Xesús Alonso Montero, el filólogo de la lengua de los pobres
La emoción galega del antifranquista
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MADRID.- “Aprendí el gallego en la aldea, con nueve años. Mi padre y mi madre hablaban gallego entre sí, pero a nosotros se dirigían en castellano, la lengua de los ricos. Recuerdo que tuve muchos problemas con mis congéneres cuando salíamos al recreo o íbamos a cazar pájaros o a buscar nidos. Los amigos se metían conmigo porque tenía un gallego castellanizado. Pero no porque fueran nacionalistas. No. Ellos entendían que yo, hijo de labrador, que andaba con zuecos y pantalón remendado como ellos, no tenía derecho a hablar la lengua del hijo del médico”.
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A pesar de los sobrios e interminables atributos que adornan su currículum, es una delicia la conversación con Xesús Alonso Montero (Vigo, 1928): la jovialidad de sus 87 años; un vocabulario exquisito pero sencillo que, por deferencia, solo emplea en castellano; y sobre todo una humildad en el trato que probablemente tenga que ver con el lugar en el que vino al mundo: la trasera de una taberna de Vigo.
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Ríe y explica lo que vino después de ese estribillo: “Yo, que de pequeño era un chico muy listo, pensaba: ‘Este Carlos Marx y este Lenín —con acento porque entonces se decía Lenín— deben de ser tipos muy importantes en la cosa política. Lo que no sé es qué es la Tercera Internacional. Si llego a mayor me meteré en el Partido Comunista para que me lo expliquen’. Y así lo hice, en el año 62”.
La emoción galega del antifranquista
Una llamada al móvil interrumpe la narración. Se disculpa Xesús y, tras atender al teléfono, explica educado: “Es que era la presidenta de la Diputación. ¡Que en la Real Academia tenemos que andar mendigando dinero! ¿Dónde estábamos?” Estábamos en los estudios que en 1948 le llevaron a Madrid, a la Facultad de Filosofía y Letras de la entonces Universidad Central, hoy Universidad Complutense.
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Así que la revolución le pilló tarde a Alonso Montero que califica de “difusas” su inquietud de izquierdas en aquel momento. “Yo tenía una emoción gallega que tenía que ver con mi compromiso íntimo con la lengua, pero no como idioma de la nación gallega. Era mi compromiso con la lengua que hablaban los pobres en la nación gallega”.
Anticapitalista irreductible
Se afilió en mayo y en julio ya estaba en Moscú representando al partido en un congreso sobre la paz organizado por Kruschev. Cuenta sin complejos que, a los tres días de estar allí, lloró. “Aquello no me gustaba. Pero también es cierto que, paseando por delante del Kremlin junto a Ricard Salvat y José Agustín Goytisolo, quedé convencido de que, ni entonces ni ahora ni nunca, el capitalismo será una solución para nada”.
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La metralla sociolingüística
Pero a la vez que ejercía la tarea política, no descuidaba el erudito el ejercicio de dar difusión a su pasión verdadera: “la metralla sociolingüística”, los análisis que, desde los años 60, introduce en el discurso galleguista desde la perspectiva marxista. “Hay mucha hambre: la de los pobres del mundo incapaces de reivindicar sus derechos en su propio nombre, en el idioma de los pobres”.