Este artículo se publicó hace 9 años.
"No perdono al PP lo que ha hecho con mi futuro, ni que terminase con mis ilusiones"
Desde 2012, unos 525.358 jóvenes de hasta 35 años han emigrado de España en busca de un mejor futuro. Carmen López, profesora de Historia, emigra como maestra a Londres. Trabaja en un pub y en un McDonald’s, pero las condiciones de trabajo y factores emocionales la empujan a dos intentos de suicidio.
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Tasas de desempleo juvenil superiores al 50% o que el 91% del empleo destruido en estos últimos cuatro años era de menores de 35 años… Datos que para Carmen López suponían romper sus planes de futuro. Ella pertenece a los más de 500.000 jóvenes que, según datos del INE, han emigrado durante la crisis para buscar trabajo. Londres le dio un empleo. También encontró el amor. Pero un cúmulo de circunstancias la empujó a un estrés extremo que desencadenó en una depresión con dos intentos de suicidio. Este verano regresó a España, donde se recupera para volver a Londres porque no ha cumplido sus metas en la capital británica y porque, según ella, "esto ha sido sólo la primera parte".
"Las lágrimas de mi madre. Eso no te lo perdono @PPopular". Su Twitter es un viaje al pasado. Le recuerdo a Carmen López este tuit que ella escribió el 16 de julio de 2013. Se le escapa una medio sonrisa, quizás porque en ese momento sólo ella sabía lo que me iba a contar de su experiencia como emigrante española. "Había tenido una conversación con mi madre, sobre marcharme de aquí. Fueron momentos muy duros… días. Ese tuit era muestra de que se rompía algo, cuando se va alguien a quien quieres mucho y que, con su trayectoria, no entraba en los esquemas que me tuviese que ir", rememora.
P. ¿Después de este tiempo, les perdonas?
"No. Al PP yo no le perdono lo que ha hecho con mi futuro. Ni tampoco que terminase con mis ilusiones, que eran normales: hacer unas oposiciones como profesora de Historia y vivir con mi familia. El panorama se puso tan feo que ya me conformaba con cualquier cosa pero aquí, a partir de los 30, eres mayor para muchos trabajos".
Carmen dice que está nerviosa. Me advierte: lo que va a contar es doloroso. Pero en ella se adivina una capacidad de resistencia que no logro explicar. Va desmenuzando su pasado. Licenciada en Historia y con un máster para ser profesora. Con el dinero de las clases particulares que impartía, se prepara las oposiciones de 2012. Seis semanas antes, en plena avalancha de recortes, las impugnan. "Jugaban con la vida de la gente. Tu tiempo y dinero, a la basura". La siguiente convocatoria tenía sólo un 10% de reposición. "Me negaba a estar años preparando las oposiciones para saber lo que venía. Gobernaba un partido que no apoyaba lo público. Sufría mucho en las entrevistas de trabajo en cafeterías o tiendas. Te desprecian, no perdonan que hayas estudiado. Es frustrante. En Málaga hay ofertas para el verano en bares… ¿pero, y el resto del año, de qué vivo?".
Su nueva meta fue emigrar a Londres, y mejorar el inglés para presentarse a las próximas oposiciones en la opción de bilingüismo. Carmen hacía la maleta mientras le rodeaban los suspiros de su familia, la angustia pesada, la incertidumbre en cada esquina, el ‘hija, no conoces a nadie’, el ‘cómo la tratarán allí'. El resumen, lo publica en dos tuits el 18 de julio de 2013: "Una vida en 23 kg" donde "afortunadamente los recuerdos no se facturan".
"Fallé porque rechacé trabajar de noche. Prácticamente eres como una esclava y debes aceptar todas las condiciones."
