Este artículo se publicó hace 16 años.
Desde la silla de montar
Zapatero gobierna las huestes socialistas como los antiguos jefes de Caballería
Gonzalo López Alba
Si en algo se parece José Luis Rodríguez Zapatero a José María Aznar y en algo se distingue de Felipe González como líder de partido es en su forma de gobernarlo, propia de la estrategia militar en la distribución territorial de sus huestes y en anticiparse a tomar posiciones que le permitan movimientos posteriores desde una posición de ventaja conquistada de antemano.
A diferencia de González, que pasaba del partido y lo dejó en manos de Alfonso Guerra hasta que se produjo su quiebra de mutua lealtad, Zapatero -como Aznar- ha demostrado, primero con la composición del Consejo de Ministros y después con la de la Ejecutiva del PSOE, que manda "desde la silla", como hacían los antiguos jefes de la Caballería, según explica Lidell Hart (Al otro lado de la colina).
La mayoría de sus decisiones y nombramientos tienen en su diseño un alcance y recorrido más largo que el primer movimiento, aunque sólo éste se proyecta en la inmediatez del teatro de la política. Hace falta atravesar las bambalinas y llegar a las entrecajas para intentar adivinar la siguiente escena, aunque sólo él tiene el libreto completo -sometido a las variaciones del autor de éxito, siempre con el oído alerta a las inclinaciones del público- y al cambiante devenir de los acontecimientos.
Si se analiza la composición de la nueva Ejecutiva del PSOE, el ascenso de José Blanco a la vicesecretaría general le convierte en Jefe del Estado Mayor de Zapatero, al que seguirá organizando las campañas electorales. Pero, liberado de las tareas administrativas, también le abre el camino hacia el Gobierno. ¿Cuándo y dónde? Cuando y donde Zapatero lo necesite.
De momento, es ya en un refuerzo político, al tiempo que garantiza una transición ordenada con Leire Pajín. Seguirá siendo el primer ariete y el primer escudo del presidente, pero con más galones -ganados a pulso-, y tendrá como prioridad inmediata engrasar las alianzas que garanticen la estabilidad parlamentaria del Gobierno, procurando que no surjan fricciones con María Teresa Fernández de la Vega y José Antonio Alonso.
Con la promoción de Leire Pajín al número tres en la jerarquía del partido, Zapatero proporciona -como ocurrió con Blanco en Galicia- un referente claro a los socialistas valencianos, un agujero negro en la organización, aunque no vaya a ser su secretaria general ni su candidata electoral.
Además, coloca a otra treintañera, y del PSOE -no del PSC, como Carme Chacón-, en la rampa de salida para que una mujer socialista pueda aspirar a ser la primera presidenta del Gobierno de España cuando llegue la hora de la sucesión, que -según el libreto vigente, aunque esta escena está escrita a lápiz- no será en 2012.
El nombramiento de otra mujer, María del Mar Moreno en la secretaría de Política Institucional, la cuarta en el escalafón jerárquico, es un experimento acordado entre Zapatero y Manuel Chaves con vistas al relevo que el andaluz no ha podido consumar este año. Y, si se mira al Gobierno, cabe pensar que el de Bibiana Aído tuvo la misma intencionalidad, aunque un recorrido temporal más largo.
Andalucía es el problema con mayúsculas del partido, no por falta de liderazgo de Chaves, sino porque su guardia de corps ha taponado las vías de la renovación generacional.
Algo similar cabe interpretar de la promoción de Antonio Hernando, que de colaborador anónimo de Blanco ha pasado a formar parte del nuevo tridente de Ferraz junto con Pajín y Moreno. Hernando es, llegado el caso, una alternativa para Madrid si fracasa la apuesta de Tomás Gómez, como del nombramiento de Beatriz Corredor al frente del Ministerio de Vivienda puede salir la candidata a la Alcaldía de Madrid.
Incluso, aunque con una perspectiva más larga dadas las sólidas opciones de Patxi López de convertirse en el primer lehendakari socialista, con la promoción de Eduardo Madina, que en algún momento de la noche del día 5 llegó a ser el responsable de Libertades Públicas, Zapatero sube de la cantera a foguearse con la plantilla del primer equipo a un líder en potencia para el País Vasco.
En marzo de 2000, cuando el PSOE era un barco a la deriva en busca de tripulación, Felipe González escribió un texto titulado "Renovarse o perecer", en el que, entre otras cosas, decía: "No parece discutible que haya que renovarse, ni en el terreno personal (la naturaleza se encarga de ello, si se aferra la gente a permanecer), ni en el dominio de las ideas, de las propuestas (la realidad deja atrás las que pierden relevancia para los ciudadanos). Por tanto, la renovación es una necesidad permanente (...) La renovación consiste en dar respuesta de progreso a los nuevos desafíos, con políticas incluyentes (...)".
El 37 Congreso del PSOE cumplió los objetivos estratégicos que se habían planificado. A saber: impedir que tome cuerpo la idea de que el proyecto de Zapatero ya está agotado, a base de poner la impronta de que pisa "el acelerador del cambio"; y marcar la agenda política, con propuestas que, como la regulación del voto para los inmigrantes, la reforma del aborto o la profundización en el laicismo tienen suficiente impacto público para que no todo sea la crisis económica, a la vez que refuerzan la comunión entre el partido y el Gobierno.
Al asturiano Javier Fernández, el único de entre los barones desmochados que se atrevió a poner un matiz crítico a su informe de gestión, le espetó: "Aquí todos tenemos que ser un coro". Nadie rechistó.
La maldición de las palabrasEl problema para Zapatero es que, al igual que en la legislatura pasada le persiguió la renuencia a hablar de "la derrota" de ETA, de nuevo le persigue la maldición de las palabras: ahora son la "crisis económica", pronunciadas con sacacorchos cuando su ministro Miguel Sebastián habla ya de "casi recesión".
Y así, empiezan a surgir voces que se preguntan si, con su carácter optimista y su forma de interpretar la política, es el presidente adecuado para sacar al país de la crisis económica en igual medida que demuestra serlo para ampliar los derechos y libertades o asegurar la convivencia.
Precisará de un buen abrigo y de fuertes iniciativas políticas para no salir tiritando del gélido otoño que se avecina.
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