El Senado insta a retirar las huellas del franquismo en El Pilar de Zaragoza: dos bombas sin explotar y un lema fascista
La Cámara Alta envía sendos requerimientos al Gobierno de Aragón y al Ayuntamiento de Zaragoza en los que a instancias de Compromís reclama las actas sobre los trámites realizados para aplicar la normativa de memoria en la basílica.
Zaragoza-Actualizado a
Su exposición "destila odio e inocula rencor a las nuevas generaciones", sostiene Pedro Luis Clavería, un zaragozano de credo católico, sobre las dos bombas sin explotar que desde finales de los años 30 cuelgan de una de las columnas principales de la basílica zaragozana de El Pilar. La versión oficial atribuye su origen a un chapucero ataque aéreo por parte de fuerzas leales al Gobierno legal en agosto de 1936 y cuya retirada lleva tiempo reclamando.
Su empeño ha dado esta semana un salto cualitativo con la implicación del Senado, cámara cuya Mesa, dentro de sus competencias de relaciones con las administraciones territoriales y a instancia de Carles Mulet, de Compromís, ha reclamado tanto al Gobierno de Aragón como al Ayuntamiento de Zaragoza que le entreguen "copia de las actas de sus órganos" en los que "se acuerda cumplir con la ley autonómica" y la estatal de Memoria Democrática "y se tramite la retirada de la basílica (…) de estos dos símbolos/elementos contrarios" a la misma.
Los requerimientos del Senado, un procedimiento con el que Mulet ha logrado que cientos de ayuntamientos españoles retiren de sus callejeros las alusiones a personas vinculadas al franquismo, afectan a otros dos vestigios de la sublevación y la dictadura que los responsables de la basílica mantienen desde hace más de 80 años. Se trata de una leyenda esculpida en piedra con alusiones a "la guerra de liberación de la patria" y, también, la supuesta huella de otra bomba sin explotar caída en la plaza del Pilar la misma noche de 1936 y una cruz que en una plazuela cercana llama a rezar por "los muertos de la guerra".
El Senado se ha dirigido a la comunidad y el consistorio por ser dos administraciones territoriales que, en todo caso, serían las encargadas de dirigirse al propietario del templo, que desde comienzos de abril de 2018 es el arzobispado de Zaragoza, que había anotado a su nombre la finca urbana del emblemático edificio 30 años antes por el procedimiento de la inmatriculación sin que nadie hubiera impugnado el trámite a lo largo de ese periodo.
Dos mandatos de dos leyes que no han sido aplicados
La ley autonómica obliga al Gobierno de Aragón en su artículo 32 a "tomar las medidas oportunas" para "hacer efectiva la retirada" de los "elementos contrarios a la memoria democrática" en "edificios de carácter privado con proyección a un espacio o uso público" y también en la calle. Mientras que la estatal establece en el 35 la obligación de "retirarlos o eliminarlos" para "las personas o instituciones titulares o propietarias" de los "edificios de carácter privado o religioso, pero con proyección a un espacio o uso público", en los que se encuentren.
Sin embargo, ninguno de esos dos preceptos, ni el estatal ni el autonómico, han sido activados con efectos prácticos a fecha de hoy en la basílica zaragozana.
Los requerimientos del Senado se refieren, además de a la cruz de la plaza y a la situada en un espacio cercano, a las dos bombas que llevan décadas colgadas de la columna junto a la entrada. También a una inscripción en piedra colocada sobre el pilar de jaspe que evoca la aparición de la virgen en la que puede leerse en latín que "tras la guerra de liberación de la Patria, y obtenida felizmente la victoria, los fieles cristianos de toda España" la visitan para agradecerle "el haber escuchado sus votos".
"La inscripción, de 1939, es desconocida", apunta Clavería, para quien, "supone un ensalzamiento puro y duro del franquismo, aunque la gente no la conozca".
Ataque de los leales, estratagema de los sublevados o error
El elemento más conocido de los cuatro incluidos en los requerimientos del Senado son las dos bombas. Sobre su origen real siempre han planeado algunas dudas y cuya existencia, en cualquier caso, se convirtió en uno de los primeros y más potentes ingredientes de la propaganda nacionalcatólica en el comienzo de la guerra civil.
La versión oficial narra cómo la madrugada del 3 de agosto de 1936 un avión en el que unos testigos vieron pintada una bandera rojigualda y otros una tricolor dejaba caer sobre El Pilar tras sobrevolar la ciudad, con luces o sin luces según la fuente, cuatro bombas: una fue a parar al Ebro, otra a la plaza y dos más entraron en la basílica tras romper el techo de las cúpulas para caer en el piso sin estallar.
Parece haber unanimidad en que eso se debió a que fueron lanzadas desde unos 150 metros de altura cuando requerían un impacto desde 500 para estallar. El acuerdo no es tan amplio sobre si se trató de una chapuza de fuerzas leales al Gobierno legal, capaces de infiltrarse en uno de los principales enclaves del enemigo sin ser detectadas (las alarmas antiaéreas no llegaron a sonar) pero no de utilizar su propia munición, o de una estratagema de fuego amigo de los sublevados, quienes, en cualquier caso, en cuestión de horas elaboraron una narrativa en la que se entremezclaban el milagro y las llamadas al odio.
