La rapiña que llegó tras el exilio
La masía familiar en la que vivía Ventureta Ballús con su familia fue entregada a la persona que denunció a sus padres por rojos. Para sobrevivir, tuvieron que partir hacia el exilio
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Familias enteras se marcharon de su casa empaquetando lo mínimo imprescindible para el duro viaje que les esperaba hacia el exilio. De esta manera, dejaron sus propiedades expuestas a la rapiña de los afectos a la dictadura. En algunos casos, sirvieron para pagar favores a quienes mostraron su devoción a Franco realizando falsas denuncias contra presuntos rojos. Fue el caso de los padres de Ventureta Ballús, de 75 años, que tuvieron que partir hacia Francia tras la denuncia de un vecino que les acusaba "de haber matado a mucha gente".
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"Mi padre, que era teniente de alcalde cuando las elecciones de febrero de 1936, era muy querido en el pueblo; tras morir, tuvo un entierro multitudinario", explica Ventureta al otro lado del teléfono desde su casa en Montornés (Barcelona), donde vive desde que se instaló en España hace una década.
En enero de 1939, cruzó la frontera con sus padres y su abuela. Se establecieron en Mortagne, en la baja Normandía, lugar que la acogió hasta los 65 años. "Los falangistas tenían previsto matar a mis padres para quedarse con la masía", intuye Ventureta. El hermano pequeño de su abuela se quedó gestionando la propiedad pero, a su muerte, la masía cambió de manos. "Según nos explicó el alcalde del pueblo, se la quedó el hombre que había denunciado a mis padres", indica. Bajo el pretexto de ser un inmueble incautado por Falange, a la familia de Ventureta le costó "bastante dinero" recuperar la masía. Finalmente, volvió a ser suya a finales de los 60 y, en 2004, la volvió a perder como consecuencia de una expropiación municipal. "Han levantado bloques y han dejado la masía en medio", cuenta horrorizada.
El resto de propiedades familiares aún siguen en manos ajenas. En 1987, Ventureta explica que pleiteó para recuperarlas con ayuda de su hija abogada, y solicitaron la prueba del carbono 14 para comprobar que las escrituras se habían falsificado. "Para que se viera que el cambio se hizo en 1957, cuando la escritura es en realidad de 1925", aclara. La administración de justicia rechazó la petición. "Seguimos viviendo el franquismo, pero con el rey; nunca se ha producido una ruptura", lamenta.