madrid
En Santiago de Compostela hay un símbolo laico, republicano y feminista que cada vez acapara más visitas de los turistas. Miles de peregrinos recorren cada año el camino, pero la catedral no es el único atractivo turístico de la capital gallega. En el parque de la Alameda, en pleno centro, un grupo de visitantes se amontonan frente a dos coloridas estatuas que resaltan frente a la piedra y los símbolos religiosos que caracterizan a la ciudad. Se trata de la escultura de dos mujeres vestidas de amarillo y rosa que simulan caminar agarradas. Son las conocidas como las dos Marías.
Tras la imagen de las figuras se esconde una dura historia de represión política y exclusión social que gran parte de los turistas desconocen. Estas dos mujeres son Maruxa (1898-1980) y Coralia (1914-1983), hermanas pertenecientes a la familia Fandiño Ricart.
Rondaba el año 1932 y el clima de progreso y alegría envolvía la capital gallega. "La llegada de la República trajo una democratización de la vida cotidiana y un avance de libertades a las mujeres que se estaba empezando a conseguir", relata la historiadora Encarna Otero.
Las dos inseparables hermanas trabajaban en el taller de costura de su madre y tenían una costumbre que cumplían cada día: salir de su casa a las 12 de la mañana para recorrer, siempre juntas y cogidas del brazo, las calles de Santiago. Un paseo que terminaba a las dos del mediodía, hora en la que las señoras de la época se recogían, de ahí que también fueran apodadas como "As dúas en punto (las dos en punto)".
Todo cambiaría con la llegada de la Guerra Civil en 1936. En Galicia, aunque no llegó a estallar el conflicto bélico, se produjo un exterminio y persecución contra aquellas personas militantes de izquierdas y fieles a la República. En el período de guerra, fueron ejecutados unos 4.700 gallegos por motivos políticos y más de 28.000 sufrieron persecución policial.
La Policía franquista se presentaba en la casa familiar y amenazaba a las dos hermanas
Maruxa y Coralia vivieron de primera mano la represión franquista. Sus hermanos, Antonio, Alfonso y Manuel, eran sindicalistas de la CNT, por lo que ellos tuvieron que huir de Galicia o esconderse. Mientras tanto, la Policía franquista se presentaba en la casa familiar y amenazaba a las dos hermanas para que revelaran dónde se encontraban. Ante la negativa, comenzarían las vejaciones, torturas y abusos contra ellas. Fueron constantemente humilladas por la Polícia del régimen en público, convirtiendo su vida en un infierno. "En una ocasión, incluso se comenta que las metieron en un furgón policial y las pasearon para asustarlas y que así confesaran dónde estaban sus hermanos", explica Aurea Sánchez, autora del libro Las Marías de Santiago.
Las mujeres de la casa tuvieron que vivir las amenazas y controles de los falangistas a cualquier hora del día, siendo víctimas de una represión indirecta debido a la búsqueda de sus hermanos en el hogar familiar. "Las mujeres van a ser las primeras que estén sobre el control férreo de la Sagrada Cruzada; el control de la Iglesia fue terrorífico y en Santiago fue aún peor", explica Otero.
Ellas nunca revelaron dónde estaban sus hermanos, a pesar del constante acoso. La tortura no terminó incluso cuando años más tarde aparecieron todos ellos. Fueron señaladas como rojas, putas y locas. "Ya nadie acudía a su negocio, perdieron la clientela en el taller de costura, de forma que se quedaron sin empleo, su medio de sustento y supervivencia", narra Aurea Sánchez. Desde entonces, el hambre estaba presente en el día a día de sus vidas, sufriendo la férrea represión económica.
Maruxa y Coralia fueron completamente marginadas, víctimas de la exclusión social y la pobreza. "La sociedad las asumió como una normalidad anormal que ya formaba parte de la vida de la ciudad. Fueron calificadas como locas y aunque todo el mundo conocía su historia, nadie contaba qué era lo que realmente les había pasado", explica Encarna Otero, una de las primeras personas en difundir lo que habían vivido las Fandiño.
Eran señaladas de locas y aunque todo el mundo conocía su historia, nadie contaba qué era lo que les había pasado
Una red de pequeños comercios de Santiago sí les ayudaba, pero ellas se negaban a recibir caridad. Por lo que los comerciantes les fiaban y los vecinos les dejaban dinero en los locales donde solían comprar. De esta forma, las hermanas pudieron sobrevivir a los peores años de la dictadura.