Llegó en verano, en un amanecer, a las 4:30. De mañana, acudió a la puerta de una agencia donde le facilitarían entrevistas de trabajo y un hogar…. ¿un hogar? "El primer día me quería venir. El alojamiento era horrible. Una habitación destartalada, la cama patas arriba, el colchón tenía que llegar, un baño y cocina a compartir…". En una semana, preparar la documentación, abrir una cuenta en el banco, y unas clases para preparar las entrevistas. Al mes, su primer contrato en un pub de Trafalgar Square. Empieza como kitchen assistant, con la promesa de ser camarera en breve. Pero hubo cambio de planes. "Mi primer día de gran bajón. Tenía que llegar", publicó en Twitter, casi como una derrota, el 19 agosto de 2013. "Me pasan a kitchen porter… Había cazos más grandes que yo, y eso me partía". Después, el mobbing de algunos compañeros, otros que no les instruían, chequear el trabajo hasta no dejarla ir, buscar un salero entre los desperdicios de basura, fregar de rodillas las escaleras del piso de la dueña y llorar por el dolor de espalda cuando se levantaba. Pero un día, abandonó. "Tienes que ceder tu dignidad, pero hasta un punto". Una compañera le propone probar en McDonald’s. "Fallé porque rechacé trabajar de noche. Prácticamente eres como una esclava y debes aceptar todas las condiciones. A la segunda semana, sí que acepté. En mi puesto limpiaba, era camarera, ayudaba a los niños, daba conversación a los clientes que querían… Estuve en prácticas con unas chicas españolas que decían que les iba a quitar trabajo. Con los españoles hay mucho mobbing, todos queremos horas".
En marzo de 2014 escribe en Twitter "enferma de nostalgia". Mientras trabajaba en McDonald’s había aún un nexo que recordaba a su anterior trabajo. Toni, un compañero francés que desde el principio quería conquistarla… hasta que lo consiguió. A los seis meses, le desvela un gran secreto que temía compartir: se llamaba Adlane y era de Argelia. Su visa había aspirado y era un ilegal. ¿Una solución? Casarse con él. "Se me vino Londres, el Big Ben y parte de Escocia encima. Le pedí tiempo. Vino mi familia a conocerlo y vieron que me quería de verdad. ¿Por qué no podía quererme? Nos fuimos a vivir juntos y preparamos la boda". Pero la ceremonia se anuló porque él no tenía visado y lo arrestaron durante unas horas. Recibió todo tipo de críticas de los compañeros de trabajo españoles a los que invitó: "Para un español es que te casas con un moro. Me hicieron sentir mucho dolor con aquellas humillaciones". Pasaron más entrevistas para comprobar que no era un matrimonio por conveniencia, que no había ninguna compra de voluntad y, con un anillo de 25 libras, una firma y una llamada de teléfono a su familia, el 10 de septiembre de 2014 ya eran un matrimonio. Él consiguió el permiso de trabajo, a espera del permiso de residencia.
"Ese día me vine abajo, no me sentía valorada ni capaz. Bebí y me tomé unas pastillas. Sólo quería olvidar y dormir…
Sólo recuerdo eso."
Carmen siguió trabajando. En el turno de tarde, una clienta le pegó porque creía que el aseo femenino no estaba averiado, sino que Carmen no quería limpiarlo. Antes del golpe, le dice "española de mierda"… No desiste. Carmen sigue. Entra en el turno de noche. Y las noches pasan… "La gente que trabajaba conmigo en McDonald’s va y viene, pero yo me quedaba. Me daban más responsabilidad sin más personal. Más carga por el mismo sueldo. Llevaba la vida al revés. Sin dormir. Sin ver a mi pareja. Me quedé sola. Apenas comía. No aguantaba más esa presión de limpiar tres plantas cada noche". Acude al médico a primeros de 2015. Diagnóstico: estrés extremo. Le administran una medicación. Carmen sabía que no le sentaba bien. Le cambia el carácter. Apenas puede andar porque el tratamiento le hace retener mucho líquido. Quería volver unos días a España. Discute con su marido. "Ese día me vine abajo, no me sentía valorada ni capaz. Bebí y me tomé unas pastillas. Sólo quería olvidar y dormir… Sólo recuerdo eso. Me intenté suicidar porque no me sentía con fuerzas para seguir. No es una enfermedad fácil de entender. No hice viajes ni salía. Era una vida enfocada al trabajo. Echaba de menos a mi sobrino, mi madre, mi familia, mi calor, el sol… Y me preguntaba… adónde va mi vida. Todo va rápido, pierdo el rumbo, todo me sale mal, no sé por dónde tirar. Eran muchos cambios, mucho inglés, quería parar un poco, desaparecer un tiempo".
