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Pablo Castellano, el socialista rebelde

Jubilado, pero comprometido, el fundador de la Izquierda Socialista recuerda sus 90 años de inconformismo y su ruptura con el PSOE, “un partido irrecuperable, que murió en Suresnes”.

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Pablo Castellano.

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MADRID.- Espera delante de un café en una mesa de una cafetería del madrileño distrito de Chamberí. Siendo el escenario tan castizo como él, no encajan en la cantina su chubasquero marinero ni la camisa a rayas que luce cual niño bien del barrio. Como desentonan las sentencias de quien se describe como "simplemente un jubilado" pero lleva en las venas la rebeldía y el inconformismo de un chaval del 15-M.

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A Castellano le gusta decir que puso "de nuevo en marcha el viejo partido de Pablo Iglesias", cuyos objetivos eran "la lucha por la clase obrera y la revolución social".

"Fueron 10 años apasionantes los que alimentaron la verdadera esperanza de cambio frente a un franquismo represor y sinvergüenza, pero sin un ápice de cretinismo. Años de una intensidad impresionante en todas las organizaciones clandestinas, tanto en el Partido Comunista como en el Partido Socialista, que –y vuelve a hacerse un flashforward- nada tienen que ver con lo de ahora: la inexplicable aberración de una izquierda que se ha entregado, de hoz y coz, no a un plato de lentejas, sino de lentejuelas".

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"Yo no soy progresista; yo soy socialista y libertario"

Él prefiere decir que contribuyó "a poner de nuevo en marcha el viejo partido de Pablo Iglesias, la lucha por la clase obrera y la revolución social". "Palabras –dibuja un paréntesis con las manos- que ahora suenan muy mal pero que siguen siendo muy gratas para mis oídos. Porque yo no soy progresista; yo soy socialista y libertario", apostilla contundente.

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El liderazgo "crematístico" de González

Tuvo mucho que decir también cuando se gestaba el cambio de Suresnes y Castellano equivocó la apuesta al alinearse con el sector de los renovadores, que quería devolver la dirección al interior y que se personalizaba en la figura de Felipe González y el conocido como clan de la tortilla, más tarde —se ríe— "clan de la cartilla, de la cartilla de ahorro".

La ruptura, "que no fue radical sino de diferencia de criterio", se consolidaría con el concepto leninista que González y Alfonso Guerra imprimieron al PSOE con la justificación de afrontar la Transición. "Y yo, que siempre he sido enemigo de los liderazgos carismático-crematísticos, no entendí que la realidad justificase desmontar las garantías internas del partido".

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Pablo Castellano, en 1981, en un mitin contra la OTAN. Archivo EFE

Con aquellos mimbres, y junto a sus inseparables Luis Gómez Llorente y Alonso Puerta, en 1979 funda Izquierda Socialista, reconocida como corriente en el seno del Comité Federal. "No era cuestión de ir abriendo las vísceras de ningún ave en plan romano para saber que yo tenía ya las horas contadas". Y, sin miedo a la fecha de caducidad, Castellano organiza mítines y manifestaciones ecologistas, antinucleares, feministas y – las más sonadas- contra el ingreso de España en la Alianza Atlántica, que promovía el gobierno de González.

"Una de mis grandes frustraciones fue aquel intento malogrado de crear una izquierda seria y rigurosa", recuerda Castellano de su paso por IU.


La libertad de Izquierda Unida

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"El régimen lo tiene todo no atado y bien atado, sino pactado y bien pactado"

Pero también se torció su idilio con la coalición "cuando los que querían convertir IU en un partido nuevo, como Gerardo Iglesias, chocaron contra la oposición de los vanguardistas del Partido Comunista; un grupo que toda la vida ha manejado la misma consigna: todo lo que no puedas dominar, destrúyelo". "Y esa es una de mis grandes frustraciones —confiesa— aquel intento malogrado de crear una izquierda seria y rigurosa". En 2001, tras pasar también por la Presidencia Federal de Izquierda Unida, abandona definitivamente la política.

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