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El ‘otoño caliente’ ante Rajoy: ¿Espejismo o realidad?

El declive

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Una de las manifestaciones de Rodea el Congreso de 2013.- AFP

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MADRID.- La España de 2016 se parece mucho a la de hace cuatro años. La tasa de paro ha disminuido del 20%, hasta los 4,3 millones de desempleados, gracias al aumento de precarios contratos temporales y a tiempo parcial. Aún así, sigue siendo la segunda más alta de la UE. Peor lo tienen los jóvenes, que heredarán el mercado laboral que viene mientras su tasa de paro oscila entre el 45% y el 50%. La hucha de las pensiones durará un año escaso y las de los jóvenes que hoy están en paro con trabajos basura quizás no lleguen nunca.

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Pero la calle comenzó a acusar el cansancio. En números, si en 2010 hubo en España más de 22.000 manifestaciones ─comunicadas o no─, 2011 mantuvo el tipo con más de 21.500. En 2012 la protesta se multiplicó por dos hasta las 44.500 manifestaciones y en 2013 hubo un ligero repunte hasta las 44.800, según datos de los anuarios estadísticos del Ministerio del Interior. Sin embargo, en el ecuador de la legislatura comienza un paulatino descenso de la protesta callejera. En 2014 hubo 38.000 y en 2015, 34.000. Cuantitativamente es un descenso significativo, pero cualitativamente tuvo más impacto aún, ya que las protestas eran considerablemente menos nutridas y, por ende, los medios de comunicación desplegaron un manto de silencio.

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El declive

Entonces, ¿qué ha pasado con la movilización social? La pregunta, al mismo tiempo que buena parte del país, se la hizo en 2015 Kerman Calvo, profesor de Sociología en la Universidad de Salamanca, especializado en movimientos sociales y políticas de igualdad, y autor del estudio homónimo que también profundiza en la continuidad y cambios en la protesta social en España.

Si en 2010 el 45% de los españoles pensaba que
la situación económica
era 'muy mala', en 2016
sólo lo piensa un 25%

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En su trabajo destaca el siguiente dato del CIS: mientras que en octubre de 2010 más del 45% de los españoles pensaban que la situación económica era “muy mala”, en octubre de 2015 este porcentaje se reduce al 25%". El mismo porcentaje deja el último barómetro de 2016, aunque la confianza en que mejore la economía es más bien reducida. 

Mareas blancas, verdes, violetas, naranjas, granates azules o arcoíris teñían las principales ciudades del país, al principio por separado y dando su propia batalla y, después, juntas en repetidas convocatorias. El lema principal era lo de menos, porque había un cortejo por cada problemática social en cada manifestación. Marchas todas que no bajaban del “varios millares de personas” en cada teletipo de agencia.

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"No se puede mantener la tensión indefinidamente, tiene que haber descansos”

“Como indica su nombre, las mareas a veces son altas y, a veces, bajas. Es un ciclo natural. Las protestas cristalizan por problemas concretos. Una vez que los problemas se dulcifican hay menos. No se puede mantener la tensión indefinidamente, tiene que haber descansos”, asegura Marciano Sánchez Bayle, médico y Portavoz de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública. Eso es lo que ocurrió con la Marea Blanca contra la privatización de hospitales y centros de salud en Madrid. Las primeras manifestaciones congregaron a miles de madrileños, pero hoy sigue habiendo mareas blancas con afluencias infinitamente menores. “Se lograron gran parte de los objetivos. No hubo privatizaciones, dimitió Lasquetty, los centros de salud siguen abiertos”, dice. Sin embargo, Sánchez reconoce que “el problema sigue ahí, sigue habiendo malestar social y profesional y llegará de nuevo un momento que lo haga salir a la luz”, pero siempre propiciado por un asunto concreto, añade.

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Las Marchas de la Dignidad

Las Marchas de la Dignidad abarrotan la Avenida de la Castellana de Madrid el 22 de marzo de 2014.-REUTERS

La última gran manifestación se produjo en 2014 bajo el lema “Pan, trabajo, techo y dignidad”. Fueron las llamadas Marchas de la Dignidad, que tardaron más de un año en fraguarse pero que lograron sacar a un millón de personas en columnas desde todos los puntos del país a las calles de Madrid, en pleno ciclo recesivo de la protesta. Si se le pregunta a Diego Cañamero, uno de sus impulsores desde el Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) y hoy diputado en el Congreso por Unidos Podemos, identifica con rapidez uno de los factores cruciales en el descenso de la movilización: el surgimiento de Podemos.

Todos identifican el nacimiento de Podemos como uno de los factores que ha motivado el descenso de la movilización ciudadana

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El diagnóstico del jornalero del Congreso es compartido por la mayoría de los miembros de los colectivos entrevistados por Público para este artículo. Todos identifican el nacimiento de Podemos como uno de los factores que ha motivado el descenso de la movilización ciudadana. La diferencia entre las personas contactadas para este artículo radica entre los que creen que el descenso fue antes de Podemos y los que creen que el descenso fue después del nacimiento del partido de Pablo Iglesias y entre aquellos que consideran que ha sido el factor más importante y otros que consideran que su importancia ha sido más relativa.

El 'factor Podemos' o la vía electoral

La llamada Marcha del Cambio, convocada por Podemos en Madrid. -JAIRO VARGAS

El profesor Calvo, en su estudio, también habla de la “expresión institucionalizada de la indignación política y del malestar social”. Sin embargo, considera que "no es tan evidente que la aparición de nuevos partidos políticos como Podemos haya agotado las energías para la protesta política".

