La obsesión de las derechas por los monumentos: de la memoria histórica a la violencia machista
El último ejemplo es la sustitución del memorial del 11M de Atocha y, con su llegada a numerosos ayuntamientos tras el 28M, la tendencia podría ir en aumento.
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Tan pronto los colocan como ordenan quitarlos de manera fulminante. La obsesión de la derecha y la ultraderecha con los monumentos y la simbología no cesa. La pugna por mantener las calles con nomenclatura franquista, la retirada de homenajes a líderes de izquierdas, la recogida de lazos en recuerdo de las víctimas de violencia machista... Los ejemplos son cada vez más y más.
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El último exponente de lo que ya se ha convertido en rutina para el Partido Popular y Vox es el anuncio de la sustitución del memorial del 11M en Atocha, que tras unas obras del Metro de Madrid, va a ser retirado y, en lugar de reponerlo, será cambiado por otro, según ha anunciado el Ejecutivo de Isabel Díaz Ayuso. Pero no es el único caso que hemos conocido esta semana de idas y venidas de monumentos.
En el madrileño municipio de Navalagamella, cuyo ayuntamiento está comandado en solitario por el PP, se pretendía llevar al pleno de este jueves la retirada del nombre de Marcelino Camacho a una plaza de la localidad. La lluvia de críticas, sin embargo, ha obligado a la formación de derechas a recular y asegurar que se mantendrá la nomenclatura actual.
Y también en Madrid, pero en este caso en la capital, la Junta Electoral ha ordenado este martes retirar por petición del PP todos los homenajes a las víctimas de violencia machista de la Plaza de las Mujeres, en Vicálvaro. Con o sin lazos, este lugar seguirá albergando el día 25 de cada mes actos de memoria feminista.
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En Castilla y León tenemos otro ejemplo más. Este último mes, la Universidad de Valladolid borró, en cumplimiento de la Ley de Memoria Democrática, el texto de un conjunto de azulejos que homenajeaba a Francisco Franco en la Facultad de Derecho. Una decisión que la Consejería de Cultura, en manos de Vox, optó por criticar al considerar que se debía de mantener "intacta" una pieza que consideraba "histórica".
Contra la desaparición del callejero franquista
Uno de los reflejos más claros de esta obsesión del PP con la memoria histórica se halla en su pugna por mantener en el callejero madrileño las vías con nomenclatura franquista. El equipo de gobierno de Manuela Carmena fue el que optó por sustituir las placas que homenajeaban al dictador y sus secuales de las calles de la capital, con la oposición de la derecha. Sin embargo, la decisión fue revocada por los tribunales.
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Las asociaciones vecinales no se rinden y cada cierto tiempo llevan al pleno del Ayuntamiento el asunto. Además, recuerdan a figuras como la maestra republicana Justa Freire, cuyo rostro mira a los viandantes madrileños desde un mural que el Gobierno de José Luis Martínez-Almeida quiso impedir que se pintara. Un intento que fue en balde, si bien de manera periódica la pintura negra vuelve a teñir la pared, en actos vandálicos que se repiten una y otra vez.
La misma suerte corrió el mural feminista de Ciudad Lineal. Su retirada estuvo a punto de llevarse a cabo. En un principio, esta fue aprobada en la Junta de Distrito tras una iniciativa de Vox, a la que se sumaron PP y Ciudadanos. Sin embargo, la formación morada dio marcha atrás y se sumó al PSOE y Más Madrid en el pleno de Cibeles para mantenerlo. La polémica ha vuelto a dicho barrio cada cierto tiempo, ya que el mural ha sido vandalizado en varias ocasiones.
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Batalla contra Largo Caballero e Indalecio Prieto
Otro de esos monumentos que ha dado qué hablar han sido los que recuerdan a Largo Caballero e Indalecio Prieto. A iniciativa del PP, el Ayuntamiento de Madrid optó por retirar las placas en su homenaje. La decisión fue llevada ante la Justicia, que estimó que había que devolverlas a su sitio.
Esta sentencia fue refutada más tarde por el Tribunal Superior de Madrid, que reiteró lo ya dicho: los socialistas deben recuperar su reconocimiento en las calles de la capital.
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La obsesión de la derecha y la ultraderecha con los monumentos queda cada vez más patente y, con su llegada a numerosos ayuntamientos tras las elecciones del 28M, esta ofensiva contra la memoria, las víctimas de la violencia machista y otros colectivos oprimidos es más evidente que nunca.