La tercera hipótesis remitiría al error de un avión de los sublevados al lanzar sus bombas al Ebro antes de aterrizar, una práctica relativamente habitual en los años 30 para evitar perder la munición al cumplir la prohibición de tomar tierra con ella en los aeródromos para evitar accidentes.
¿De dónde proceden las bombas que se exponen colgadas?
En este sentido, la escasa información oficial disponible sobre lo ocurrido plantea algunas incógnitas que siguen sin haber sido oficialmente resueltas, tal y como ya recogía la información publicada en la revista Andalán en octubre de 1977 por José Ramón Marcuello (disponible aquí), que citaba el informe emitido por el Parque de Artillería de Zaragoza.
Los militares concluyen que los elementos explosivos de la bomba estaban montados en un orden incorrecto, lo que hizo que no estallara a pesar de que la espoleta se activó. Por otro lado, el supuesto autor de su descarga aseguró tiempo después en algunas entrevistas que "quitamos las espoletas y vimos que las bombas estaban sin fulminante".
Ese informe proyecta dudas sobre la autenticidad de las bombas que se exponen colgadas en la columna: "Nada podemos decir respecto de las dos que cayeron en su interior; ambas se despedazaron", reseña el documento, firmado por el teniente coronel de Artillería Manuel Cella, antes de explicar que sus trabajos se centraron en "que cayó en la Plaza, que quedó entera y en la que se pudo recoger íntegro su aparato de toma de fuego". ¿De dónde proceden, en ese caso, los proyectiles completos y relucientes que se encuentran en la basílica?
La tesis doctoral de Francisco Javier Ramón sobre los Usos públicos de la virgen del Pilar: de la guerra de la Independencia al primer franquismo recoge cómo ese episodio adquirió "una importancia capital para la legitimación religiosa de la guerra civil" mediante acciones de propaganda.
El Ayuntamiento, reacio a retirar vestigios del franquismo
La Consejería de Cultura del Gobierno de Aragón, en la que todavía no se ha recibido el requerimiento del Senado, "está estudiando" una solicitud sobre la retirada de las bombas y de la inscripción del templo, aunque todavía no ha tomado ninguna decisión al respecto, señalaron fuentes del departamento.
La solicitud, presentada por un particular, reclama la misma medida para la cruz que señala el lugar de la plaza del Pilar donde cayó la bomba, así como para la inscripción de la plaza de Santa Cruz, propuestas sobre las que tampoco hay una decisión, así como el traslado de la tumba de Álvaro Sueiro, uno de los generales que se sublevaron en 1936, del interior de la basílica.
El Gobierno de Aragón concluye que en ese enterramiento, que se encuentra en una cripta que solo se abre dos veces al año, los días 1 y 2 de noviembre, "no concurre la condición de lugar preeminente ni el de la realización de actos públicos" puesto que sus restos "no están inhumados en un lugar destacado" ni que tenga "proyección a un espacio público o uso público".
El equipo de gobierno de PP y Cs que gestiona el Ayuntamiento de Zaragoza bajo la tutela de Vox se ha mostrado a lo largo de toda la legislatura reacio a retirar vestigios del franquismo mientras esas tres formaciones imponían con sus votos el rechazo de la corporación a la Ley de Memoria Democrática estatal. Unos posicionamientos que no apuntan precisamente a una disposición a eliminar elementos como las dos bombas, cuya pilastra es una de las paradas del tour por el templo que dirigen los guías turísticos del consistorio.
Mulet: "Eso solo pasa en España"
El senador Mulet, por su parte, no acaba de mostrarse convencido de que los trámites vayan a acabar con la retirada de los vestigios: "Estamos ante lo de siempre: legislaciones autonómicas y estatales que no se acaban de cumplir, y parece que si encima se mezcla la iglesia por medio todavía hay más miedo en mover nada", señala Mulet. El senador califica de "anomalía democrática" que "durante casi cinco décadas de supuesta democracia se haya normalizado esta exhibición de simbología franquista. Eso solamente pasa en España, es impensable en cualquier democracia europea".
"Hemos pedido al gobierno que actúe de acuerdo con lo reglamentado en la ley", indica el parlamentario de Compromís, quien apunta que "se trata de símbolos sin ningún valor didáctico ni artístico, ideados para exaltar un golpe de Estado y una dictadura salvaje, y no tiene ningún sentido mantenerlos".
"Entendemos que ahora, con la nueva ley que en teoría viene a suplir las lagunas de la anterior, no pueden tener más excusas", añade Mulet, que ha formulado dos preguntas al Gobierno sobre la permanencia de esos vestigios y para quien resultaría "indecente" una respuesta de "balones fuera".
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