Le dicen que la mirtazapina incitaba al suicidio. Necesita tiempo. A finales de marzo vuelve a Málaga pero, a las tres semanas, su marido reclama su vuelta. En Liverpool debe hacer una entrevista para el permiso de residencia. "Me daba miedo por si yo metía la pata y pudiesen cuestionar mi matrimonio". Pasó la entrevista. Él obtuvo sus papeles. Carmen se queda en Londres. Pero, empieza a escuchar voces. Le cambian la medicación, pero debía amortiguarla con otra por si la falta de mirtazapina generaba síndrome de abstinencia. En esos días, Carmen publica en las redes que escucha Yesterday, de The Beatles. "Necesitábamos dinero. Vino el Ramadán y mi marido cambió porque como los días en verano son eternos, con 16 horas sin comer ni beber… Él me avisa de que encuentra otro trabajo. En este instante, sé que por las mañanas me quedaré completamente sola, cuando más lo necesitaba. Me voy a la cocina, y allí, abro el gas".
P. ¿Por qué?
"Me veo superada y no podía expresar lo que yo sentía. Allí apenas tienes amigos porque se vuelven a España o se cambian de país. Necesitaba cariño, fuerza, algo por lo que luchar".
P. ¿Y no pensaste en tu madre?
"No."
P. ¿En tu sobrino?
"No."
P. ¿En…?
"No. Si tu marido no está, que es tu única familia... Cambié mis planes por él. Me daba igual. No piensas en nada. Es una enfermedad que no te hace razonar. Es una enfermedad que te lleva para abajo."
"A las 0:00 Londres se para, no hay metro, ni casi nada, yo me perdí… Impone mucho Londres de noche."
Su marido sabía que Carmen tardaba mucho en la cocina, y allí la encontró, sentada, con el gas abierto. De allí, al psiquiátrico. "De las peores experiencias que tienes en tu vida. Pero, en el fondo, ves que lo que todos necesitamos no son medicamentos, es cariño. Mi marido me aconseja volver a España. Me volqué tanto en su problema que no tuve tiempo para mí. Regreso a Málaga a principios de agosto. Me cambian el tratamiento y ya estoy estable. Ahora saco fuerza, re-direcciono mi vida. Tenía que asimilar muchas cosas que parecían de película". Carmen, ahora, reflexiona cómo hubiese sido su vida aquí. "Algo más segura, pero triste y frustrante. Y así, a lo mejor hubiese acabado también deprimida. Dicen que la cosa está mejor, pero la gente está amargada, ganando una porquería y por horas". Carmen tiene su mejor tratamiento en el sol, el mar, el cariño, su madre, su cuarto, su cama, su intimidad, lejos de baños y cocinas compartidas… De repente recuerda que lloró en primer turno de noche… "A las 0:00 Londres se para, no hay metro, ni casi nada, yo me perdí… Impone mucho Londres de noche."
"Los que están fuera, si hubiesen podido votar todos, eran mucho de Podemos o Ciudadanos. Nada de PP ni PSOE"
Recuerda a su marido y aprende de él lo que es convivir con el rechazo y los prejuicios de los españoles: "Mírame. Nunca me ha dicho mi marido que me ponga un velo. Me dejó trabajar de noche. Y ¡yo estoy aquí!" Volverá a Londres porque quiere cumplir sus metas. Conseguir el nivel C1 de inglés. Estudiar. Dejar la hostelería por otros trabajos. Pero antes, a votar el 20D. "En las noticias, ya no escucho al Gobierno. Sus promesas no las creo. Crecimos con la construcción y no hay nada más. Aquí no tenemos industria. En Andalucía ya la perdimos hace mucho. Los que están fuera, si hubiesen podido votar todos, eran mucho de Podemos o Ciudadanos. Nada de PP ni PSOE", me dice, antes de marchar.
Mientras escribo ahora, visito su Facebook. Veo que hace seis horas ha publicado… "Carmen se siente esperanzada". Respiro, aliviada. En nuestro abrazo de despedida entiendo el significado de aquella media sonrisa cuando le pregunté si perdonaría al PP. Y descubro que esa capacidad de resistencia inexplicable reside en reconstruirse poco a poco… si le dejan. Ahora, cuando las aguas vuelven a su cauce, recupero uno de sus mensajes en Twitter. Recuerdo que en este tiempo parecía sentirse en tierra de nadie pero ahora sé que lo superará, porque Carmen no es de Málaga ni de Londres. Y ella ya lo sabía desde antes. Desde el 4 de agosto de 2013, cuando escribió casi recién aterrizada: "Vivo en la gente que quiero. No conozco otro país".
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