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XIV legislatura Dos años desde que la ultraderecha dinamitó todos los consensos y llenó de barro los debates en el Congreso

Diferentes parlamentarios de los grupos, que comparten lugar de trabajo con el partido de extrema derecha, manifiestan su preocupación por los efectos que tiene la presencia de Vox en el Hemiciclo.

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El líder de Vox, Santiago Abascal, asiste al Pleno del Congreso celebrado este jueves. — Javier Lizón / EFE

MADRID, Actualizado:

Destruir todos los consensos alcanzados tras décadas de lucha y llenar de fango cualquier debate político a través de discursos de odio, faltas de respeto, desacato y señalamiento al que piensa diferente. Esa es la estrategia de la ultraderecha, representada en el Congreso a través de sus 52 diputados, y que da apoyo a los gobiernos autonómicos de Andalucía, Madrid y Murcia, además de airear su negacionismo en diferentes ayuntamientos.

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El aumento de la crispación durante los dos primeros años de la vigente legislatura ha tenido un claro motivo: el desembarco de la ultraderecha en la Cámara Baja. En la anterior legislatura fallida, Vox entró en el Congreso con 24 escaños. Si bien, tras las elecciones del 10 de noviembre, la extrema derecha consiguió 52 diputados, convirtiéndose en la tercera fuerza.

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Después de dos años ocupando 52 escaños en el hemiciclo, diferentes parlamentarios de los grupos, que comparten sitio de trabajo con el partido de extrema derecha, han manifestado a este medio su preocupación por los efectos que tiene la presencia de Vox en un lugar que acapara gran parte del foco mediático.

Un espacio donde se debate y se legisla sobre diversas materias que afectan a los derechos de las mujeres, de las personas migrantes y del colectivo LGTBI; a la plurinacionalidad del Estado español, a combatir el cambio climático, a luchar contra la covid, etc.

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Ámbitos en los que Vox ha seguido siendo el verso suelto, descolgándose de los grandes consensos y arrastrando incluso a PP y Cs hacia sus posiciones más extremas. Hace tan solo una semana, todas las formaciones representadas en la Cámara Baja, excepto el partido que dirige Santiago Abascal, acordaron la renovación del pacto de Estado contra la violencia de género.

La semana pasada también, Vox impidió la aprobación de una declaración institucional contra las violencias machistas en el Congreso con motivo del 25N y, este miércoles, otra por el Día Mundial contra el Sida. En la retina, y como un ejemplo claro de desacato sin precedentes, el parlamentario de Vox, José María Sánchez García, se negó a abandonar el hemiciclo después de que la máxima autoridad competente en aquel momento, le hubiera llamado la atención hasta en tres ocasiones por llamar "bruja" a la diputada socialista Laura Berja, encargada de defender una iniciativa de su grupo para penalizar el acoso a las mujeres en las clínicas abortivas.

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Fuera del decoro parlamentario

Después de estos y otros muchos hechos semejantes, ¿cómo ha afectado la presencia de los diputados ultras en la sede de la soberanía del Estado? "La presencia de Vox ha embarrado la actividad parlamentaria, y el ecosistema mediático y político del Estado. Atentan contra consensos ya cerrados en este país y demuestran lo peligrosos que son", alerta el portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián.

El diputado, presente en esta Cámara desde 2016, asegura que la irrupción de la formación de extrema derecha es como "cuando se cae una mosca en una sopa o en una comida, todo el plato queda invalidado, no se puede seguir comiendo". "Lo intoxican todo, están en un modo destructivo intentando capitalizar una indignación y un odio en época de crisis sin soluciones progresistas claras", reflexiona.

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Asimismo, apela a una queja compartida por la mayoría de grupos de la Cámara Baja: "La derecha no solo imita sino que pacta con la ultraderecha. En el resto de Europa, aparte de la socialdemocracia, es la derecha quien frena a la ultraderecha", como Angela Merkel en Alemania o Emmanuel Macron en Francia.

El parlamentario del PNV Joseba Agirretxea recuerda que, desde su presencia en el Congreso, en el año 2008, los 350 asientos del hemiciclo han sido ocupados por representantes de partidos políticos con ideologías muy distintas, "algunos de ellos con un recorrido breve o incluso fugaz, pero todos tenían y tienen en común que participan mínimamente de las reglas democráticas y de convivencia establecidas. Con la llegada de Vox, esto se rompe".

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Desde la bancada de Vox se establece una forma de hacer política "ajena al decoro parlamentario y la convivencia misma, basada en la agresividad, el lenguaje belicoso y la falta de respeto institucional e incluso personal", además de "señalamiento y odio hacia quienes piensan diferente, y pretenden generar dudas en la sociedad sobre los valores más elementales o las afirmaciones más básicas transformando la realidad y acusando al resto de eso que ellos mismos practican", expone.

Falta de confrontación

La portavoz adjunta del grupo socialista, Isaura Leal, cuyo estreno en el Congreso ha coincidido con la entrada de Vox, lamenta que los diputados ultras han introducido "el discurso de la crispación, el insulto personal y político, y la falta de respeto a las normas básicas de decoro parlamentario". Y todo, con el objetivo de "buscar continuamente la confrontación para devaluar la democracia".

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El portavoz del PDeCAT, Ferran Bel, diputado del Congreso desde 2016, añade que con Vox ha irrumpido "el populismo y la demagogia política en muchos debates, que no pretenden aportar soluciones sino simplemente rentabilizar electoralmente sus posiciones". Y esto, no hace más que "devaluar la imagen que se proyecta del Congreso y de las instituciones", afea.

Su homóloga de Junts, Miriam Nogueras, que también lleva presente en el Congreso varias legislaturas, cree que el bipartidismo ha maquillado una realidad: "El franquismo arraigado en el Estado español", algo que no es de ahora, solo que antes "este movimiento estaba acomplejado".

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La portavoz de la CUP, Mireia Vehí, advierte del "aumento de la agresividad en el discurso, con el uso de planteamientos abiertamente racistas y machistas". También, del empleo de la "política performativa para atizar el odio", ya que se valen de imágenes como elemento de comunicación política con fines racistas y machistas. Por último, denuncia la "falta de confrontación" de sus discursos por parte de la Mesa del Congreso, pues "no está haciendo un trabajo de censurar estos planteamientos", lo cual "hacen girar el péndulo de la Cámara hacia la derecha, y muy a menudo consiguen establecer los marcos de análisis", remacha.

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