Las hermanas Fandiño Ricart pasaron a hacer una vida recluida, encerradas en su casa en un Santiago gris donde el terror de la dictadura se hacía notar. "Durante esos años detuvieron a uno de sus hermanos, estuvo en la cárcel y cuando salió sufrió tuberculosis y murió, por lo que fueron unos años en los que ellas se recluyeron en el ámbito familiar, seguramente porque la situación de la familia era terrible", explica Otero.
Se refugiaron en su vida de jóvenes
Habría que esperar hasta los años 50 para volver a ver a las dos hermanas paseando por la ciudad. Las Marías continuaron con sus paseos, como si no hubiese pasado más de una década. Manteniendo una actitud jovial, salían de casa a mostrar su disconformidad, una protesta silenciosa protagonizada por sus vestidos de colores chillones y sus maquillajes excéntricos que contrastaba con el ambiente frío y gris de la ciudad. Las dos se negaron a ser olvidadas y buscaban mostrar sus ganas de vivir tras lo sufrido los años anteriores.
Con mirada firme al frente y siempre agarradas del brazo, las Fandiño, ahora más mayores, más delgadas, casi desnutridas y sin dientes, emprendían su caminata hasta toparse con los estudiantes de Santiago con los que buscaban ligar como si fuesen una joven más, aunque muchas veces lo que recibían eran humillaciones, insultos o silbidos burlones de quienes las veían pasar. Maruxa respondía a todos los cumplidos, aunque también a los ataques de aquellos que se reían de ellas, mientras que Coralia se limitaba a sonreír a los saludos y cumplidos.
Para muchos eran unas "viejas locas". Sin embargo, detrás de su comportamiento se escondía el sufrimiento, la tortura y la exclusión que sufrieron durante años. Un trauma que provocó que se refugiasen en la época de su vida en la que fueron felices. "En su locura ellas se instalaron en su vida de jóvenes, seguían comportándose como las veinteañeras que eran antes de la llegada de Franco", afirma Otero.
Detrás de su comportamiento se escondía el sufrimiento, la tortura y la exclusión
Frente a la ignorancia en la que habían vivido durante dos décadas, preferían destacar, aunque fuese para ser objeto de burlas. "Ellas estaban tan aisladas que al recibir algún piropo, aunque fuese irónico, se convertían en personas. En el sentido de que se comunicaban con ellas, porque la otra opción era el silencio total y la ignorancia que sufrieron durante décadas. Por ello, preferían vestirse y arreglarse de manera que ya no les importara lo que dijeran de ellas", explica Aurea Sánchez.
Ambas murieron en la década de los 80. Maruxa falleció en 1980 en Santiago de Compostela a los 82 años. Tras su muerte, Coralia se fue a vivir con otra de sus hermanas a A Coruña. Sin embargo, nunca llegó a adaptarse a estar lejos de su hogar y de Maruxa, y falleció en enero de 1983 a los 68 años.
Las dos descansaban en tumbas separadas y alejadas en el cementerio compostelano de Bosaica hasta 2014, cuando el Ateneo de Santiago decidió poner en marcha una colecta popular para rehabilitar el sepulcro, instalar una placa en su homenaje y enterrarlas en una misma tumba. Desde entonces, sus restos se encuentran juntos, tal y como siempre habían estado en vida las inseparables hermanas.
Las mujeres más fotografiadas de Santiago
"Se ha hecho justicia democrática. Maruxa y Coralia Fandiño Ricart se han convertido en el símbolo laico, republicano y anarquista de Santiago", reivindica Sánchez. Gracias a su escultura erguida en 1994 en el parque de la Alameda, se han convertido en las mujeres más fotografiadas de Santiago y cada vez se realizan más campañas municipales con su imagen. Todo un sueño para ellas, que siempre buscaban levantar miradas con sus vestidos confeccionados por ellas mismas.
Ahora el Ayuntamiento de Santiago sigue cambiando el color de sus ropas cada cierto tiempo, tal y como hacían las hermanas que raramente repetían conjunto. "Si ellas lo están viendo desde algún lugar, estarán felices de que por fin la historia les haga justicia y que recuperen el espacio democrático que merecen en Compostela como símbolo de otras muchas familias trabajadoras, humildes y republicanas", sentencia Encarna Otero.
El reto que queda por delante es que sean conocidas por su propio nombre y apellidos. "Hablar de ellas como las dos Marías o las Marías es quitarles la identidad propia. Tal y como ocurría durante la dictadura, las mujeres eran invisibilizadas. Ellas eran Maruxa y Coralia Fandiño y deben ser recordadas así, con nombre y apellidos, como ejemplo de resistencia frente al franquismo", denuncia Aúrea Sánchez.
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