Testimonio de una víctima
Pablo Iglesias
Madrid-
Al primer abogado que quiso investigar el asesinato de mi padre lo mataron o le desaparecieron a la mujer y los hijos. No lo recuerdo, pero sé que mi madre me lo contó hace muchos años. El segundo dijo que la asesoraba, pero que no se comprometía. Tenía miedo.
Mi madre decidió no insistir. Cuando Jahel Quiroga Carrillo y Aida Avella le dijeron que iban a denunciar el genocidio contra la Unión Patriótica en la Justicia Internacional ella dijo que sí, que aportaba lo que le pidieran. Y que sea lo que Dios quiera. Pobre mi madre, se acuerda de todo. Su cuerpo también.
Cada año, cerca del 3 de marzo enfermaba y acababa en el hospital. Abscesos dentales, orzuelos infectados, cálculos renales, encías sangrantes, ganglios linfáticos inflamados, los pies llenos de sarpullido. Este miércoles hablé con ella. Me dijo que llevaba tres días con el estómago revuelto y vomitando. Pero que se siente bien. Ya me conoces, hija.
Me la puedo imaginar, con una mano en la cintura y un cigarro en la otra frente a la vitrina donde están las cenizas de mi padre, los libros, el peine azul, una camiseta, la agenda de teléfonos con una marca de bala, el bolígrafo que ella le había prestado y que él le devolvió tres horas antes de que lo mataran. Esto lo escribe Erika Antequera, hija de José Antequera, miembro de la UP, asesinado en marzo de 1989.
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