Esquerra Republicana, Junts per Catalunya, EH Bildu, PNV, BNG y, claro, Sumar. Son los grupos parlamentarios que permitirían a Pedro Sánchez mantenerse en la Moncloa, a expensas de que el PSOE consiga cerrar los acuerdos que le faltan, especialmente, con Junts per Catalunya. Sánchez necesitará esos "síes" en la votación del debate de investidura, que fijará la presidenta del Congreso, Francina Armengol, cuando el candidato socialista le transmita que dispone de los apoyos suficientes (si finalmente, como todo parece indicar, los logra). Son exactamente las mismas fuerzas parlamentarias que se ausentaron de la jura de la Constitución de la princesa Leonor.
El caso de Sumar tiene un asterisco. Algunos cargos institucionales del grupo que lidera Yolanda Díaz sí asistieron a la ceremonia. La propia Yolanda Díaz, vicepresidenta del Gobierno y ministra de Trabajo en funciones; Marta Lois, portavoz en el Congreso; Joan Subirats, ministro de Universidades en funciones, o Esther Gil, vicepresidenta de la Mesa de la Cámara estuvieron presentes. Se ausentó, en cambio, Gerardo Pisarello, secretario primero.
No obstante, la posición de Sumar está instalada, de forma inequívoca, en el republicanismo. De la misma forma que la del resto de fuerzas que no tomaron parte de la fiesta. Se trata de una postura que contrasta con la del Partido Socialista, en cuyo seno no se prevé, ni por asomo, un debate sobre la monarquía. Tanto Pedro Sánchez, presidente del Gobierno en funciones, como Francina Armengol, presidenta del Congreso, representaron un papel preponderante, tal y como les obligaba el guion, en el acto del martes, día 31.
Lo cierto es que es un debate —el de la monarquía— habitual en el Congreso. Los partidos republicanos presentan, constantemente, iniciativas para investigar al rey emérito, (entendidas, habitualmente, como reprobaciones indirectas hacia la propia institución) y el resto de fuerzas se oponen. El PSOE suele jugar un papel intermedio, aunque la única vez que los letrados de la Cámara Baja dieron su visto bueno para que la Mesa del Congreso autorizara una Comisión de Investigación al monarca (en en aquel caso, por las ‘tarjetas black’) los socialistas votaron en contra, de manera que Juan Carlos I volvió a librarse de rendir cuentas ante la Cámara.
De la ‘Leonormanía’ al plantón
Es difícil adivinar el pulso de los ciudadanos en lo que se refiere a la monarquía. El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), que podría ser una herramienta útil para captar la valoración que hace de la realeza el español medio, no pregunta sobre ello. Sin embargo, los partidos abiertamente antimonárquicos sí utilizaron su ausencia en la ceremonia, su plantón, para evidenciar la división en el país.
Las calles aledañas al Congreso amanecieron con pancartas de Leonor coronando las farolas y con recuerdos y souvenirs —también con el rostro de la princesa— apelotonados en los mostradores de los ‘Todo a 100’. Una turba de fieles y de curiosos, tampoco muy numerosa (quizá la lluvia jugó un papel en cierto modo republicano), siguió el desfile en directo. Muchos, con simpatía y, algunos, con devoción desearon ‘larga vida’ a la princesa. Algunos medios han puesto nombre al fenómeno: ‘Leonormanía’.
Exista o no tal movimiento, lo que es seguro es que los que estaban ahí, siguiendo la comitiva, fueron la representación de esa parte monárquica del país. Lo mismo ocurrió intramuros del Congreso.
Los que estuvieron presentes en la celebración que organizaron las Cortes Generales son los que apoyan, sin ambages, la institución monárquica, con la salvedad de algunos miembros de Sumar, que consideraron que su obligación, por el cargo institucional que desempeñan, era asistir. Los que no estuvieron son los que, con toda seguridad, votarían “no” en un eventual referéndum sobre la monarquía. Todos ellos, los que faltaron, apoyarán, salvo sorpresa, la investidura de Sánchez.
El discurso de Armengol
La postura del PSOE, algo incómoda, se desprendió del propio discurso de la presidenta de la Cámara, Francina Armengol. Fue una intervención de corte plenamente social dirigida a la sede “de la soberanía popular”, el Congreso. Armengol, de alguna manera, declaró cuál es su idea de España —con las correspondientes citas literarias en las tres lenguas cooficiales— y de los problemas que deberá encarar en los próximos años: igualdad de género, migración y cambio climático, entre otros.
Sin embargo, conservó la institucionalidad que, en sus palabras, merecía “este acto histórico”, que “muestra el compromiso de la princesa heredera con nuestra ciudadanía”. Fue un discurso que no gustó a los partidos a la derecha del PSOE, por su radiografía de izquierdas y progresista del país. Pero cuyo fin último, reconocer la institución monárquica, tampoco comparten los partidos que se sitúan a su izquierda.
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