés se mantiene activa durante más tiempo, cuando el nivel de alerta es sostenido por un (supuesto) estímulo amenazante que no desaparece? Entonces la respuesta fisiológica inmediata que nos salvaría la vida en un contexto concreto nos puede condenar en otro. 

Estrés crónico y alerta continua: cuando vemos gigantes donde solo hay molinos 

Asi funciona tu cerebro cuando se siente amenazado
Representación de la escena de los molinos de Don Quijote en una pared de azulejos – Fuente: Depositphotos

La respuesta fisiológica ante una amenaza es de gran exigencia para nuestro físico, pero también para nuestra faceta psíquica. Esa es la razón por la que sentimos un “bajón” tras una situación de enorme estrés. El cuerpo necesita recargarse de energía, precisa descanso para recuperarse de la alerta máxima que ha vivido. No estamos diseñados para vivir permanentemente en estado de alarma

Sin embargo, en determinadas situaciones, nuestro cerebro siente una amenaza permanente, aunque esta no sea tal. Puede que intervenga nuestra memoria aversiva en la que aflore un determinado trauma psicológico, una fobia a una situación más o menos concreta o la aparición de sesgos cognitivos que prioricen los estímulos amenazantes frente a los que no lo son realmente. 

Sea como fuere, la respuesta de estrés que suponía una ventaja adaptativa cuando se produce durante un periodo corto de tiempo, se vuelve en nuestra contra cuando se convierte en estrés crónico

Asi funciona tu cerebro cuando se siente amenazado
Una escultura de una cabeza humana y una serpiente – Fuente: Pexels

Y es así como pueden surgir determinados trastornos de ansiedad que serían la consecuencia de la detección de una amenaza permanente que puede existir o no desde un punto de vista objetivo: es decir, nosotros percibimos la amenaza, pero la amenaza no existe fuera de nosotros: los gigantes de Don Quijote. 

¿Y si se produjese un “cortocircuito” en nuestro circuito del miedo? ¿Cómo reaccionaría nuestro cerebro ante una sobrecarga en la detección de estímulos amenazantes? Un artículo del neurólogo Eduardo Benarroch puede tener la respuesta, al poner en relación la actividad de la amígdala con diversos trastornos psiquiátricos.  

Así, por ejemplo, los individuos ansiosos muestran una elevada actividad de la amígdala en respuesta a estímulos asociados a la amenaza —como la cara de miedo— pero también ante estímulos no asociados a amenaza. Por otro lado, estudios de resonancia magnética funcional sugieren que la amígdala puede ser un sustrato para la generación del afecto negativo que caracteriza la depresión

Así pues, cuando proliferan los estímulos amenazantes, el cerebro podría llegar a “desconectarse” emocionalmente de la realidad, hasta el punto de que la amígdala deje de coordinar adecuadamente las respuestas emocionales de forma que los acontecimientos positivos o neutros puedan interpretarse de forma negativa: estamos en la antesala de la depresión, todo se ve gris, incluso en el día más “soleado”.



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