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“El Rodea el Congreso apuntaba al problema claramente. La fuerza de esta protesta a la hora de movilizar despertó simpatías en otros sectores”, explica Elena Martínez

El llamamiento de la Coordinadora 25-S a un nuevo Rodea el Congreso ha sido bien recibido por Unidos Podemos, al menos, por una parte del grupo. Cuando arrancó está convocatoria en 2012 fue masiva, pero es otro claro ejemplo del desgaste que acusa una protesta que, además, fue duramente reprimida con grandes dispositivos policiales, detenciones y multas. Fue perdiendo apoyos con cada nueva llamada. “El Rodea el Congreso apuntaba al problema claramente. La fuerza de esta protesta a la hora de movilizar despertó simpatías en otros sectores”, explica Elena Martínez, miembro de la coordinadora.

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De las calles a las instituciones

La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, tras recibir el bastón de mando de la ciudad. Archivo EFE

El argumento desmovilizador del partido morado también ha sido empleado como ataque desde la oposición. El ejemplo más claro es el de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes. “Hay menos manifestaciones violentas porque los antisistema ahora son casta”, dijo en 2014, en referencia a los cinco escaños que Podemos obtuvo en el Parlamento Europeo. Un año después, Ada Colau, cara visible de la plataforma antidesahucios, la PAH, se convertía en alcaldesa de Barcelona, junto a decenas de activistas de peso en distintos movimientos, que pasaron a ser concejales y diputados autonómicos de las distintas candidaturas de Podemos y las confluencias.

"En nuestra historia reciente nunca ha habido tal nivel de movilización social y un Gobierno tan sordo como el de Rajoy", dice Padilla

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Activistas sobre todo de la PAH y de colectivos como Juventud Sin Futuro (uno de los grandes impulsores del 15-M y de protestas posteriores) pasaron a formar parte de los órganos de dirección de Podemos en sus distintos niveles, saliendo de ese “perfil agitador” sin un relevo tan carismático. Uno de estos casos es el de Pablo Padilla, diputado en la Asamblea de Madrid, otrora una de las caras visibles del movimiento 15-M.

"La gente pensaba que con Ada Colau de alcaldesa se acababan los desahucios"

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La PAH, en 2012, puso el drama de los desahucios en las portadas de los principales medios nacionales e internacionales, pero tres años después, su carismática portavoz abandonó la plataforma. “La salida de Ada Colau fue un impacto emocional porque era buena comunicadora. Pero no ha tenido impacto real de desmovilización en la PAH. Somos miles de personas”, apunta Carlos Macías, portavoz de la plataforma en Barcelona y sustituto, de alguna manera, de Colau.

Marea Verde: “Seguimos vivos”

Una manifestación en defensa de la educación pública en Madrid, en 2012.-REUTERS

Pero poco puede hacerse desde los ayuntamientos en áreas más amplias y también cruciales. Es el caso de la Educación. La Marea Verde ha sido ejemplo de unidad entre estudiantes, profesores y padres no sólo contra los recortes del PP, sino contra la reforma educativa (otra más) del dimitido ministro Wert. “Lo más importante de la Marea Verde fue levantarse en defensa de la educación pública, en general, porque se tomó conciencia de que la estaban saqueando”, resume Agustín Moreno, profesor de secundaria, sindicalista y miembro de este colectivo.

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“Hemos demostrado que
en  materia de Educación había mimbres para un gobierno progresista”

Moreno reconoce cierta frustración porque “8.000 millones de recorte es mucho y no sale gratis”, dice, pero enfatiza que la movilización, aunque no haya frenado las medidas, ha servido para “reforzar el compromiso de los docentes” aunque “las plantillas estén al límite y falten recursos”. Según él, a nivel general, “el centro de gravedad ha pasado de la calle a la posibilidad de un cambio político. Se ha mirado más a las urnas”. Pero, en el caso de la Marea Verde, no tiene por qué ser un obstáculo. “También hemos aumentado mucho la capacidad de generar propuestas y alternativas para una ley educativa y eso ha hecho que se articulen mayorías parlamentarias que ya han rechazado la LOMCE”, en el Congreso. “Hemos demostrado que en temas concretos de Educación había mimbres para un gobierno de cambio y de progreso”, sentencia. No obstante, es contundente con la salud del movimiento en defensa de la Educación pública: “Seguimos vivos”, dice. Y la prueba ha sido la huelga estatal del pasado miércoles contra las reválidas.

¿Y los sindicatos?

Manifestación de los sindicatos en Málaga en el Primero de Mayo. REUTERS

Si se ha notado en un frente la caída de la movilización, ése ha sido en el plano laboral. Aunque las manifestaciones por este motivo siguen acaparando gran parte del grueso de las protestas en el país, no son pocas las voces que han criticado la pasividad de los grandes sindicatos, CCOO y UGT, en los peores años de la crisis. En 2010 convocaron una huelga general contra la reforma laboral del PSOE. En 2012, por primera vez en la historia democrática española, convocaron dos paros generales contra la segunda reforma laboral del PP. De nada sirvieron, así que 2013, 2014, 2015 y los que va de 2016 han sido años de tranquilidad para el Gobierno, al menos desde esta perspectiva.

“La huelga general no es ninguna broma y es difícil conseguir que tenga éxito"

“La huelga general no es ninguna broma y es difícil conseguir que tenga éxito. Es un trabajo de ir empresa a empresa convenciendo”, dice Fernando Lezcano, secretario de Comunicación de CCOO. Es consciente de que el nuevo marco sociolaboral y el aumento de la precariedad han afectado incluso al formato mismo de protesta. La huelga general ya no es tan efectiva y, además, es costosa para el trabajador. “Estamos inmersos en un profundo proceso de reflexión, buscando alternativas, pero no es nada simple”, apunta.

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